De acuerdo a lo registrado taxonómicamente, al sur del Mar Caribe habitan unas 30 especies de serránidos. Para diferenciarlos, los pescadores comúnmente los nombran como meros, chernas, serranos, guasas, cunas y guatacares. Algunas de estas especies son buscadas con avidez debido a su gran tamaño, lo que representa abundante carne semiblanca, de buena textura, algo gomosa y agradable al paladar.

Un mero guasa (Epinephelus itajara) puede alcanzar unos tres metros de longitud con casi media tonelada en peso. Sin embargo sacar del agua a estos gigantes es todo un reto, por ello son evitados. Además, imagínense el traslado y fileteado. No obstante, es el que más se captura en Venezuela, aunque de las tallas medianas. Generalmente habitan aguas profundas por debajo de los 60 metros y les gusta vivir en las cavidades entre rocas o arrecifes de coral, donde se quedan quietos esperando que peces más pequeños naden cerca de sus bocas para tragarlos en fracciones de segundo.

Los meros inferiores al metro de longitud como las chernas (Epinephelus striatus) y cunas (género Mycteroperca) son más buscados por su relativa facilidad para pescarlos y trasladarlos, aparte de que su carne es menos dura que las guasas y de mejor gusto. Es de resaltar que la especie de cuna blanca Mycteroperca cidi es única de nuestro país y fue descrita por vez primera en 1966 por el famoso ictiólogo Fernando Cervigón, siendo un pez de excelentes 15 kilos de carne.

La especie más cotizada por restaurantes exclusivos es el mero de aleta amarilla también llamado mero de piedra (Mycteroperca venenosa). A pesar de su apelativo científico que nos alerta, tiene una de las musculaturas más suculentas. Parte de ese mal prestigio que pocos conocen se atribuye a que es un serránido afectado en ocasiones por la enfermedad llamada “ciguatera”.

Una forma de evitar esto es no adquirir ejemplares mayores de 15 kilos con aspecto débil y la carne muy blanda. Esta enfermedad es una neurotoxina proveniente de microorganismos de los cuales puede alimentarse el pez. Los síntomas son hormigueo en la boca inmediatamente al probarlo, fuertes dolores de cabeza, mareo y consecuente dificultad respiratoria. De esto suceder hay que detener su consumo, tomar antihistamínicos y en casos graves ir a una emergencia médica.

Las capturas nacionales reportadas por Insopesca muestran para 2011 desembarques de hasta más de 850 toneladas, siendo, como indicamos arriba, el mero guasa el más pescado. Le sigue la cherna pintada y la cuna negra en tercer lugar. Generalmente la forma de pescarlos es bajar un fuerte nylon con una plomada junto a la carnada de sardina salada o fresca atada a un anzuelo grueso. La mayoría de las capturas vienen de Margarita y, en segundo lugar, de Vargas.

La flota neoespartana obtiene una parte en la isla y para la otra parte navega en barcos techados con motor central durante varios días hasta las Guyanas gracias a un convenio pesquero donde captura el resto. Es muy notorio ver en la bahía de Macuro a los barcos margariteños fondear por dos o tres días en ese pueblo sucrense para abastecerse de agua dulce proveniente de las montañas de Paria con la cual asearse y cocinar durante varias semanas de labores.

Por cierto que, en Macuro, también se extrae abundantemente el mero de piedra aunque usando peñeros. Un solo bote de los 80 que hay en esa localidad puede subir a bordo más de 400 kilos mensuales de estos peces.

Los precios de los serránidos logran las cotas más altas dentro de los productos marinos venezolanos y actualmente en el promedio de las pescaderías. En un buen mesón el plato de mero alcanza el precio tope de los pescados ofrecidos.

Las coropetas y guatacares son los menos buscados por su escasa carne, de menor gusto o aspecto poco atractivo. Sin embargo, muchos cocineros populares y pescadores dicen que un buen sancocho se puede hacer de la cabeza sobrante de un gran mero o de la coropeta más fea.