Seguramente no soy la primera persona que escribe sobre Lisboa y sus alrededores, pues, ¡cómo no hacerlo! Lisboa es una ciudad tan maravillosa que, con certeza, quien pasa por sus lares, no puede dejar de admirar toda la belleza y encanto que encierra entre sus calles, así como la poesía que cuenta su luz por sí sola; la misma que ha servido como inspiración a muchos poetas y artistas por su naturaleza seductora.

La Praça do Comercio, desde donde se puede contemplar la majestuosidad del río, puede ser un buen punto de partida para comenzar a recorrer el encanto de Lisboa. Esta plaza fue reconstruida después de un terremoto en 1755 que provocó un tsunami que arrasó toda la Baixa y buena parte de los otros barrios de entonces. Se puede también subir al mirador que está en la misma plaza donde se tiene una postal de Lisboa en vivo y a todo color. Estén preparados para visitar muchos miradores: desde cada uno se tiene una postal diferente de Lisboa.

Terminando nuestro tiempo en la Praça do Comercio podemos continuar nuestro recorrido a pie con rumbo hacia el castillo de São Jorge, en donde pasaremos por la Sé de Lisboa (la catedral) cuya construcción data del año 1147 y está dedicada a Santa María. Sin pensarlo dos veces, vale la pena visitar este recinto religioso.

Saliendo de la Sé, seguimos con nuestro recorrido colina arriba y paramos en el primer mirador que encontraremos, desde donde se puede obtener otra vista del río iluminado por la luz de Lisboa que nos dejará maravillados.

A pesar de que Lisboa cuenta con un muy buen sistema de transporte público, les recomiendo recorrer la ciudad a pie, pues de esa forma es posible conocer los secretos escondidos que esta ciudad guarda, como entrar en una lonchería que encontremos en nuestro camino y pedir un pastel de bacalhau (croqueta de bacalao) o quizás un pastel de nata acompañado de un garoto (café espresso con un toque de leche), cosas que son súper típicas de Portugal.

Después de una parada breve para comer o tomar algo, podemos seguir nuestro recorrido hacia el castillo de São Jorge, que nos hará sentir personajes de un cuento de caballeros y dragones.

Sugiero que salgan del castillo antes del atardecer para que puedan ir a alguno de los miradores situados en las colinas de Lisboa, aunque, en mi opinión, el mejor es el Miradouro da Graça, pues desde ahí se puede observar la puesta del sol sobre Lisboa detrás del río. Un espectáculo verdaderamente mágico.

Después de este recorrido, restan aún muchísimas cosas para ver dentro de la ciudad misma, como Chiado, el Bairrio Alto, Marquês do Pombal, en fin, pero quiero contarles también un poco a cerca de los alrededores de Lisboa.

Una vez que hayamos terminado nuestro recorrido por Lisboa, no hay que pensar que todo terminó, pues ahora es momento de ir a la estación de trenes de Santa Apolónia y tomar un tren rumbo a Cascaes o, en portugués, Cascais.

Cascaes es una pequeña ciudad portuguesa de pescadores que se encuentra a 30 km de Lisboa y pertenece al mismo distrito de Lisboa. Cuenta con una población aproximada de 33.000 habitantes.

Caminar por las calles de su centro histórico, pasear por sus parques o simplemente sentarse en la orilla de la playa a contemplar el mar es algo realmente fantástico. Sin embargo, si se visita Cascaes, no se puede dejar de ir a la Boca do Inferno, que se encuentra a aproximadamente kilómetro y medio del centro de Cascaes sobre la ribera, lo que nos garantiza una caminata espectacular hasta ese punto.

Boca do inferno, es el punto más occidental de Europa Continental por lo que ese punto es lo más cercano que se puede estar de América estando en Europa Continental.

Podría escribir un sinfín de cosas sobre Lisboa y sus rededores, pero no me alcanzaría la longitud de este artículo para ello. Lo único que puedo hacer es terminar con las palabras del poeta portugués Fernando Pessoa, quien, en su poema “Lisboa con sus casas”, dice:

Sonrío porque aquí, recostado, es otra cosa.
La fuerza de lo monótono, es diferente.
Y, a fuerza de ser yo, duermo y me olvido que existo.
Queda solo, sin mí, porque la olvidé al dormir,
Lisboa con sus casas
de varios colores.