Para Julio Pacheco Rivas (1953), el espacio representado en sus obras no es totalmente imposible como podría serlo el del surrealismo. El crítico Roberto Montero decía que lo que hay en sus trabajos son situaciones “contrafácticas” en las que solo falta un dato, una señal o un código para explicar lo que pasa en la obra.

Nos cuenta que antes de trabajar con la computadora “las cosas se daban de una forma como sonámbula, una línea me llevaba a la otra y a medida que eso se acumulaba, en una serie de referencias espaciales, se convertían en un discurso; luego, en pos de ese discurso, tomaba otras acciones. Rara vez supe específicamente lo que quería hacer ... se iba dando mediante el trabajo continuo”. Posteriormente, con las herramientas digitales, surgieron otros procedimientos que le permitieron definir el trabajo, primero técnicamente, para después pasarlo a la tela. Los programas 3D lo ayudaron muchísimo respecto a la proporción, al color, etc., haciendo primero un “justo equilibrio” entre la parte sensible y creativa para amoldarla a esta nueva herramienta.

En el Arte

Algunos de sus trabajos describen una crítica a la modernidad, la cual Julio Pacheco ve como un discurso paralelo que desprende unas consecuencias que la tocan, incluyendo, en ocasiones, a la posmodernidad. Estos temas están planteados casi como una obsesión que desembocó en un lenguaje alrededor del espacio arquitectónico. Posteriormente, aparecieron los objetos cotidianos en sus pinturas: sillas, tobos, escaleras, cepillos… algo que paradójicamente no abandona la idea de perspectiva y monumentalidad propias de la arquitectura porque nos asegura que “los objetos pueden ser las maquetas de esos grandes espacios y viceversa... el manejo del objeto tiene todo que ver con el espacio aunque se trate de dos magnitudes diferentes”.

Esta relación no se aparta de la idea del hombre en la obra, pues aunque no se trata de una montaña o un paisaje, sí de una construcción racional, en donde “están presentes las construcciones del hombre a través del manejo de la perspectiva”. Tal vez por eso el espectador suele preguntarse por qué no hay nadie, o por qué no está representada la figura humana, pero “allí está… en su propia construcción”.

Esta inquietud “nació en el tiempo en que viví en San Cristóbal (Mérida), en los años 50, una ciudad con edificios recién hechos, intactos, limpios, perfectos, rectilíneos… eso para mí tenía mucho protagonismo. Mis primeros recuerdos tienen que ver con espacios arquitectónicos, con escaleras, pasillos, vigas y columnas”.

En la escuela

Inicialmente el trabajo de Emerio Darío Lunar fue la más importante influencia de Julio Pacheco Rivas. Dice que muy sinceramente asumió esta influencia "hasta que el tiempo me fue dando mi propio camino. Empecé a hacer mis trabajos como dibujos de torres de papel en espacios que estaban indefinidos, y poco a poco empecé a darles una ubicación más certera agregándoles fondo o piso. Estas torres de papel se fueron complejizando hasta que un día desaparecieron y el espacio fue el protagonista principal en la obra”. Ana Mercedes Hoyos, artista colombiana, también fue una gran influencia en su momento cuando vio su trabajo en los años 70, en una colectiva de artistas.

Cuando llegó al Taller de Arte Experimental, fundado por el conocido Víctor Varela, ya era otro momento, estaban los reconocidos artistas locales Santiago Pol, Oscar Vásquez, Víctor Hugo Irazábal, Luis Ludert, los cuales “eran un poco mayores que yo, pero de igual forma fue una experiencia de taller en la que no existía la figura de maestro-estudiante”.

Por otro lado, su experiencia artística fuera del país, en París, le dio la oportunidad de exponer a los dos años de haber llegado allá, en la Bienal de París y en algunos salones importantes como el Montrouge. “Fue muy enriquecedor y esos diez años que estuve allá fueron muy provechosos. Mi carrera en Caracas fue muy rápida y endiosada y corrí el riesgo de pensar que ya había logrado mucho. En Europa me di cuenta de que no era así, de que me faltaba mucho por aprender para lograr algo de verdad. Tenía que esforzarme para no repetir esquemas de trabajo que vienen con el éxito del mercado que muchas veces te presiona para producir siempre lo mismo, como una fórmula”.

En la calle

“Uno siempre tiene la duda de si de verdad puede hacer algo para las personas con su trabajo, algo que trascienda”. En este sentido el proyecto Pedagogías Sensibles, en el año 2012, de la Feria Iberoamericana de Arte de Caracas, sirvió para medir el alcance que tiene la obra de arte y “me hizo creer más en las posibilidades del arte para hacer cosas por la sociedad. El feedback que tuve en esa escuela en particular, en un barrio caraqueño, en donde se cree que el arte a veces no tiene cabida, me llenó mucho y creo que esto es lo más importante que he hecho en toda mi carrera”.

Sin embargo, afirma que hoy se le han cerrado un poco las puertas a muchas exposiciones importantes que refresquen y den nueva información. “Todo lo estamos obteniendo de revistas y de la web, pero no es suficiente. No ha habido el estímulo para los jóvenes, ni espacios para mostrarlos de una manera digna, digo: ambiciosa. Hoy en día no se puede montar una obra en la pared y pensar que eso basta, se requiere otro tipo de cosas que en la mayoría de los casos necesitan dinero. Las cosas se hacen en pequeña escala y no es significativo. Las galerías han tenido que tomar el papel de los museos para esto porque, por ejemplo, sus colecciones no tienen una completa representación del arte joven de los últimos diez años. Esta situación ha obligado a muchos artistas a salir solos al exterior de una manera más radical que cuando uno salía con una beca, apoyado por una institución. Esto ha superpuesto muchos obstáculos en la carrera del artista joven, que hoy no tiene nada garantizado”.

De esta forma nos acercamos a las aparentes arquitecturas irreales de Julio Pacheco Rivas, en la que palpamos su imposibilidad de ser en el espacio tridimensional. Son obras en las que ahora vemos espacios prácticamente virtuales, que sin embargo no escapan a la racionalidad, o a la perspectiva, al espacio y al tiempo; conceptos racionales aunque abstractos.