Y habiendo orado, dijeron: "Tú, Señor, que conoces el corazón de todos, muéstranos a cuál de estos dos, Justo o Matías, has escogido para ocupar este apostolado del cual Judas se desvió". Echaron suertes y la suerte cayó en Matías.

(Hechos de los Apóstoles, 1, 26)

Habría que remontarse al siglo I, a los tiempos de la traición de Judas, para tener constancia de cuándo se pronunció por primera vez esa última frase a la que el paso de los siglos y la tradición oral le han otorgado el valor de refrán popular.

Et cecedit sors super Mathiam ("y la suerte cayó en Matías"). Rotunda, categórica, con ese carácter absoluto propio que le otorgó tan regia labor al frente de la Corona de Castilla, pronunció la Reina Isabel la Católica aquel pasaje surgido bíblicamente quince siglos atrás, sabedora del inmenso poder que recaería sobre su nieto recién nacido, el futuro emperador Carlos I de España y V del Sacro Imperio Germánico.

Eran las 3:30 h. de la madrugada del 24 al 25 de febrero de aquel año bisiesto de 1.500, día de San Matías.

Gante amanecía días después engalanada, dispuesta a recibir la comitiva real que encabezaban Felipe el Hermoso y la denostada Juana la Loca. La ruta ceremonial planeaba su paso desde el Prinsenhof hasta la Iglesia de San Juan, hoy Catedral de San Bavón, lugar donde el heredero sería bautizado.

Desde entonces, más de cuatro siglos después, Bélgica aún sigue recordando los pasos de su personaje más “real”, el gran emperador, Carlos de Habsburgo.

Tras los pasos de Carlos V

Gante lo vio nacer, pero fue Bruselas la que más ligada estuvo al corazón del gran emperador. Aún así, siendo ambas ciudades las más simbólicas para el monarca, sus huellas son visibles por toda Flandes.

Como todo árbol regio, nuestros pasos deben comenzar por sus raíces, por aquellas donde yacen tanto su abuela materna como parte de su padre. Es en Brujas, la bella joya flamenca, en la Iglesia de Nuestra Señora donde reposan los restos de María de Borgoña junto al corazón de su hijo, Felipe el Hermoso, padre de Carlos V.

No muy lejos, en pleno centro de la ciudad, la figura imperial parece observar desde la fachada del Ayuntamiento en la plaza Burg, del mismo modo que lo hace desde el frontal de la Basílica de la Santa Sangre.

Con Malinas tuvo siempre una especial relación el emperador. Ocho años permaneció en edad infantil para recibir educación de su tía Margarita en el Palacio que hay cerca de la Iglesia de San Pedro y San Pablo.

También en la misma Grote Markt de esta ciudad se puede ver su busto al igual que en el adyacente Ayuntamiento, donde sobre una chimenea luce el escudo de la Casa Real.

Fue tal la afiliación de Carlos con esta ciudad que, dicen, aquí disfrutaba de sus mejores cervezas. En su recuerdo, la fábrica Het Anker elabora la cerveza Gouden Carolus, una de las más premiadas birras flamencas. Curiosamente, en esta ciudad aún se mantiene una antigua posada en la que Carlos V se tomaba sus bebidas, la posada In Den Engel, hoy día con un apelativo mucho más modernizado, el Restaurante Den Beer.

No deberíamos despedirnos de esta ciudad sin antes acercarnos a Lier, localizada a escasa distancia de la ciudad malinense, para hacer una visita mucho más familiar e íntima, pues en la iglesia de San Gumaro fue donde se casaron con una fastuosa ceremonia sus padres Felipe y Juana.

Malinas lo vio crecer, pero siempre Gante y Bruselas fueron sus bastiones personales, aquellas donde se produjeron los hechos más importantes que le dieron fama y forjaron a la figura imperial que hoy día se conoce.

En Gante, aquella ruta ceremonial que abría la comitiva camino a la Iglesia de San Juan salía del Prinsenhof.

Era la Casa de los Príncipes la residencia permanente de sus padres, y fue allí donde nacería la persona que más poder y títulos ha acumulado bajo su gobierno. Desgraciadamente, de aquel palacio principesco solo nos queda la “Puerta Oscura”, ubicada justo al final de la calle Prinsenhof.

Tampoco se mantiene demasiado firme la fachada de un curioso edificio de la Burgstraat, “la casa de las cabezas coronadas”, donde vigilan constantemente el paso de sus transeúntes los bustos de los antiguos emperadores del Sacro Imperio Románico Germánico.

Sin embargo, la nota especial en Gante debemos dársela a la Catedral de San Bavón, en cuya pila bautismal, bajo el tríptico de la “Adoración del Cordero Místico”, fuera bautizado Carlos V.

La ruta no puede terminarse sin antes viajar a Bruselas. La actual capital belga fue la sede de la corte imperial, el centro desde el que se dirigían no solo los designios del Sacro Imperio, sino también los de todo el Imperio español.

Precisamente en la Grand Place se alza la Mansion du Roi, nombre peculiar que puede llevarnos a confusión, pues jamás vivió ahí, sino que se construyó después en su conmemoración. El que fuera Palacio de Carlos V se alzaba en la zona donde hoy está el Palacio Real, en la colina Coudenberg. Ahí sería coronado, en su Aula Magna, como señor de los Países Bajos en el año 1.515, y allí mismo, cuarenta años después, abdicaría anunciando su retiro al Monasterio español de Yuste.

Desgraciadamente, de aquel palacio apenas nada se conserva, pues fue arrasado por un incendio en el año 1.731. Aun así, y aunque el Gobierno belga está haciendo todo el esfuerzo por recuperar parte de su esplendor, se pueden visitar sus restos arqueológicos a través de una entrada que hay en el cercano Museo Belvue.

Acababa así, con aquella abdicación, el Gobierno del más grande emperador europeo, bajo cuya soberanía se unieron los Países Bajos y el Franco Condado procedentes de su herencia borgoñona; la Corona de Castilla y las colonias americanas de la herencia materno castellana; la Corona de Aragón y Cataluña, más Sicilia, Cerdeña y Nápoles por parte de su abuelo Fernando, y todo el Imperio Románico Germánico, más Austria y el Tirol proveniente de la Casa de los Habsburgo.