La modernidad planteó como edificio tipo que resumía su progreso el rascacielos de oficinas, tal y como I. Abalos y J. Herreros exponían en su brillante Técnica y Arquitectura en la ciudad contemporánea: 1950-2000, como icono que representaba las consecuciones técnicas de una época (control del clima, edificación en altura, profundidades edificables, introducción del ascensor…etc).

La siguiente época existencialista nos devolvió a la escala más íntima, al lugar de las personas, a la casa, a sus propiedades, sus objetos, como icono del habitar postmoderno, en una vuelta a las raíces. Ya no nos referíamos al progreso técnico o a una cultura conceptualizada, sino a la cultura del pueblo llano, del habitante entendido como ser humano con sus complejidades individuales.

Aparece entonces un paréntesis que podría significar la aparición de los no-lugares de M. Augé, como modelo de espacio habitado tipo de una sociedad en tránsito, literal y conceptualmente, de una sociedad líquida en un momento de crisis ante la llegada de una nueva cultura de la información, que altera las ideas de espacio y tiempo y supone un cambio de paradigma con ellos no resuelto.

Tras esta situación, proponemos como hipótesis la aparición de un nuevo modelo de espacio habitado como icono de nuestra era digital: el hotel. Frente a los no-lugares, éste es hoy el hiperlugar, el lugar de lugares, un espacio que se reconfigura día a día, minuto a minuto, con sus usuarios, en una pluralidad de espacios y de tiempos.

Gracias a la facilidad de los desplazamientos, la cultura del turismo, a las tecnologías que llevamos y que conectamos a una red común, el espacio del hotel se define como un espacio contemporáneo y ubicuo, continuamente cambiante cuya materialidad ya no deriva o se adscribe necesariamente a un progreso técnico, constructivo, formal o conceptual, sino que asume la implementación de las TIC y permite que sus habitantes reúnan en un punto de la red sus diversas experiencias individuales.

Todas las características del espacio ubicuo contemporáneo convergerían en este modelo planteado: así, sería un espacio aplicado, en el que los usuarios implementan sus diferentes personalidades y espacios privados que viajan con ellos. Un espacio de espacios ubicuos, un lugar de lugares privados. También sería un espacio informal, en la medida de que no necesita una forma predeterminada, un tipo constructivo (rascacielos, casa…), sino que admite cualquier configuración, tanto exnovo, como resultado de rehabilitación de edificios existentes para este uso.

La condición háptica queda clara en la propia esencia del concepto hotel, como un lugar de, fundamentalmente, descanso y relación con el propio cuerpo, cuya función originaria es la de ofrecer relax y ocio. La proactividad está cada vez más implantada en ellos, aparte de la necesaria Wifi en todos sus espacios en su condición de edificio servidor, en el que personas podrán recibir información ubicuamente en los espacios comunes o privados mediante las TIC existentes en él.

La multicronicidad de los tiempos que portan sus usuarios resulta por definición evidente y la condición de lugar utópico (ajeno de su situación física) parece consustancial con el concepto de hotel. Hoy ya no es extraña tampoco la posibilidad de uso del hotel “reservado por horas”, en el que el concepto “densidad de uso” se hace cada vez más presente.

La mundaneidad y globalidad de su espacio puede perfectamente verse reflejada en la multiplicidad de nacionalidades que se reúnen en él diariamente, posibilitando la mezcla, la hibridación cultural, en la que sus usuarios diariamente coproducen el espacio interactuando con él, usando sus servicios, gracias a la mezcla de actividades y necesidades que portan consigo y la potencialidad que la tecnología ubicua ofrece.

El espacio del hotel resulta así dialogado, puesto en común, utilizado por diferentes actores, acordando lugares de reunión, sistemas de trabajo e interacciones cada día diferentes, nuevas. Resulta así el hotel como nuevo modelo propuesto para un proyecto que refleje la esencia de la actual era digital, integrando muchas de las características de la ubicuidad contemporánea que defiendo y propongo y que se materializan en este nuevo icono construido que la era digital aporta a la historia de los modelos y tipos arquitectónicos.