Con la serie de dibujos que forman parte de Dance of Encounters, Anaïs Senli se centra en los procesos microscópicos y examina de forma poética la multiplicidad de encuentros que se producen entre microbios, bacterias y otras entidades que conforman la extraordinaria variedad de seres vivos que habitan el planeta Tierra.

El imaginario de Senli parte del estudio de la microbióloga Lynn Margulis, quien afirmó en la década de los setenta que la evolución a nivel celular ocurre a través de la simbiosis entre bacterias y otros seres de diferente origen y con distintas capacidades, en lugar de hacerlo a través de mutaciones aleatorias. Esto significa que aquellos organismos que, de otro modo se matarían y consumirían mutuamente, pueden terminar viviendo en uniones simbióticas (por ejemplo, unos dentro o encima de otros), creando así organismos más complejos mediante formas de coexistencia que son beneficiosas para ambos. Estas observaciones alteraron la concepción de la materia viva tal y como se ha entendido, así como nuestra idea de lo que constituye un sujeto. “Nosotros y el resto de organismos compuestos de células eucariotas, desde las amebas a las ballenas, no somos únicamente un ser individual, sino también un agregado.La individualidad surge de la agregación: de las comunidades de miembros que se fusionan y acaban unidos por aquellos materiales que ellos mismos producen”.[1] La filósofa de la ciencia y ecofeminista Donna Haraway comparte sus ideas al proponer: “Ser uno siempre es devenir con muchos. (…) La existencia se constituye por intra-acción e interacción. Los compañeros no son anteriores a su relación; especies de todo tipo, vivas o no, son el resultado de una danza de encuentros que conforman el sujeto y el objeto”.

En el díptico de la serie denominada Filamentous growth in zoosporangium 1 y 2, Senli se inspira en ilustraciones microbiológicas y genéticas.[3] Al abstraerlas, dibuja distintos elementos repetitivos que conforman constelaciones desordenadas que sugieren formas de intra-acción e interacción. Terrapolis – sustantivo compuesto por la palabra latina terra y la palabra griega polis – es el lugar de encuentro de todas estas figuras, donde residen los chthónicos,aquellos seres que pertenecen a la Tierra y al mundo subterráneo. Este término abre las puertas a un imaginario que se nutre de hechos y de la ficción, pero además reconoce también la influencia de numerosos seres diminutos que protagonizan una historia alternativa de la vida y de la evolución en la cual la humanidad no es ni el centro ni la culminación de todo el proceso. En A single living zooid [4], así como en otros dibujos de la serie, Senli presenta una de las muchas posibles narraciones de simbiogénesis, es decir, del origen de nuevas especies a partir de otras. El reino que explora con sus imágenes y consecuentes narrativas se aleja decididamente de la idea del excepcionalismo humano y del antropocentrismo que Bruno Latour describe como una nueva forma de geocentrismo[5]. Aquí la imagen de la Tierra está activa desde el suelo, la biota -la superficie viva del planeta rebosante de actividad-, desde las plantas a los animales, a los hongos, las protistas, las procariotas y las bacterias, que generan un ruido constante en un Universo cuya extensión inimaginable nos rodea en perpetuo silencio.

Anaïs Senli (*1980, Barcelona) vive y trabaja actualmente en Berlín. Se formó en pintura y en los últimos años ha comenzado a trabajar con video e instalación, realizando también proyectos curatoriales. Los temas que explora a través de las diversas ramas de su práctica están enraizados en la teoría feminista, el pensamiento ecológico y la filosofía de la ciencia.