Hay pocas calles tan carismáticas en Madrid como la Gran Vía, y resulta un paseo imprescindible para cualquier visitante de la capital de España.

Su origen se remonta a comienzos del siglo XX, en el que un ambicioso proyecto urbanístico pretendía unir los dos barrios más prósperos de la ciudad: Arguelles y Salamanca. La solución pasaba por demoler algunos de los barrios más antiguos y peor acondicionados de Madrid, para sustituirlos por edificios de gran altura y elegante construcción. No en vano, algunos de los edificios más singulares de Madrid se encuentran justo aquí, como por ejemplo el Edificio Metrópolis.

Durante muchas décadas la Gran Vía ha sido el centro principal de ocio de Madrid, el lugar donde se encontraba la mayor densidad de cines y teatros de la capital. Por desgracia, hoy en día es más fácil encontrar en ella cadenas de tiendas de ropa y restaurantes franquiciados. En cualquier caso, sigue siendo un lugar fascinante para recorrerlo a pie, independientemente de la hora del día.

Desde que se concibiese, allá por 1862 tras la reforma de la Puerta del Sol, la Gran Vía fue la gran preocupación de las autoridades municipales. Cuando al fin se construyó, Madrid contó con lo que se podía denominar su Broadway particular: una calle que unía la Plaza de España con la Castellana, moderna, ancha y adecuada, para un tráfico que cada cada vez era más intenso.

La Gran Vía era y es un lugar de paseo en la capital, donde podemos encontrar cines, cafeterías y terrazas, Ha cambiado varias veces de nombre pero el cambio de denominación no fue demasiado traumático. Lo cierto es que siempre fue conocida como Gran Vía, por lo que al cambiar el nombre sólo hubo que convertir en normal lo que ya era normal entre los madrileños. Lo que sí que cambió fue su condición de centro del ocio madrileño. Los cines empezaron a perder espectadores ya al comienzo de los ochenta del siglo XX. Las grandes salas de fiesta, todo glamour y elegancia, comenzaron a derivar hacia espectáculos de destape que atraían un público bien distinto. Las cafeterías fueron sustituidas por locales de comida rápida.

Pero la calle más moderna de Madrid no decae, y en torno a su centenario comenzó una lenta recuperación que podría devolverle el esplendor de antaño, o al menos parar su progresivo deterioro. Tiene ambiente durante las 24 horas del día. Es muy difícil ver sus aceras vacías.

Al pasear por Gran Vía, si cerramos los ojos, podemos ver a los auténticos mitos del cine que asistieron a los estrenos de antaño. Quizá, simplemente el bullicio nos hará creer que estamos en el corazón de New York, pero no estamos en España, en Madrid y debemos disfrutar de ello.