Yves Klein (Niza, 1928- París, 1962) tiene un rol pionero en la comprensión del arte como una aventura unificada con el pensamiento y la vida, que definió el giro del arte moderno en la segunda mitad del siglo pasado. La enorme influencia que tuvo su corta pero prolífica carrera, explica que Klein sea una auténtica leyenda: una de las mitologías fundadoras de la contemporaneidad. En tan sólo ocho años (1954 - 1962) Yves Klein abordó varios de los vectores que ha desarrollado el arte reciente: la constante reinvención de la monocromía, el avance de estrategias del proceso artístico, el cuestionamiento de la materialidad artística, el juego estético sobre la vida económica y el desafío de las convenciones sociales sobre la obra de arte y el espacio de exhibición.

Es a través de la exploración de la monocromía que, a mediados de los años cincuenta, Klein toma distancia del arte de su época, que se debatía entra la abstracción lírica y la amenaza del regreso de la representación. En 1955, cuando apenas había tomado el camino del arte, realiza pinturas en diferentes colores para conformar la serie de Yves Peintures. En 1957, con la exposición doble “Proposiciones monocromas” en la Galería Colette Allendy y la Galería Iris Clert en París, Klein inaugura lo que se conoce como su “período azul” centrado en la invención y uso múltiple de un solo color azul y un aglutinante, que Klein llegó a patentar bajo el concepto de “Azul Internacional Klein” (IKB por sus siglas en inglés).

En este mismo contexto, Klein presenta por primera vez la instalación Pigmento puro. La obra sintetiza algunos de los presupuestos que serán fundamentales en su obra posterior: la posibilidad de alcanzar el color absoluto a través de los pigmentos puros del IKB y de la monocromía pictórica. Así mismo, presupone una noción destructiva de la pintura y de su materia, el artista no requiere tener un pincel para realizar cuadro.

Para el artista, el pigmento en el suelo es un cuadro, modifica radicalmente la relación del espectador con la percepción vertical de la pintura. La profundidad y la pureza cromática del azul Klein desplaza la idea de pintar un cuadro hacia la invención de una sensibilidad pictórica, una realidad inmaterial que no está directamente relacionada con los objetos, sino con un campo de percepción y con el disfrute del vacío como producto estético.

Desde que en 1958 Klein exhibió El vacío en su muestra inmaterial en la Galería de Iris Clert –una exposición totalmente vacía– su arte avanzó de manera vanguardista hacia el cuestionario de la relación entre arte y objetos físicos. Esa aventura de desmaterialización quedó signada con la imagen del Salto al vacío (1960), en que el artista ofrecía su propio vuelo como expresión de una escapatoria a la gravedad del mundo. Progresivamente, la búsqueda de la sensibilidad por lo inmaterial vendría a dominar la obra de Klein en los años sesenta.