La pintura de Morago se caracteriza por establecer un diálogo muy personal entre su voluntad de describir la realidad con precisión y su interés por la luz, que trata de un modo muy peculiar. Utiliza colores suaves, fríos y satinados, que transmiten un sentimiento de intimidad, silencio y calma.

Uno de los temas favoritos del artista son los espacios vacíos y austeros, serenos y equilibrados envueltos en una atmósfera especial de luz que él trata con múltiples tonalidades de grises y ocres. A menudo, estos espacios se abren a vistas panorámicas de ciudades, o dejan entrever jardines y patios interiores, donde algunas plantas, descritas admirablemente, e incluso alguna flor roja, aportan el contraste que permite crear una espléndida armonía de colores y formas.

A partir de la captación de un sinfín de imágenes fotográficas, el artista escoge la que le resulta más sugerente y transforma esa escena –que, para un observador común, sería de una evidencia cotidiana– en algo completamente distinto: una pintura maravillosa, de gran fuerza lírica, impregnada de atmósferas cálidas y enigmáticas, casi metafísicas.

Cada obra es para él un nuevo ejercicio de investigación dentro de su propio discurso.

Carlos Morago expone en la Sala Parés desde 2009. Su obra se ha presentado en varias ocasiones en Francia, Alemania, Holanda, Inglaterra y México, además de Madrid y otras ciudades españolas donde también expone habitualmente. Ha recibido numerosos premios y es académico correspondiente de la Real Academia de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría.