En una pintura, el paisaje que nace bajo el pincel del artista puede ser altivo o tortuoso, compacto o etéreo, nimbado de luz o penetrado de misterio, lo importante es que este paisaje supere la dimensión de la simple representación y que se dé como una aparición, un advenimiento.

(François Cheng. Cinco meditaciones sobre la belleza)

Este libro del novelista y poeta chino François Cheng trata sobre la relación entre la estética oriental y la estética occidental, buscando puentes de diálogo entre ambas culturas, donde el concepto de belleza se erige como protagonista, aunque “la estética sólo puede llegar al fondo de sí misma dejándose subvertir por la ética “.

Nos podríamos preguntar qué vínculo encontramos entre el trabajo de Nuria Guinovart y la estética; pues es muy fácil de explicar, ya que en cada una de sus obras se observa la esencia del arte y de la belleza que, de hecho, es lo que todos los artistas persiguen, pero no lo afirmo como idea de la existencia del ser humano, sino porque intervienen otros aspectos que le son inherentes, como por ejemplo las sensaciones, la forma, el movimiento y la apariencia visual. Y es precisamente desde esta perspectiva donde se mueven sus propuestas plásticas, gracias sobre todo, a la interioridad y el equilibrio que se perciben en sus pinturas y recientemente, sus cerámicas.

Hace mucho tiempo que sigo de cerca el trabajo de Nuria Guinovart, y veo que se mantiene coherente y fiel a sus planteamientos estéticos, donde el expresionismo abstracto sigue siendo el eje alrededor del cual giran todas sus obras. De hecho, los cambios que advertimos se basan en añadir o cambiar determinadas gamas cromáticas, pero siempre teniendo en cuenta la importancia de los colores neutros. Si en la anterior exposición que llevaba como título La poética de la pintura, sobresalía el color sepia, ahora aparece el turquesa, o lo que es lo mismo una combinación de azul y verde, que unida a unas grandes manchas que ocupan la mayor parte de la composición y unas delicadas líneas negras, configuran una obra donde la sensación de equilibrio es evidente.

Sin embargo, la idea de paisaje que se adivinaba en las anteriores obras, debido a la existencia de formas más precisas que provocaban la percepción de orden y linealidad, ahora se desvanece por centrarse más en situaciones donde se pueden identificar ciertas estructuras geométricas, y por tanto determinadas propuestas precedentes. Este tipo de regreso al pasado sólo obedece al propósito que la persigue desde hace tiempo, como es el de ir más allá de la propia realidad, hacia lo intangible que le permita expresar libremente sus preocupaciones, reflexiones y dudas para conseguir el equilibrio necesario a la hora de ir, como decía Marcel Proust: “a la recherche du temps perdu”, aunque el espacio físico no esté tan lejos como parece.

En sus cuadros se advierte una doble intención: por una parte la idea de espacio vacío, debido a la efectos de dejar unas zonas con tonalidades grises o blancas, y por tanto de que pueda respirar la obra; y la otra, la percepción de espacio lleno, concentrado en la incorporación de unos formatos rectangulares de diferentes dimensiones y colores, dispuestos tanto horizontal como verticalmente que ocupan la mayor parte de la composición, pero siempre vinculados unos a otros, dando la sensación de un cierto apoyo, percibiéndose la idea de que forman un solo conjunto, o lo que es lo mismo, la de parecerse y fusionarse para obtener el resultado deseado.

En el apartado pictórico observamos su interés por la técnica del grattage, lo que implica la existencia de la materia que, de hecho, siempre se encuentra presente en su devenir creativo, aunque sea vaciando la superficie, donde el cemento sigue presente en sus composiciones, pero con la diferencia de que ahora el soporte es madera en lugar del porexpan que empleaba habitualmente, y que le daba una cierta sensación de ligereza a la obra.

… Sin embargo ahora descubrimos una nueva manera de expresar sus ideales a través de la cerámica, una cerámica que le permite adentrarse en un terreno hasta ahora desconocido, pero que le sirve para manifestar diferentes maneras de entender el arte, sobre todo desde la vertiente tridimensional. Se trata de representar el mundo de la cerámica mediante unas figuras indefinidas, pero relacionadas con su trabajo pictórico, donde las formas estructurales aparecen separadas, como si tuvieran vida propia, lo que les confiere una identidad peculiar, subrayada por las tonalidades aplicadas, donde predominan también los turquesas y los sepias, además de los grises y los negros. Verdaderamente, este interés por una técnica tan antigua nos demuestra que el artista nunca deja de experimentar y que siempre va en busca de lo que no conoce lo suficiente, con la necesidad de saber más para poder demostrar cuáles son realmente sus aptitudes para entender y conocer mejor todo lo lo que le rodea.

En resumen, cada nueva exposición de Nuria Guinovart representa una manera de sentir y experimentar el arte desde una perspectiva singular e innovadora, que hace que prestamos atención a sus propuestas plásticas, que nos deben servir para entender mejor, o al menos que podamos aproximarnos a la verdadera esencia de su pintura -y ahora también de su cerámica-, haciendo que nuestro interés para ellas nos ayude a amar todavía más.