En el punto más austral de Inglaterra, se adentra hacía el Océano Atlántico la Península de Lizard. Esta sureña región forma parte del condado de Cornualles, Cornwall, una de las seis Naciones Celtas junto con Gales, Irlanda y Escocia. Su ancestral idioma, el córnico, Cornish, casi extinguido como lengua hablada, pertenece al grupo de los lenguajes bretones célticos. Del córnico proviene el nombre de “Lysardh”, “Lis” lugar y “Ardh” alto. Aunque también es traducido como `Lagarto´, al ser éste su significado en inglés.

Estas meridionales tierras son posiblemente una de las más singulares de toda Inglaterra. Su localización geográfica, en el punto más al sur de la isla a orillas del Atlántico, atribuye a la Península de Lizard una especial peculiaridad. Su clima, fundamentalmente oceánico, comparte la alta humedad atmosférica y las asiduas lluvias y neblinas con el resto del país. Sin embargo, las cálidas corrientes procedentes del Golfo de México hacen que en estas costas se disfrute de un microclima con las temperaturas medias más altas de todas las Islas Británicas.

En la antigüedad, su estratégica ubicación abierta al Atlántico convirtió a Lizard en un importante punto de tránsito marino. Desde sus embarcaderos se exportaban grandes cantidades de estaño al Mediterráneo. La abundante producción de este mineral hizo que esta región fuera conocida como “el país de estaño”. Todavía hoy en día se puede apreciar la herencia de aquellos tiempos de prosperidad minera en los adornos y picaportes de las puertas de los pueblos de los alrededores. Este enclave marino también fue protagonista de emblemáticos acontecimientos históricos, tales como el intento de invasión de la Armada Invencible Española en 1588, en el que cientos de barcos se hundieron en sus aguas.

Pero lo que más destaca de la Península de Lizard es, sin duda, su gran belleza natural. Los 17 kilómetros de caminos y veradas costeras que recorren su litoral dibujan la ruta de Caerthillian a Kennack. Esta ruta forma parte de la Reserva Natural Nacional de Lizard, considerada como Zona de Especial Interés Científico por la excepcionalidad de su flora y fauna. Las vistas al océano, bordeadas por espontáneas calas y verdes acantilados repletos de cóncavos recovecos y recónditas cuevas, transforman las largas caminatas en una aventura sensorial. Incluso hay muchos que se atreven a ahondar más en los secretos de esta puerta oceánica practicando escalada en sus pedregosas laderas o lanzándose sobre las olas en sus playas surferas.

Si nos desviamos por una de las veredas cercanas a la villa de Lizard, llegamos a un pueblo acogedor y pintoresco donde cada rincón esconde una referencia al mar en forma de arte. Murales y ornamentos de motivos marinos decoran las paredes de las casas, los escaparates de las tiendas locales y los jardines de los tradicionales pubs. En cualquiera de los paseos por la villa es imposible no toparse con uno de los sitios más legendarios del lugar, el Camping de Henry[1].

La ventana de la cocina de una enorme casa de piedra hace las veces de recepción. Nadie diría que el origen de esa construcción se remonta cinco siglos en el tiempo. Fue entonces cuando una humilde familia galesa se instaló entre aquellos parajes de paisaje oceánico. Ron, descendiente de aquellos primeros habitantes, fue la última persona en nacer en la casa. Vestido con un chaleco de colorines y un sombrero de copa, nos cuenta la historia de cómo sus progenitores llegaron a crear el camping que hoy dirige.

Henry era el nombre del padre de Ron y el nombre con que los aldeanos llamaban a la granja donde vivía con su familia. En sus principios había sido un establo de caballos hasta llegar a convertirse en una estación de taxi y área de descanso para conductores. En 1920 una caravana paró en la granja de Henry para reponerse del viaje. Venían desde el norte de Inglaterra cargados con ganado. Aquella pausa duró 40 años, durante los cuales Henry acabó comprando el ganado que traían al tiempo que continúo dando la bienvenida a más viajeros.

Hacía 1935 el área de descanso de Henry estaba al completo, por lo que empezó a acondicionar el lugar para sus huéspedes. Baños con duchas, merenderos techados, zonas de acampada y barbacoa, área de reunión alrededor del fuego, nuevos árboles y plantas, una tienda con víveres, una caseta para que los niños jueguen… han sido algunas de las instalaciones que desde entonces se han ido construyendo en el camping. Pero lo que más llama la atención es su original decoración artística. En cada esquina del camping se encuentran murales, dibujos, esculturas, viejas puertas recicladas en cuadros, un puente de madera con caras talladas, un corazón de estaño, un busto de buda, una mesa hecha de una tabla de surf, un banco mecedora, un sillón de piedra…Todo aportaciones de amigos, artistas locales, turistas o viajeros.

No solo el arte plástico envuelve el lugar, también la música y otras actividades recreativas y culturales conviven en el hogar de Henry. Todos los fines de semana, en especial con la llegada del buen tiempo, bandas, cantantes y músicos de los aledaños amenizan a los campistas con espectáculos de entretenimiento. Melodías de blues, jazz, folk, rock and rock, reggae… animan las noches alrededor del fuego creando un ambiente cálido y distendido. Tras el espectáculo, los campistas y lugareños continúan la reunión esparciendo sus propios talentos musicales acompañados con sus guitarras y otros instrumentos hasta que las últimas brasas se extinguen.

Este espíritu artístico toma todavía más fuerza a finales de septiembre de cada año durante el “Festival La Pequeña Gran Actuación, Fin de Semana Acústico”. Durante estos dos días, el camping se vuelve un escenario para todos los públicos donde disfrutar de la música y el arte. Con conciertos, teatro, baile, caminatas guiadas, yoga, terapias alternativas, cuentacuentos, talleres de pintura y artesanía… la familia Henrys celebra este año su quinto festival como anfitriones de un punto de encuentro único para los amantes de la naturaleza y el arte.

Esta energía emprendedora de origen galés no cesa en su expresión, sino que se materializa en varios proyectos, algunos consolidados y otros por venir. Entre los primeros esta la colaboración con una misión de caridad en Sudáfrica. Desde hace casi una década el Camping de Henry presta su espacio para recolectar donaciones y dinero en apoyo al hospital de Manguzi, consiguiendo considerables aportaciones cada año. En cuanto a las nuevas iniciativas, sobresale la construcción de un área de teatro techado dentro de las instalaciones del camping. El objetivo de este proyecto es ofrecer un sitio a los jóvenes intérpretes y dramaturgos para que den salida a su talento y afiancen la confianza en sus habilidades.

Otros planes, como la ampliación del camping, la plantación de nuevos árboles y plantas, la construcción de separaciones entre áreas de acampada, ocupan los días de Ron y su familia, junto con el laborioso trabajo de alimentar y cuidar de su lado salvaje: los animales de la granja. Dos llamas peruanas, dos cabras, dos cerdos, 20 patos, y 250 gallinas y pollos completan la parentela. Los últimos son los más exigentes y alborotadores, ya que necesitan de visitan regulares cada dos horas para recoger el éxito de sus incubaciones. Además, si te descuidas no dudan en apuntarse a tu cena campestre sin previa invitación.

Así se pasan los días en estas tierras sureñas de calado oceánico, quebrados acantilados, senderos costeños, decorados de estaño, de legado celta y mágica experiencia. Un lugar donde poder perderse y escapar de la incómoda meteorología inglesa o de las exigencias de la vida urbana de cualquier lugar del mundo. Un cálido rincón celta a orillas de la babilonia.

Notas

[1] http://www.henryscampsite.co.uk/