«Pasión» es la palabra más acertada que viene a la mente cuando se contempla una obra de Hari Lualhati. Pasión carnal que, al contrastar con las expresiones de los rostros que pinta, no puede dejar fuera al amor y a la elevación que provocan ambos al unirse en un mismo momento.

Esta artista nacida en Filipinas, ha ganado múltiples premios y ha realizado exposiciones en Filipinas, Hong Kong, Sudáfrica, Italia, Alemania, Armenia, y Ucrania. La definición de su técnica es pintar con el corazón, y es que es una artista cuyo trabajo jamás podría pasar desapercibido ya que genera un vínculo emocional con quien lo contempla: no es una pieza de ornato o que retrate un momento trivial, sus obras requieren de una contemplación que generará un sentimiento, la evocación de recuerdos, o el deseo del amor y la belleza, de hecho las cosas no existen en sus piezas, sólo existen los seres vivos: los animales y las flores, los amantes y sus pasiones.

Otras palabras que vienen a mi mente al contemplar sus creaciones es «Pureza», pureza que sólo puede ir ligada al amor, pureza de amor genuino en donde, aun con el corazón arrancado, puede seguir entregándose al amor sin dramas ni dolor. Otra palabra es «Fortaleza», fortaleza de los amantes y sus posturas, de la definición de sus músculos, de la intensidad de su entrega, del abrazo que fusiona, del amor que sostiene.

La narrativa de sus obras tienen fondos abstractos que contrastan con el hiperrealismo de los actores, de las flores y de los animales, de los amantes, fondos que propician evocar no un lugar, sino un momento del día o de la noche, o probablemente de un sueño o de un sentimiento. Fondos que dotan de luz y sombra propiciando un concepto divino y etéreo, cual si fuera una escena sagrada.

Los amantes tienen una enigmática sonrisa que propicia esa sublime interacción con quién la contempla, que, basado en sus ángeles y demonios propios, creará una narrativa y un porqué de la sonrisa, similar a la postura que tenemos ante el vaso medio lleno o medio vacío... en esa sonrisa algunos verán tranquilidad y otros éxtasis. En sus pieles, Hari logra retratar la textura de la piel cuando es tocada por la yema de los dedos del amante ansioso por sentir al objeto de su amor.

Las flores fluyen como si fueran de agua, logrando captar las texturas de los pétalos que inconscientemente, si no dejamos de mirarlos, hará que empecemos a percibir su perfume.

Animales que transitan tranquilos, a pesar de su naturaleza salvaje, como los caballos, aves que vuelan como si el viento no implicará el uso de su fuerza para mover las alas, sino sólo extenderlas para exhibir su majestuosidad. Incluso una avestruz es dotada de un halo poético, cuando ella la plasma en sus obras.

Y ella flota liviana y etérea, con cabello perfecto, y semblante sereno.

Sus obras son un deleite a la vista, y un toque al corazón.