Coherente hasta el último suspiro,
esta nueva adición al panteón de los impresionistas
barra posimpresionistas, nos demuestra que se puede
vivir inmerso en un período revolucionario
y no perder la calma.

Estilísticamente, Bonnard pertenecía a los Nabis, esos profetas del color que se juntaron para revolucionar el mundo del arte siguiendo las enseñanzas de Gauguin. Ahí es donde nace su pasión por la combinación de tonos vivos, por el empleo del cuadro como metáfora de la naturaleza y, al mismo tiempo, como elemento decorativo. Como él mismo solía decir: «la pintura debe sobre todo ser decorativa. El talento se demuestra en la forma en que se distribuyen las líneas».

Su pertenencia a la banda de los Nabis no duró mucho, era demasiado joven para comprometerse durante mucho tiempo a nada. Su evolución como artista continuó imitando las escenas parisinas de la época y los paneles decorativos al estilo de Toulouse-Lautrec. Fue gracias a estos últimos encargos que alcanzó la fama y se decidió finalmente por abandonar la carrera jurídica que su familia le había programado. Más tarde, continuó explorando diversos estilos y medios hasta que entendió que no quería seguir las modas vanguardistas de principios del siglo XX, o expresar el malestar de una sociedad en vías de desintegración, sino todo lo contrario, el solo quería pintar la intimidad de lo que le rodeaba. Con esta decisión lograba la coherencia que le caracterizó hasta el final. Desde ese momento se retiró al campo y pintó con los colores más llamativos que pudo, los temas más cercanos que le rodeaban. En una ocasión le pidieron que pintara una naturaleza muerta con una serie de objetos de gran belleza y su respuesta fue: «No he vivido lo suficiente con ellos como para pintarlos»1.

Si hubiera que describir a Bonnard en dos palabras serían luz y familia. No por menos, se marchó a un pueblo en una zona conocida por la intensidad de la luz, donde muchos de sus compañeros de profesión también buscaron inspiración. La conocida como zona del Midi, acogió a pintores como Matisse, Renoir, Cézanne, Van Gogh, Picasso y otros que buscaban lo que atrae a las polillas, la luz, eso que hace vibrar los colores, camufla los contornos y acentúa los contrastes entre la claridad y la oscuridad. Allí se estableció en un pueblo llamado Cannet, en una casa en una colina de las afueras, que hizo reformar completamente para poder observar la luz sin impedimentos y sin necesidad de ir a ningún lado. No era él un adepto de la pintura en plein-air, como preconizaban sus inmediatos predecesores, los impresionistas, a los que criticó en un principio y a los que acabó pareciéndose más que nadie, gracias a sus paisajes y a su temática intimista.

Se mudó al Midi con la que fue su compañera durante muchos años, Marthe de Méligny (de nombre verdadero Maria Boursin y cuya historia con Bonnard es de poema 2), a quien retrató en innumerables cuadros, haciendo de ella musa, y sujeto de algunas de sus más famosas obras maestras. Entre ellas, las series dedicadas a los desnudos de baño, y más concretamente los desnudos en la bañera, cuando durante la enfermedad de su esposa, esta se veía obligada a pasar largos ratos así postrada. La relación amorosa entre ambos, de la que existen numerosas fotografías3, ha sido objeto de exposiciones e incluso juicios, pues tras la muerte de Marthe, Bonnard falsificó un documento para poder seguir trabajando en su casa y eso hizo que sus descendientes perdieran todos los derechos sobre la herencia, que pasó a manos de la familia de su mujer. Por suerte, uno de los marchantes de arte más conocidos del siglo XX, era conocedor de la situación y, en un alarde de altruismo, se alió con la familia de Bonnard para quedarse con todo él solo (aunque luego compartió un poquito con todos)4.

A lo largo de su vida, Bonnard fue criticado con vehemencia, siendo Picasso uno de sus mayores detractores. En una época donde la experimentación era la norma, parece que no veía con buenos ojos que se redujera a la sensibilidad de la naturaleza y transmitir calma: «La pintura no es una cuestión de sensibilidad. Hay que usurpar el poder, ocupar el lugar de la naturaleza y no depender de las informaciones que te da»5. No obstante, otros artistas supieron ver otras cualidades que les sirvieron de inspiración, como Balthus, que comentó de Bonnard que de él aprendió que todo puede ser objeto de un cuadro, hasta un radiador. Como nos pasa a todos, supongo, no podemos gustarle a todo el mundo. Y Bonnard no era de los que buscaba conflictos. En 1925, como decíamos antes, se fue a su pueblo, a una casa apartada, y el que quisiera que fuera a verle: «Encontrarás nuestra casa en la avenida Victoria, es la calle más alta del vecindario ―la casa es rosa»6.

Desde hace años, Bonnard ha sido objeto de una insistente recuperación y debate que comienza a situarle a la altura de los grandes maestros impresionistas. Los precios de sus cuadros están aumentando en cada subasta y están empezando a alcanzar la cifra del millón de dólares7, gracias en parte a las numerosas exposiciones, entre ellas la que tendrá lugar en la Fundación Mapfre, y a las numerosas alabanzas que los críticos vierten sobre su obra en conjunto, sin hacer distinciones entre lo bueno y las posibles carencias de algunos trabajos. Bonnard padecía una ligera aversión al diseño preliminar y existen pocos dibujos preparatorios de sus cuadros. Por eso algunas figuras en sus pinturas están ligeramente mal cristalizadas. Él prefería plasmar directamente en colores las impresiones que le provocaban las situaciones diarias. Y ahí es donde reside su fuerza, en la espontaneidad, en la intimidad y en la impactante expresividad de sus cuadros. «No se trata de pintar la vida, sino de hacer que la pintura rebose vida»8.

Texto de Álvaro San José

Notas

1 Citado en Dita Amory, «The Presence of Objects: Still Life in Bonnard's Late Paintings», en Pierre Bonnard, The Late Still Lifes and Interiors (catálogo de exposición). (2009). The Metropolitan Museum of Art, New York, p. 26. [traducción del autor]
2 Notas (en inglés) de David Owen, consultables en davidowenartstudio.blogspot.com
3 La Reunión de museos nacionales (RMN) atesora una significante colección consultable en www.photo.rmn.fr
4 Daniel Wildenstein lo cuenta en esta entrevista con el magazine L’Express (en francés). www.lexpress.fr
5 Citado en Gilot, F. y Carlton, L., Vida con Picasso. (1965). Barcelona: Ediciones B, p. 64.
6 Citado en Antoine Terrasse, Bonnard: The colour of daily life (trad. Laurel Hirsh). (2000). London: Thames & Hudson, p. 94. [traducción del autor]
7 En esta página se puede ver la evolución en los precios desde 1999: www.artprice.com
8 Citado en Bonnard, Pierre. Observations sur la peinture. (2015). Paris : L’atelier contemporain. [traducción del autor]