Esta es la historia de un reencuentro entre dos artistas plásticos, comisarios y escritores, en un espacio no convencional, de condición atemporal y abierto a lo fortuito. Esta es la historia de dos inquietos nómadas con aspiraciones intelectuales, que viajan absorbiendo formas y pensamientos, y más tarde fermentan en sus dos prácticas fundamentales: la artística y la curatorial. Años atrás, Paolo Colombo (Piamonte, 1949) gestionaba su tiempo y aunaba energías porque quería ser un gurú de la Posmodernidad. Con fórmulas híbridas se convierte en uno de los asesores artísticos contemporáneos más plural y de mayor prestigio internacional.

Previamente, antes de emprender su Viaje a Itaca, había pintado y expuesto en varias galerías de arte. Había, en definitiva, mirado al Arte desde el otro lado del cristal y, ¡créanme! se sentía realmente cómodo. Colombo regresa a Italia, su país natal, después una larga estancia en Estados Unidos y Suiza donde trabaja, por orden cronológico en el Museo de Arte Contemporáneo de Chicago, en la Escuela Tyler de Arte en Philadelphia, y dirige posteriormente el Centro de Arte Contemporáneo en Ginebra, entre otros destinos. Vuelve, tan sólo unos años a su país, para poner en marcha la programación artística y crear el Museo de Arte Contemporáneo Maxxi de Roma. Entre otras exposiciones presenta, en el año 2007 y en dicho museo, una colectiva de jóvenes artistas en la que selecciona y conoce personalmente a su joven tocayo Paolo Chiasera.

Chiasera (1978, Emilia-Romana) decide vivir en Berlin después de estudiar en la Facultad de Bellas Artes de Bolonia y se sitúa en el epicentro cultural europeo. Pinta, esculpe, experimenta con diferentes formatos; crea su propia identidad como artista. Se da cuenta de que su interés aumenta cuando los reflejos de un buen proyecto expositivo se repiten en su memoria una y otra vez; cuando retiene una historia plástica bien contada. Las meditaciones posteriores dan como resultado Secondo Stile, cuyo concepto se basa en el Segundo Estilo del Clasicismo Romano. El proyecto es multidisciplinar ya que la pintura es, a la vez, un espacio itinerante que gira por el mundo e invita a otros artistas y comisarios a experimentar en este lugar que es mutante, divergente y casi sonoro: contiene la pátina del rumor y los susurros de todas las ciudades, más de una veintena, que ha habitado temporalmente…

Chiasera y Colombo son, en definitiva, pensadores que entienden el significado clásico del término humanista en su totalidad, y lo transcriben en su Modus Vivendi. Ambos artistas se reúnen en Espacio Valverde para narrar, esta vez, una historia propia. Se establece pues, un diálogo intergeneracional, con estilos y formatos diversos que tienen la característica común de converger en la coherencia que tiene un modo de vida similar.

Se enfrentan ahora con equidad plástica e intelectual; se vuelven a mirar y se reconocen. Además, se sienten en sintonía cohabitando este espacio atemporal. Las pinturas de Chiasera tienen la fuerza estética del gigante, y la complejidad técnica del alquimista que mezcla con medios extravagantes diversos materiales para conseguir efectos mágicos en el lienzo. Las sutiles acuarelas de Colombo son, sin embargo, el resumen de una vida refinada, de una lectura acertada, de un profundo conocimiento de las culturas greco latinas reinterpretadas desde la contemporaniedad. Colombo vive desde hace años en Atenas porque cuando se ha vivido en todos lados hay que volver al origen de nuestra cultura, a lo más arcaico de nuestro ser para saber dónde encontrar a las musas, y para dejar, como dice en su poemario verbalizado en obra de arte, que las sirenas te seduzcan una y otra vez.