Me acaban de encargar uno de esos proyectos por los que un arquitecto vendería su alma: reformar uno de los maravillosos dúplex en el edificio de la C/ Sta. Mª Micaela, en Valencia, del arquitecto Santiago Artal Ríos. Se trata del edificio residencial más importante de la Comunidad Valenciana, icono de una modernidad lejana y lamentablemente casi olvidada, un ejemplo de tenaz radicalidad llevado al límite de las fuerzas personales.

Me gusta hablar de radicalidad porque lo bueno es siempre radical. Radical, “de raíz”, de ir al germen de las ideas, de las propuestas, de las soluciones y de las decisiones aplicadas frente a un sistema que no lo favorece. Este magnífico edificio sigue enseñándonos cómo la arquitectura se puede y se debe hacer desde una mirada comprometida con su época, sin dejar de proponer ideas que otros seguirán, sin estridencias, porque no las necesitan.

Una visita nos descubre el sinfín de buenas y ejemplares soluciones se han tomado en todas sus escalas. Desde la urbana hasta la más íntima perteneciente al mágico espacio interior de cada célula. Porque los volúmenes no aceptaron la normativa urbanística vigente y gracias a ello hoy están sabiamente dispuestos para aprovechar la fresca brisa marina, para dejar que el sol penetre en todas las viviendas, y para protegerse de un poniente voraz que por estas latitudes todo lo abrasa.

Porque hay un patio interior definido por los tres bloques que resulta un lugar de gran belleza. Un escueto y bien ordenado jardín protege un estanque donde los niños juegan a cualquier hora, y desde el cual se accede a los distintos núcleos de circulación que se muestran generosamente a él. Porque los corredores exteriores inundan de luz y vida al edificio y sus habitantes se sientan a charlar “a la fresca” creando comunidad. Porque en cada nivel hay un conducto para vertido de basura comunitario. Y porque originalmente existía una lavandería también compartida, de uso público.

Y porque el espacio interior de la vivienda es un ejercicio de precisión, mimo e inteligencia. Un dúplex que se articula en torno a un conducto vertical de instalaciones que ensarta todos los niveles. Una galería vertical accesible que permite acceder a todos los servicios técnicos de manera cómoda y lógica. Resulta así un espacio flexible con toda la profundidad que conlleva esa palabra. Cualquier organización funcional, gracias a esa “chimenea” hueca, es posible. De nuevo se hace realidad aquello que tanto me gusta recordar: La flexibilidad la dan los elementos rígidos, nunca el espacio vacío.

Y así van apareciendo pequeñas maravillas: Una circulación perimetral alrededor de un baño central exento, rematada con un bellísimo balcón sobre la planta baja. Una escalera con una barandilla de pletina en posición vertical para recordar que la geometría siempre estuvo ligada con la inercia. Un pequeño antepecho de 50 cm que corta la relación interior-exterior entre estancia y terraza para poder colocar un cómodo sofá. Unas instalaciones incorporadas desde el encofrado para demostrar el control absoluto de la forma desde el proyecto. Unas carpinterías finas y elegantísimas. Una luz…

El reto es enorme. Pero estoy dispuesto a honrar al maestro. Va por Vd.

Edificio de Viviendas en c/ Sta. María Micalea (1958-1961)
Arquitecto: Santiago Artal Ríos