Museo significa en griego «templo de musas». Es decir: lugar de inspiración. La connotación moderna es más bien centro de exposición de obras de arte, que en cierta medida refleja el significado original. Lo que falta, a menudo, es la inspiración, que en este caso sería crear interés por el arte, su historia, personajes, técnica y función cultural, que, en pocas palabras, implica formación y motivación.

La tarea es: dar vida a los museos, llenarlos de jóvenes interesados, que hagan preguntas y se apresten a profundizar los temas presentados. Una misión didáctica, basada en la motivación, donde la participación es voluntaria y podríamos denominarla seducción al arte. Cómo damos vida a un museo: presentando temas de interés, estimulando la curiosidad, explicando de manera agradable los detalles y creando una narrativa, donde se hagan preguntas, se den respuesta y se invite a pensar.

Los aspectos que crean puentes y abren la comunicación con los espectadores son la invitación a explorar, ofreciendo guías, usando tecnologías multimedia, explicando las técnicas de elaboración y describiendo de manera amena el contexto histórico, donde surgió la obra y cuáles eran inicialmente sus mensajes, ya que el arte es sobre todo comunicación.

En otras palabras, la función de los museos debería ser la de aproximar a las nuevas generaciones al arte por medio de un diálogo y reflexión, que haga crecer culturalmente. Frecuentemente, en las exposiciones se usan textos que en la mayoría de los casos o son demasiado abstractos o legibles solamente para los ya iniciados, cuando lo que hay que hacer es volver a dar vida al arte de un modo directo que permita preguntas, aclarare dudas e invite a los jóvenes a descubrirlo como forma de expresión y comunicación.

Una de las tantas historias que puedo mencionar y que estimulan la imaginación y participación sucedió una vez ante la estatua de Moisés: la guía preguntó si alguien podía explicar el porqué de los cuernos y al observar el silencio de todos, informó a los presentes, que la razón era simplemente un error de traducción. La palabra en hebreo que significaba resplandor, luz o aura, fue traducida por cuernos, vista la similitud en la escritura. En su transcripción: karan ohr panav, «un rostro del que emanaban rayos de luz», traducido: cornuta esset facies sua, «su rostro era cornudo». La palabra karan puede significar rayo o cuerno en hebreo.

En el Museo del Oro en Bogotá se pueden escuchar historias que muestran las dimensiones ocultas de las joyas expuestas, ofreciendo a los oyentes la posibilidad de entender, explicarse y descubrir más. Basta decir que después de esta rápida introducción hecha por una guía disponible, el interés demostrado por las obras creció, las conversaciones aumentaron y el tiempo de permanecía creció. Si aceptamos que el arte es comunicación y reflexión, y que este no existe en el vacío y no sobrevive sin explicación ni introducción. El arte nutre la capacidad de perpectivizar la realidad física, histórica y cultural, que es la base de pensar, redefinir e innovar.