Jacques Lipchitz afirmó que el cubismo había sido una tarea de emancipación de todo el arte precedente. Juan Gris consideraba que el cubismo no era un procedimiento sino un estado del espíritu y que, como tal estado del espíritu, estaba en relación con todas las manifestaciones del pensamiento de su época. Los protagonistas del cubismo supieron bien lo que su experiencia comportaba y hoy la conciencia artística del presente no duda en situar al cubismo como piedra angular del arte moderno.

Sin embargo, las visiones y los relatos de la experiencia cubista son, en ocasiones, divergentes. El cubismo es pronunciado en singular, pero su espacio creativo fue plural. Es acertado hablar de «los cubismos». Una determinada visión —que quizás es una visión dominante— tiende a ser restrictiva con los protagonistas, los tiempos y los escenarios de la experiencia cubista. Otra visión, por el contrario —una visión actualmente necesaria— tiende a ser amplia y compleja, y entiende el cubismo como proceso dilatado en el tiempo, variado en sus aportaciones y numeroso en sus protagonistas.

La reunión de la Colección Cubista de Telefónica con los fondos cubistas del Museo Reina Sofía es una propuesta en favor de la concepción plural de la experiencia cubista. Y la reunión de ambas colecciones implica, además, el dominio expositivo y argumental de la obra de Juan Gris. Plantear la experiencia cubista es, sin duda, plantear la prevalencia de la obra de Pablo Picasso y Georges Braque. Pero en el momento presente, la reconsideración de la experiencia cubista atendiendo a las formulaciones de Juan Gris es no solo lícita y posible, sino que es, además, deseable, pues contiene en sí misma la complejidad de lo que el cubismo realmente fue.