La necesidad de analizar aspectos del pasado y del presente desde la memoria, de reivindicar lo local y el interés por la alteridad y la antropología posmoderna nos llevan al giro etnográfico. Este giro nos sitúa además ante un nuevo paradigma de artista, "el artista como etnógrafo" (concepto acuñado por el teórico Hal Foster a mediados de los 90), una práctica artística no interesada exclusivamente en asuntos económicos o sociales, sino también en cuestiones identitarias y culturales. Y podríamos decir que el artista Marcos Ávila Forero se mueve en este terreno, cuya deriva actual incorpora la complicidad como modus operandi, recurriendo a una auto-etnografía que busca recuperar la historia de su país de origen, Colombia, y de otros contextos en los que trabaja, más allá de las fronteras físicas y territoriales y analizando el desplazamiento forzado y el fenómeno migratorio. Su trabajo se construye a partir de la pregunta ¿cómo viajan y se transforman los seres humanos, los objetos y las ideas? Un desplazamiento constante que nos enseña lo que hay más allá de las fronteras que conocemos, un acercamiento a la realidad del otro.

Los proyectos que forman Paisajes Revoltosos parecen evocar un “fuera de campo”: el de una historia, un recorrido, un viaje o un encuentro entre el artista y las familias, los artesanos, las comunidades, las poblaciones, los pueblos; en definitiva, el ser humano que está en el centro de sus trabajos, convirtiéndose en el protagonista principal acarreando una historia encarnada, la historia de una huída, de un conflicto armado, de una búsqueda, de un nuevo camino. Podríamos hablar de “micro-historias” que buscan no tanto demostrar sino más bien explorar la migración humana a través de la violencia, la miseria y las historias personales, partiendo de asuntos locales pero buscando en último término su dimensión global.

Marcos Ávila Forero se implica tanto a nivel personal como artístico en sus trabajos, adoptando un rol activo y analizando la realidad tanto física como psicológicamente, como un “lugar diatópico” de la memoria. Por lo tanto, sus trabajos políticamente comprometidos dan testimonio de realidades complejas y a veces violentas. Realidades como la de las familias de las chabolas de la región de Santander, en Colombia, que se ven desplazadas de sus tierras a causa del conflicto armado en el campo, una historia tejida en las alpargatas de Zuratoque (2013); o realidades como la de los descendientes de los grupos de esclavos fugitivos que se asentaron en territorios rebeldes en América del Sur huyendo del colonialismo francés en el s.XVIII, un relato narrado a través de las pieles en bruto de los tambores trabajadas según la técnica tradicional de los Palenqueros (2013).

Otro factor que tienen en común todas las obras presentadas en la exposición Paisajes Revoltosos es esa dimensión paisajística que las caracteriza, dando unidad al proyecto. El espectador se sumerge en el paisaje político de Colina 266 (2010), un paisaje desolador y nebuloso que da testimonio de las cicatrices de la Guerra de Corea, en la que un batallón de 1080 soldados colombianos fueron enviados por el Estado de Colombia para apoyar las tropas de la ONU durante el conflicto. O el paisaje sonoro de Atrato (2014), sonido que nos habla de la experiencia de un grupo de residentes locales de origen afro-colombiano de la "violencia familiarizada" del conflicto armado.

Atrato es un río que cruza el bosque de Chocó, Colombia, y en este contexto, una de los principales arterias del conflicto de este país. El artista, junto con un grupo de investigadores y músicos, pidió a estos residentes de la zona que recuperasen una de sus antiguas costumbres que consistía en golpear la superficie del río con manos y brazos. Con esta acción reproducían un sonido inspirado en los ritmos locales, creando música percusiva, y a través de ella se reproducía los sonidos de las explosiones y los impactos de las balas, sonidos tristemente familiares para los habitantes locales.

Del paisaje sonoro de Atrato pasamos al paisaje fotográfico de Estenopeicas de Paisajes Revoltosos (2014), una región de Colombia que con el tiempo se ha convertido en uno de los escenarios del conflicto social civil ligado a las necesidades de reforma agraria del país. En esta obra, el paisaje se convierte en el ojo fotográfico, en concreto, las casas de los campesinos se transforman en cámaras estenopeicas con el fin de captar una sola imagen fotosensible. A través de este proceso son revelados los escenarios de clandestinidad y de desaparición, las casas de las familias campesinas, estos espacios de protesta que se inscriben en cada vivienda y su historia.

Por último, el vídeo La Sucursal del Paraíso (2010) está marcado por la ausencia de personajes, situando al espectador en un espacio suspendido entre la imagen de la parte trasera de un camión y el relato de la historia de un pueblo que huyó a causa de un conflicto armado; está en nosotros imaginar ese paisaje narrado por la voz en off. Marcos Ávila Forero muestra de manera humana, sensible y poética realidades difíciles y duras en todas sus obras, convirtiéndose en testigo y cómplice de estas historias, confrontando las barreras geográficas e ideológicas que existen hoy en día. Fronteras imperceptibles que separan la ciudad de la montaña, el extranjero del autóctono, la clandestinidad de la legalidad, la pobreza de la riqueza, la tradición de la modernidad.

Los trabajos expuestos en ADN Galería destacan por re-presentar experiencias de la vida cotidiana concebidas a modo de performances que el artista entiende como formas alternativas de historia y memoria, que transportan el conocimiento local de la realidad más allá de fronteras, tiempos y lugares.

Marcos Ávila Forero

Vive y trabaja entre Paris y Bogotá

Marcos Ávila Forero nació en Paris en 1983, actualmente vive y trabaja entre París y Bogotá, Colombia. En el año 2010 Marcos cumplió sus estudios en la Escuela Nacional Superior de Bellas Artes de Paris, obteniendo los diplomas DNAP y DNSAP con mención del jurado. En 2012, después de haber sido becado por el Prix Découverte des Amis du Palais de Tokyo (Discovery Prize), fue introducido por su maestro Giuseppe Penone para formar parte de la residencia de artistas de la Fundación d’Entreprise Hermès. Ha sido galardonado con el Loop Award (2014, España) con su trabajo “À Tarapoto, un Manati”, la Residency Prize Hermès (2013, Francia), y el Premio Multimedia Des Fondations de Beaux Arts (2011, Francia). Su trabajo ha sido particularmente expuesto en el Palais de Tokyo y la Galería Dohyang Lee en París, y en el Centro de Arte Casa Redada en Bogotá, Colombia.

Cada obra de Marcos Ávila Forero se basa en un encuentro con una historia única, con un personaje o un evento, expresado a través de una performance, un vídeo o una instalación, usando a menudo materiales cotidianos y primarios. Los trabajos políticamente comprometidos de Marcos Ávila Forero exploran la violencia, la pobreza y las historias personales cruzadas con el destino de su país de origen, Colombia.