Un día me quedé observando el garage de mi tía Lupita en San Diego, California. Vi las cajas, objetos que ubicaba de otro tiempo cuando estaban dentro de su casa, herramientas de trabajo, ornamentos de navidad y otras cosas que me hicieron pensar en el arte fronterizo. Si cierro los ojos, el arte hecho en la frontera noroeste de México cobra la apariencia de ese mismo garage. Es una imagen recurrente que he tenido cada vez que pienso en algunos nombres, exposiciones, eventos, rumores y obras de arte que conforman un aspecto importante de mi imaginario. Si durante más de dos décadas se ha escrito sobre las nociones del arte fronterizo, la manera en la que se ha transmitido esta historia es más bien oral, con tendencias a la pérdida y también al olvido.

Nadie llega sola al arte. Toda obra, de alguno u otro modo, se sostiene por una tradición, poética, y política que enmarca y pone en relación la creación artística. Una gran parte de mi tradición viene del arte fronterizo, del arte producido en el contexto donde nací, crecí y trabajo. Pero toda tradición debe renovarse cada cierto tiempo.

En el verano de este año realicé una exposición invisible en espacios públicos de Tijuana, el área de San Diego y Popotla, en la que resitué fotografías de eventos que ocurrieron entre 1994 y 2005 como parte de Insite y que se volvieron piezas clave para el border art. Coloqué una fotografía de archivo enmarcada junto con el título de la pieza y la abandoné en el sitio.

Lo único con lo que yo me quedé fue con el registro de las piezas, como un gesto para reaparecer esa historia que no me tocó ver.

Durante los últimos meses de este año, invité a estudiantes de la Facultad de Artes de la UABC en Tijuana para iniciar un garage (que es un proceso on going), que consiste en un estudio sobre las formas que se han trabajado alrededor de la frontera. La estrategia fue retrabajar, apropiar, conocer y reconocer obras que han sido emblemáticas y otras más desconocidas. La idea de colaborar con estudiantes más jóvenes de Baja California es repensar la historia y la manera en la que aprendemos u omitimos eso que está en el aire. Estos mecanismos de trabajo son también formas bastante características del arte fronterizo que en gran medida está compuesto por apropiaciones desde los 70’s. Re-re apropiación; re-ready made.

Cuando mi garage de la historia del arte fronterizo aparece, devienen fragmentos, imágenes no completas, frases, otras épocas que no viví pero que me contaron, una idea con la que crecí y se volvió un espectro histórico que deviene en mito, un mito que ha sido visto con múltiples ojos desde dentro y fuera.

Lo fronterizo es también un ambiente. Desde que recuerdo, cada vez que he cruzado la frontera he percibido como si el aire cambiara de un lado y del otro. Quise comprobar esta condición ambiental con la ayuda de tres químicos investigadores de la UABC, quienes me ayudaron a detectar qué componentes químicos se encuentran alrededor del cruce entre Tijuana/San Diego, y posteriormente a realizar seis destilados con esa información encontrada en el aire.

Los aromas detectados registran aspectos de la vida cotidiana que se expanden en ambos lados, desde la alimentación, el cuidado del medio ambiente y la vegetación. El arte fronterizo está en el aire. El arte fronterizo es mi imagen fantasma.