La posición asumida por esta artista dentro de las expresiones actuales del arte contemporáneo, diría que se me parece a la actividad cotidiana de un investigador científico, quien replantea y cuestiona a cada momento la taxonomía y orígenes de las cosas, constatando sus saberes y conocimientos. Las separa por su apariencia o por la sustancia, en un desglose donde lo colectado — sean, en su caso, subproductos industriales, artesanales o naturales —, sean siempre cercanos, e íntimos, en tanto provienen de su entorno: Su casa, jardín, estudio, biblioteca, o su memoria personal tan cultivada debido a la pasión por el arte.

Ella colecta botellas, frascos, cajitas, raíces, flores, ramajes, telas, encajes, cuerdas, hilos, cables, texturas, plásticos, piedritas, arcillas, maderas, entre otros signos que advierte e instiga con una mirada escudriñadora, para hacerlos aptos a encadenar ese imaginario simbólico el cual acuerpa la obra.

Respecto a estos insumos para la creación, comenta:

«Yo no recojo objetos, yo tengo la idea de algún proyecto que se me pide o que quiero desarrollar (exposición, bienal, encuentro) y busco la materia prima que es la técnica, siembro, proceso material que escribo para la idea, incorporo elementos vivos de la naturaleza, fotos de paisaje, tramas de lo cotidiano y del entorno social en que vivo, residuos. Investigo y uso esa naturaleza que me envuelve».

Quizás, desde este principio, lo suyo es cercano al arte povera, aunque aquella corriente artística de mediados de los años sesenta del siglo pasado se interesaba solo por los materiales a partir de la tierra y el entorno natural. Pero Carballo adhiere lo artificial, como correspondencia con los materiales actuales -tan criticados y/o rechazados, como es el plástico traslúcido ante los problemas de degrado ambiental-, ella observa lo que ocurre a esos recursos durante el proceso. Podría asumirse incluso que mucho de ello es efímero, como la poesía del momento, las palabras que se dicen sin ser un gesto escribible, pero se van a la deriva.

La referencialidad

En el trasfondo conceptual, el trabajo de Dinorah Carballo me recuerda el encuadre temático de una novela del escritor Kóbó Abe (1924-1993), El Rostro Ajeno, 1964. Abe, en una experiencia autorreferencial, trama la labor cotidiana de un investigador científico, a quien ocurre una explosión que le destruye la cara, y desde ahí inicia una constante búsqueda de su propia identidad. Se propone identificar su piel, color, poros, y facciones que le caracterizan en un constante rastreo de la médula de la memoria. La novela lo lleva por vicisitudes como experimentar el rostro del otro, o tener una cara prestada en el momento de entablar relaciones con la sociedad.

Desde ese filtro de lectura de su obra, Dinorah busca su piel, los poros por los cuales transpira el arte, los caracteres de los cuales se apropia para encadenar o desencadenar lo que intenta manifestar, y que ella conoce muy bien: Comunicarse con sus semejantes, e incluso a veces utilizar dicho vocabulario referencial para hacernos nadar en el río del arte. Esa carga de sentido también la anuncian aquellos vestidos colgados del gran gancho (la sociedad), que a veces pareciera dejar de ser un objeto de servicio para tratarnos a los usuarios como si fuésemos marionetas.

La misma artista, en el texto del brochure de la muestra INTER/Fases, argumenta:

«El trabajo creativo que aquí presento de tres décadas tiene que ver con pesos, y medidas, pero también es intuitivo, orgánico, que edificado en la interacción con la persona, produce reflexión. Cada parte de lo que somos afecta las otras de un conjunto social. Esa relación que implica el proceso creativo, el tema, los materiales y principalmente cada técnica la utilizo como apoyo al texto y no como un fin en sí misma».

Las paradojas

¿Qué sería del arte sin las contradicciones y las dudas, éstas agregan interés y provocan seguir esas acciones a veces sin comprenderlas del todo, pero que calan en nuestra necesidad de estética y que superan la mera realidad? Esas inter/fases buscan manifestar la anomalía (la incertidumbre) de las estructuras de repetición, cuyos módulos o fases, durante la actividad compositiva persiguen el clímax, para ser el «verbo» diferenciador que aporta a la constitución de la frase, el contraste u oposición del sentido. Pero en el fondo lo que interesa es la actividad de interpretación que se activa de una a otra pieza, y es una sustancia interior muy suya.

Dinorah se interesa en la memoria y lenguaje de las cosas; hay que decir que todo en esta vida la posee: Los materiales, las técnicas, la actividad que las reúne para conformar un conjunto, lo poseen; son palabras cercanas que ella compone para motivar el interés e incrementar la fuerza del discurso. Son hipertextos que nos llevan a otros estados, a otras estratificaciones y zonas de la expresión, a nuevos escenarios que se «clickean» para convertirnos en migrantes del saber. Al percibir el conjunto de esta muestra es que se recuerdan los acentos que nos ligan a otros encadenamientos de realidades y memorias paralelas.

La artista comenta que los textos se manifiestan en varios de sus trabajos:

La literatura o escritura que va acompañando mis tramas, «Semilibro», impresión digital de 1999. Está en la serie «Modelo No Armado», Registros de un momento Creativo, y el libro «Entre el Hecho estético y la Forma» del 2002. Además, «Apuntes para Definir una Línea» tiene un texto; «Conversaciones con el Mar, también tiene texto. «La Telaraña», «La Honda Noche» y «La Ternura» tienen textos incorporados. «No Todo es Naturaleza Muerta», tiene un texto incorporado al cuadro. Y los tejidos: «Figurillas de Barro» son tejidos, «La Maceta» y «Nubes y Celajes, Mar y Ladera» son tejidos-collages-junturas.

Serán el ideario, el jardín interior de la artista, quien en su práctica requiere de algo más que hacer, pues necesita cargarlo de sus vivencias. Respecto a una de sus piezas expuesta, Conversaciones con el mar, y a la pregunta si da cabida a la teoría del arte, ella responde: «Hay aspectos de la sociedad, de la estética de las personas, de lo poético de la naturaleza y la filosofía. Trabajo las líneas, los puntos y las sombras, las trasparencias, entre otras cosas que me interesan hilar».

Los cuestionamientos

Al andar por las salas del museo, salta una seguidilla de dudas que intensifican el reto de aclararlas para tener control de la interpretación. Y, ¿no es acaso un motivo para investigar y ponerse al tanto de lo expuesto, pues, sin ese reto sería absurda la visita al museo? Uno se pregunta cosas como si podríamos afirmar que, de ese carácter de explorar las transparencias, las yuxtaposiciones y superposiciones de pétalos, hojas, caparazones, urdimbre de hilos, ¿fue el motivo que catapultó a esta artista a lo conceptual? ¿Cuál es ese concepto?, ¿cómo definirlo en su caso?, ¿cuándo impera el minimalismo y el intento de doblegar a la mirada? Esto en alianza con el museógrafo y curador Luis Núñez.

Respecto a estas inquietudes, ella responde:

«En el momento del montaje de la muestra pasan muchas cosas, sobran piezas, faltan piezas, chocan unas con otras, el tiempo que no alcanza, la visión estética, la superposición de pensamientos, la yuxtaposición de ideas, el inconsciente, lo racional, todo influye para que quede como quedó».

De ahí que algunos objetos y sujetos de esa poesía que ella llama Inter/fases -tal y como se dijo-, nos atrapan o repulsan, pero es indispensable que existan para dar respuestas a ese encadenamiento, que son la anomalía del sentido o programa compositivo. Ejemplo de esta incertidumbre son aquellas valijas de un tono rosa intenso, que distraen, subvierten, hasta incomodan, pero calzan en el encadenamiento de las sombras y reflejos que arrojan los trajes de plástico sobre la pared, y que se reflejan en el piso de vidrio, y deja ver en lo profundo de la visión, hasta los cimientos del inmueble del museo.

Aproximación o lectura de lo visto

En el reciente proyecto expuesto en el Museo R. A. Calderón Guardia de la ciudad de San José, Costa Rica: INTER/fases, un recorrido antológico por los períodos artísticos, períodos 1982 – 2019, se vuelven tramas que nos acercan a distintas realidades donde ella, Dinorah Carballo como artista, puso la mirada, y planeo la táctica de tocarnos en el interior de cada uno como espectador. El o la artista es eterno colector de cosas. En este proceso conforma cada fase, pero sobre todo considera lo que las reúne, la fuerza o energía interna de cada objeto, que, les atrae y hace pertenecer al compendio de la exhibición, lo cual tiene mucho de autobiográfico, y en tanto que, a quien ella investiga, es a sí misma.

La primera sala expone pinturas, óleos sobre telas, realizadas en años de formación en la Escuela de Artes Plásticas de la Universidad de Costa Rica. Manejaba un lenguaje formal de enormes signos sobre planos de color de adecuada construcción y dinámica abstracta, pero en algunas situaciones se vuelve figuración, como en su pieza Tiempo de paz, óleo de 1986. Luego aparecen sus escultumuebles, silla Celaje y sillón Garúa, 1999, y con lo cual participó en la Bienal de Diseño Iberoamericana de Madrid 2012. Al lado aparece su SeMiLibro, con el cual descubre un sendero tomado por ella desde finales de los noventa e inicios de los dos mil, en el cual interesa la relación entre las palabras, los soportes, los espacios y donde se lee o reflexiona acerca de esa poesía visual.

En uno de esos recodos del recorrido aparece su conjunto Figurillas de Barro, hechas en diversos tiempos pero recompuestas en el presente año para mostrar un intervalo lúdico -entre ella, la artista y la materia-, componiendo tramas de intensa carga sensorial. De pronto aparece la ya comentada instalación y video ¡Qué Gancho¡, fibras y relaciones (fragmento), 2007, con aquel signo portador: el enorme objeto de colgar ropa del cual penden varios vestidos en plástico, traslúcidos, pero que arrojan sombras y reflejos sobre la pared y el piso de vidrio, afirmando la percepción de extrema fragilidad.

Al fondo del mismo espacio se localiza una pequeñna salita donde montó Ensayo para un Tejido Referencial (fragmento), instalación in situ de 2015. Ahí acude la memoria de las cosas, esa piel que se rastrea, aunque a veces queda tendida entre las cuerdas, como en una profusa trama de lianas y vejucos del bosque o selva de la mente, pero industriales, artificiales.

Percepción temporal

Requiere del tiempo, no en cuanto métrica del reloj, sino el de las condiciones atmosféricas que afectan a tales productos a observar (los chubascos interiores referidos por Carmen Martín Gaité (1925-2000), en Nubosidad Variable), pues inciden en el grado de luminosidad y de la sombras propias o arrojadas por los objetos, que son sujetos del encuadre estético de la instalación, ensamble, collage, escultura, grabado o pintura de Carballo. Ella es una estudiosa de la amalgama de las cosas, su intelecto de investigadora prioriza un proceder para conformarles y, sobre todo, provocar a quienes la seguimos en su singular práctica artística.

El nombre de Dinorah Carballo -y con esto cierro mi comentario-, comenzó a entretejerse en la cultura contemporánea, a finales de la década de los años noventas e inicios de los dos mil, entorno al grabado, el collage, ensambles e instalaciones en las cuales persiste la idea del libro y el atuendo. En tanto vestimenta intelectual adosada al aprestarnos ante la sociedad, asume el desafío, el cual se reconstruye constantemente retándonos.

Recompone esos ensambles con retazos de hojas de árbol, trozos de cortezas, ramajes, semillas, pétalos, con cuya transparencia escribe una poesía visual, la cual adosa a grandes superficies de telas, e incluso hasta la inorgánica superficie del plástico, pero que siempre es piel. En esa urdimbre actúa la gracia de la telaraña: nos atrapa con sus hilos invisibles, para vernos dentro, atados en el fondo por esos reflejos y luces catando la poesía interior de naturaleza intimista, pero de pronto -como en la sala se reduce la luminosidad al no tener a nadie presente delante de las obras-, todo se apaga y quedamos al garete.