No sé cuántos de vosotros hayáis pensado en cómo está hecho un violín, porque el violín es un misterio, en parte viola de 3 cuerdas con voz de contralto y lira de 6 cuerdas con voz de soprano. El violín de nuestros días es el tenor y la fuerza de su voz depende de su cuerpo y de su alma. Para conocer un violín hay que preguntarse: de qué madera está hecho, por qué el diapasón está ligeramente inclinado hacia atrás. Si la parte posterior de la caja está hecha de una pieza o de dos piezas, la sinuosidad esbelta de sus efes y la vibración de su ánima. No sé si habéis pensado en la importancia del barniz o de la cola usada y sobre la cantidad de horas de trabajo que requiere crearlo. Qué importancia tiene la caja del violín y cuánto incide en su sonido el método de construcción, las herramientas, su forma y dimensiones y los materiales empleados.

El corazón del violín, su sonido, es todo y el mismo concepto de violín está tan altamente estandarizado que solo un experto o un músico sabe reconocer la diferencia y cuando escuchamos su canto percibimos cientos de pequeñas variaciones hasta llegar a perfección en un Stradivarius que es siempre un Stradivarius. Pero por qué, qué encierra este instrumento para hacerlo superior a los otros y las respuestas y el secreto de todo esto, está custodiado en la ciudad de Cremona, donde por siglos se han creado los mejores violines del mundo, siguiendo las tradiciones de Stradivarius, de los Guarnieri, de los Amati y Bergozi.

Miles de personas pasan por la ciudad de Cremona con las mismas preguntas y hoy me agrego a ellos en este laico peregrinaje. Esta es la belleza de Italia, cada ciudad tiene su historia y sus secretos. En algunas es el vino, en otras el queso. En la siguiente los coches, motores y el vinagre, después siguen los vestidos, los trajes, los sombreros de ala y los zapatos. También hay ciudades especializadas en las joyas, en la alfarería, en la impresión de libros. Pero, entre todas ellas, quizás el secreto del violín sea el más fascinante y enigmático.

Pero volviendo al violín y a Cremona, la diferencia está en la calidad del sonido, en el timbre y en la fuerza con la cual se proyectan las notas. Para lograr todo esto se requieren cientos de horas de minucioso trabajo, junto al mejor de los materiales disponibles y con un método de elaboración que requiere, además, años de experiencia, que solo se trasmite de persona a persona en un taller, trabajando cotidianamente horas y horas en una carpintería artística, donde todo depende del resultado, la voz del instrumento. La caja de resonancia, las efes del violín, el ánima, la madera, la cola, el barniz que determinan su timbre. Y esto es lo que realmente cuenta, la voz perfecta.

Para observar y aprender un poco sobre el trabajo de un lutier, visité a Katharina Abbühl, una artesana de origen suizo alemán que vive desde hace unos 25 años en Cremona y que ha dedicado su vida a los violines. Ella dio una respuesta clara a muchas de mis preguntas y me mostró como se trabaja la madera, la cola y barniz que se usa, como se juntan las piezas y la función especial del ánima del violín que aumenta las vibraciones y la resonancia. Yo no lo sabía, pero la cola de violines está hecha de pelos de conejo y es completamente inodora. Cuando un recalienta un poco el violín, la cola cede y la caja se abre.

Después de hablar con Katharina fui a visitar el museo del violín, donde pude seguir nuevamente el proceso, los materiales, las herramientas y el producto final con la posibilidad de escuchar el tono, la voz y el timbre de decenas de violines creados por los mejores lutieres de Italia y Europa, aguzando el oído para poder distinguir las pequeñas diferencias que hacen la perfección y para entender por qué muchos músicos expertos buscan un tono ligeramente oscuro.

Después del museo, pasé nuevamente al taller de Katharina con mis últimas preguntas y ella tuvo la bondad y el tiempo de abrir la caja de un violín para mostrarme las piezas internas y explicarme otros secretos, como las propiedades de la madera de los abetos de los Balcanes y cómo se preparaba la cola y el barniz. Katharina tocaba constantemente la caja, golpeándola con sus dedos para sentir su resonancia y esta la guiaba en la construcción.

La próxima vez que escuchéis un concierto con un primer violinista, probablemente su violín habrá sido construido en Cremona por alguno de los lutieres con más experiencia y el tiempo necesario para producirlo habrá sido de una 250-350 horas de trabajo artesanal altamente cualificado, ya que en el mundo son realmente pocos los que pueden producir un violín para un maestro. El costo del instrumento en algunos casos supera cifras astronómicas y los músicos pasan días en el taller perfeccionándolo para que este satisfaga todas sus exigencias.

Cremona, además, es una ciudad bellísima, bordeada por tres ríos, que encierra otros secretos como el del turrón y de la mostaza, pero estas historias las dejaremos para otra ocasión. Por el momento, gocemos la voz de un violín que recuerda el lamento del agua. Italia nos ofrece cientos de posibles descubrimientos en cientos de ciudades y cada producto encierra siglos de continuo perfeccionamiento en un proceso sin inicio ni fin. Este es el espíritu del artesano, el artista de los objetos cotidianos, que hacen una diferencia en todo lo que tocan, mejorándolo.