Nuestro padre se asomó al antepecho.

¡Cuando te canses de estar ahí cambiarás de idea! - le gritó. ¡Nunca cambiaré de idea! – dijo mi hermano, desde la rama. ¡Te las verás conmigo en cuanto bajes! ¡Yo no bajaré nunca más! Y mantuvo su palabra

(Cosimo Piovasco di Rondò)

Cuando Pere Llobera me avanzó el título de su exposición pensé enseguida que era un título de disco. Me recordó a un álbum de canción ligera, melódica, tipo Perales. Estacional. Una colección de canciones para escuchar en un momento determinado del año. Pese a la broma de Perales, el título me parecía muy acertado para la selección de obras que el artista tenía en mente. Alguien que usa este título, pensé, o es un ingenuo o está de vueltas.

Mientras Llobera trabajaba en los contenidos de Estacional, yo seguía absorto en su título. Entendía Estacional como un momento de madurez discursiva, de abandono de ciertas constantes, de cambio crucial en su obra, pero sin la necesidad de reniegos ni reivindicaciones. Entendía Estacional como el relato de un tránsito, como el puente que une dos lugares distintos. Me vino a la mente un dibujo de Llobera en el que dos personajes se dan cita en una pasarela colgante situada entre dos cumbres. Al encontrarse ante el abismo, ambos reconocen tanto la estupidez del encuentro como la imposibilidad de encontrarse en otro sitio. Fue entonces cuando entendí que Estacional no buscaba exhibir un momento de cambio, de no retorno, sino que simplemente constataba - casi con despreocupación, sin darle demasiada importancia - que ese cambio ya se había dado.

Hablando con Llobera durante las semanas previas a la inauguración, insistí sobre el supuesto disco que sería Estacional. Quería saber cómo lo imaginaba él, quería saber si lo sentía como un disco nuevo, como una recopilación de rarezas, como un “grandes éxitos”… Por lo que me explicaba, le comenté que me recordaba a Le Noise (2010) de Neil Young, un disco intenso en el que el canadiense parece estar de vueltas precisamente porque, a su vez, parece encontrarse en un momento de revisión y de cambio. Un disco sin banda, pensado acústico pero en cambio muy eléctrico, muy libre. Llobera no acababa de disfrutar la comparación. “En caso de Neil Young, me veo más cerca de sus trabajos junto a Crazy Horse”, me dijo.

Al cabo de unos días, recibí un mail donde el artista, eufórico, me exponía su comparativa. Estacional era el White Album (1968) de The Beatles.

“Los Beatles experimentaron las famosas 10.000 horas; es decir, el punto crítico de praxis de una actividad a partir de la cual adquieres maestría. Llevo más de diez mil horas de pintura, pero a la vez me las paso por el culo. El doble blanco se trata de una despedida extravagante. En plena madurez creativa, deciden darse la libertad de hacer un doble LP para abarcar todas las propuestas de los miembros de la banda, y lo hacen aceptando una única norma: todos son libres de publicar las canciones que quieran y todos han de participar en las canciones de los otros. Se trata de un disco de pre-divorcio, en el que todas las singularidades y las contradicciones de su cuerpo musical son atendidas. Es un disco que cierra una era y prefigura su adiós. Pero lo hicieron diciéndose hola a ellos mismos. Resumen: Soy el doble blanco, sin duda. Esta exposición es el doble blanco. Mi doble blanco donde digo adiós a mis cosas que ya no puedo soportar”.

Precisamente, en ese decir adiós mientras dices hola es donde reside la esencia de Estacional. Un gesto contundente con el que Llobera revisa los componentes clásicos de su obra (la narración, la biografía, el paisaje…) para despedirse a lo grande de ellos. Un enorme podium construido a partir de más de 300 obras de toda su trayectoria, dos grandes cajas con los retratos en blanco y negro de sus padres, varias pinturas recientes, que convierten Estacional en un canto coral más movido por la pasión y el placer que por la estrategia. Y en esa pulsión aparece quizás la constante más importante en la obra de Llobera: la dislocación de aquello que nos muestra. Todo en su obra parece ligeramente fuera de tiempo; todo parece previsto para un momento que ya ha pasado. Un desajuste que, al fin y cabo, trasciende la forma para incidir en el símbolo.

Finalmente, entendí que Estacional no es más que la puesta en escena de un estado transitorio que, al fin y al cabo, se mantiene firme a un modo complejo y tenso de entender la pintura: la de aquel que, una vez dada la vuelta al marcador, sabe que nunca dejará de pintar.

Nota: Este texto está escrito escuchando Le Noise de Neil Young, y no el White Album de los Beatles.

Texto de David Armengol