Comisariada por Kaira M. Cabañas y Frédéric Acquaviva, esta exposición de tesis pretende situar la influencia del artista y escritor Antonin Artaud (Marsella, 1896 – París, 1948) en los movimientos de la neovanguardia de la posguerra. La muestra incluye, además de obras del propio Artaud, trabajos de artistas visuales, escritores, poetas y compositores de Estados Unidos, Francia y Brasil, principalmente, asimismo interesados por cuestiones relativas al lenguaje, el cuerpo y la participación del espectador. Espectros de Artaud se estructura en varios apartados temáticos y explora el legado de este creador, desde su reinvención del lenguaje hasta la crítica de la institución psiquiátrica, de la que fue paciente y víctima a lo largo de toda su vida. Artaud, además de dramaturgo y crítico teatral, fue poeta, novelista, dibujante, pintor, traductor, actor, ensayista y director. En 1938, en el compendio de ensayos titulado El teatro y su doble, desarrolló el concepto del teatro de la crueldad, que se basaba, por un lado, en el impacto sobre el espectador por encima de la trama y trascender el lenguaje con sonidos extravagantes u onomatopeyas y, por otro, en el abandono de la disposición y de las estructuras convencionales de la puesta en escena. Gracias a esta aportación, sigue siendo, a día de hoy, una de las figuras más influyentes en la teoría teatral contemporánea.

Con esta exposición se intenta revalorizar el peso de este polifacético y controvertido creador en las artes plásticas y la poesía, que se había pasado por alto debido al protagonismo del neodadá en la historiografía del arte de la posguerra; sin embargo, su recepción en el teatro y la teoría post-estructuralista ha sido profusamente documentada y analizada. Compuesta por alrededor de trescientas obras, la exposición muestra, como explica la comisaria, Kaira M. Cabañas, que “el deseo de Artaud de trascender los límites del lenguaje ha perdurado en la obra de otros artistas”. A través de diferentes medios de expresión —incluyendo pintura, fotografía, música, cine y poesía— y un excepcional acervo de documentos —manuscritos, cartas, folletos, revistas y facsímiles— la muestra recorre varios frentes, desde los que se puede rastrear el pensamiento e influencia de Artaud en la obra de Gil Wolman o François Dufrêne, miembros del movimiento letrista, que tuvo su principal desarrollo en París; en la adopción de sus preceptos por parte de destacadas figuras de la vanguardia estadounidense de la posguerra como John Cage, Robert Rauschenberg, el pianista David Tudor o la escritora y poetisa Mary Caroline Richards; o en la aparición de la poesía concreta y la geometría expresiva en Brasil, con obras de Lygia Clark, Ferreira Gullar o Hélio Oiticica. Además, se exploran dos vertientes de los movimientos de anti-psiquiatría mediante fotografías, libros, revistas, facsímiles y material audiovisual.

Recorrido expositivo
La muestra arranca con una pieza de audio, grabada por el propio Artaud, en la que recita su poema Alienación y magia negra, escrito en 1946, y dos pequeñas piezas gráficas del autor. Las siguientes salas están dedicadas al movimiento letrista, y constituyen una de las principales secciones de la exposición. Fundado por Isidore Isou y Gabriel Pomerand en 1946, el letrismo redujo la poesía hasta la letra, explorando las dimensiones auditivas del lenguaje e inventando nuevas formas de escritura. Como explica Frédéric Acquaviva, también comisario de la exposición, el letrismo propuso “una fusión de la poesía y la música, al igual que se unieron posteriormente la novela y la pintura en el método letrista conocido como hipergrafía o ‘superescritura’”. Las propuestas de Artaud se reformularon y desarrollaron en la poesía letrista a través de obras como los Mégapneumies, de Gil Wolman (1950), y los Crirythmes, de François Dufrêne (1953); y en el cine con las principales películas letristas, producidas por Isidore Isou, Wolman, Dufrêne y Maurice Lemaître. Por ello, otro de los principales objetivos de Espectros de Artaud es postular a los letristas como mediadores cruciales de su legado en el contexto parisino de la posguerra. Se puede ver material gráfico y documental del movimiento, entre pinturas, dibujos, manuscritos, carteles y folletos, y también piezas sonoras y audiovisuales, incluyendo recitales en los que se aprecia la importancia del sonido y del cuerpo en esta forma de poesía. Además, se hallan expuestos manuscritos inéditos de Isou y publicaciones originales, entre las que destacan las tres novelas metagráficas, realizadas en 1950, por Isidore Isou (Les journaux des dieux), Gabriel Pomerand (Saint Ghetto des prêts) y Maurice Lemaître (Canailles I).

En ellas se comprueba cómo los autores letristas incorporaban a sus creaciones convenciones dispares de carácter visual y verbal. Asimismo se pueden ver piezas cinematográficas letristas. Estas producciones pretendían crear un cine “directo” que se trasladase explícitamente del espacio de la representación al propio acontecimiento. Las salas de la exposición acogen la película sonora Tambours du jugement premier (“Tambores del primer juicio”, 1952/1973), de François Dufrêne; Traité de bave et d’éternité (“Tratado de baba y eternidad”, 1950– 1951), de Isidore Isou; Le Film est déjà commencé ? (“¿Ya ha comenzado la película?”, 1951), de Maurice Lemaître; L’anticoncept (“El anticoncepto”, 1951) de Gil Wolman y un fragmento de la conferencia que impartió Yves Klein en la Sorbona en 1959, durante la cual transmitió un “grito muy bonito” de Artaud. Un espacio tenuemente iluminado, la sala de audición, permite al visitante oír piezas poéticas y musicales de John Cage, Pierre Boulez, Antonin Artaud, François Dufrêne, Isou, Yves Klein, Haroldo de Campos y Gilberto Mendes, entre otros. Este ámbito actúa como nexo conceptual entre los principales temas de la exposición a través de la escucha. Otro de los tramos más destacados del recorrido rastrea la influencia de Antonin Artaud en Estados Unidos, y se centra en la circulación de sus ideas y tendencias en el Black Mountain College, célebre centro experimental de humanidades en Carolina del Norte en el que confluyeron importantes figuras de las vanguardias de la segunda mitad del siglo XX. Allí, la escritora y poetisa Mary Caroline Richards (que en 1958 publicaría la traducción inglesa de El Teatro y su Doble) analizó las teorías de Artaud. Gracias a ello, John Cage y Robert Rauschenberg tuvieron la oportunidad de entrar en contacto, ya entonces, con los planteamientos del rompedor autor francés.

Como consecuencia, Cage ideó la legendaria Theater Piece #1 (“Pieza teatral 1”, 1952), considerada generalmente como el primer happening de la posguerra, y en la que colaboraron artistas de distintas disciplinas, como Rauschenberg, Franz Kline, M. C. Richards, el bailarín y coreógrafo Merce Cunningham o el pianista David Tudor. Aunque este emblemático acontecimiento ha sido ampliamente estudiado, no queda ningún testimonio visual de su celebración. Se muestra material documental que incluye fotografías de una performance desconocida de 1961 en la cual aspectos del escenario de Theater Piece #1 perduran en otro contexto; partituras; facsímiles de obras de Rauschenberg que estuvieron presentes en el acontecimiento (las “Pinturas blancas”); “Pintura” y “Sin título” (ambas de 1952) de Franz Kline y un conjunto de fotografías realizadas por Hazel Larsen Archer que ilustran cómo era la vida en el Black Mountain College. Con su distribución no convencional de los espacios, Theater Piece #1 seguía con gran precisión las estipulaciones de Artaud con respecto al acto escénico: la representación era un acontecimiento para vivir desde el interior de la singularidad de la experiencia que creaba en el espacio-tiempo. Este procedimiento, como explica en el catálogo Lucy Bradnock, “refleja la necesidad reivindicada por Artaud de «hacer que el lenguaje exprese lo que no expresa comúnmente; es emplearlo de un modo nuevo, excepcional y desacostumbrado, es devolverle la capacidad de producir un estremecimiento físico (…), es usar las entonaciones (…) y restituirles el poder de desgarrar y de manifestar realmente algo»”.

El propio Artaud insistía en que “no debe haber una separación entre la vida y el teatro”. La pervivencia de Artaud en la poesía concreta y la geometría expresiva brasileña se encuentra representada en otra de las áreas más destacadas, que incluye piezas de algunos de los principales exponentes del arte neo-concreto, como lo fueron Lygia Clark, Hélio Oiticica o el poeta y crítico Ferreira Gullar. En 1952, Augusto de Campos, su hermano Haroldo y Décio Pignatari fundaron el grupo Noigandres en São Paulo. A estos poetas les interesaba la eficiencia de la comunicación, aunque su poesía revela impurezas a través de los significados redoblados y las referencias corporales. En Rio de Janeiro, Gullar leía a Artaud e intensificaba su deconstrucción visual del discurso. En definitiva, especializó el lenguaje y activó físicamente al lector en obras como los livro-poemas (“libro-poemas”) y los poemas espaciais (“poemas espaciales”). Clark y Oiticica también exploraron la recepción corporizada de la obra de arte y, a mediados de los años setenta, Oiticica se reivindicó como “hijo de Nietzsche e hijastro de Artaud”.

Además del manifiesto neoconcreto —que firmaron Gullar, Clark y Lygia Pape, entre otros—, se pueden ver manuscritos, facsímiles, revistas, poemas y obras como Bicho desfolhado (“Bicho deshojado”, 1960–1973), de Lygia Clark; Metaesquema (1957), de Hélio Oiticica; o Poema Enterrado (1959), de Ferreira Gullar. La muestra traza también la influencia de Antonin Artaud en el ámbito artístico internacional más allá de los tres focos principales en los que se articula. Es el caso del escritor sueco Öyvind Fahlström quien, bajo su influencia, confeccionó el primer manifiesto de poesía concreta en 1953, que también se halla expuesto. En una de las paredes de la sala se puede ver —y, al mismo tiempo, oír recitado a través de altavoces— un fragmento de su obra Den svåra resan (“El viaje difícil”, 1954). En el epílogo de la exposición se representan dos corrientes de la antipsiquiatría. Por un lado, se da a conocer la que lideró en Brasil Nise da Silveira. La doctora conocía la obra de Artaud y abrió un taller de pintura para estimular la creatividad de sus pacientes. En 1952 se fundó, por iniciativa suya, el Museu de Imagens do Inconsciente (Museo de Imágenes del Inconsciente). Esta sala permite relacionar esta tendencia con la obra de Lygia Clark, que en los años setenta convirtió la terapia en materia de su arte. Se muestran fotografías, cartas y documentos, recortes de prensa y material audiovisual, como el documental Memória do Corpo (“Memoria del cuerpo”, 1984) o la trilogía de Leon Hirszman Imagens do Inconsciente (“Imágenes del Inconsciente”, 1986).

En otra sala se expone la vertiente que protagonizaron los letristas a raíz del internamiento forzoso de Isidore Isou en 1968. Después de su reclusión, Isou publicó Antonin Artaud torturé par les psychiatres (“Antonin Artaud torturado por los psiquiatras”) y Maurice Lemaître fundó La revue de psychokladologie et de psychothéie. Aquí se muestran ejemplos de los carteles, folletos, panfletos y libros que formaron parte de la campaña letrista contra el psiquiatra que trató tanto a Artaud como a Isou, Gaston Ferdière. Por su parte, el escritor y pedagogo Fernand Deligny desarrolló una terapia alternativa basada en la dramatización, los juegos y la actividad creativa. Puede también verse la película que realizó en 1971, titulada Le moindre geste (“El mínimo gesto”, 1971), que tiene como protagonista un niño autista que escapa del manicomio, y presenta la enfermedad mental sin melodrama. El recorrido cierra con otra grabación sonora de Artaud, Les malades et les médecin (“Los enfermos y los médicos”, de 1946). En palabras de la comisaria, “Espectros de Artaud pretende establecer una genealogía alternativa, una fantología que rastrea las idas y venidas del espectro de Artaud en los años cincuenta, una época en la que artistas visuales, poetas, escritores y compositores se inspiraron en su obra con un criterio ecléctico y selectivo”. En la exposición entra en juego otra forma de entender la herencia de la vanguardia histórica en los años posteriores al fin de la Segunda Guerra Mundial. Gracias al variopinto paisaje de imágenes y sonidos que llenan las salas, el espectador puede comprobar cuánto y de qué modo pervive el legado de Artaud. Los artistas aquí representados incorporaron a su trabajo las ideas del autor, desarrollando prácticas interdisciplinares y modelos alternativos de modernidad. De este modo, la muestra hace patente la importancia de repensar la historia del arte y qué lugar ocupa en ella el espectro de Antonin Artaud.

Catálogo
Con motivo de la exposición, el Museo Reina Sofía ha editado un catálogo que incluye, además de textos de los comisarios, Kaira M. Cabañas y Frédéric Acquaviva, ensayos de los autores Denis Hollier, Lucy Bradnock, Hannah Feldman, Antonio Sergio Bessa y Ferreira Gullar.

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