Con su nueva muestra en el Museo de Jade y la Cultura Precolombina, Eugenio Murillo Fuentes confronta, una vez más, otra de las más angustiantes e ingratas contradicciones de la vida moderna. Cuando el avance se valora por la existencia de mecanismos con capacidad de comunicar se da, a su vez y sin embargo, lo opuesto: la incomunicación.

Hay factores enemigos de la comunicación, como la incertidumbre, que atan las palabras y las hermetizan dentro de un caparazón. Cual caverna del inconsciente colectivo las esconde, les opaca el brillo poético y cuando más se necesita gritar lo que se siente o se ama, lo pulsional del espacio interior -el del cuerpo-, aparece ese germen de la paradoja, y callamos.

¿Miedo o vergüenza?

El miedo a la vida, a modo de terrorismo (in)voluntario, impele a tragarse las palabras y no decir absolutamente nada, pues hasta mirarse a los ojos posee una prohibición que no admite convención, ni ley. Es una debilidad denigrante que nos asfixia, metidos en esa enorme cueva del mundo (la sociedad). A veces acudimos a refugios temporales como templos, bibliotecas, bares, cafeterías, gabinetes de juegos electrónicos, galerías o museos, a pesar que se nos mire con desidia.

Se trata de una vergüenza impuesta por las contingencias. En vez de palabras salen lágrimas que apagan la reacción interior a lo que ven y obstruyen nuestra natural sexualidad, mediada por el deseo.

Revisión a más recientes producciones

Eugenio Murillo es relator de las vicisitudes de la urbe actual. Recuerdo la exposición Rein@s de la Noche, presentada en la Sala 1.1 del Museo de Arte y Diseño Contemporáneo (MADC, 2011). Aquí expuso los escenarios de la sexualidad humana de una manera reflexiva y recurrente en sus obras, la Prostitución. Esa que se deja ver en las aceras urbanas cuando cae la noche. En esa oportunidad Eugenio comentó:

El arbusto conocido en nuestro medio como «reina de la noche» (Brugmansi X Cándida), crece con facilidad en cualquier terreno; florea en varios colores: violeta, rosada, blanca, amarilla, y estilizada -su forma-, sugiere un elegante traje de noche.

En ese momento pregunté: ¿Qué simbolismo se oculta en el nombre de esta popular flor, para titular esa exposición?

Eugenio agregó:

Como muchas de las cosas que bautizo-, el nombre de la exposición es multisignificante. Empezando por el uso de la «arroba» en la primera palabra, que le otorga al título un elemento «viciado» a su dimensión filológica y que, a la luz de las costumbres actuales, le amplía el sentido al título, pudiéndose leer de dos maneras: «Reinas de la Noche» o «Reinos de la Noche» . Por su parte, la «arroba», de acuerdo con nuestra «modernidad» es una letra bisexual que subvierte la rigidez del binomio masculino/femenino convirtiéndole en ambivalente.

(Véase mi artículo)

Luego su exposición Soledades urbanas (2015-2016), en el Museo Histórico Cultural Juan Santamaría de la ciudad de Alajuela. Para este proyecto, Eugenio reafirmó su preocupación por las problemáticas sociales y culturales que evidencian la modernidad que modifica la vida urbana actual. Propone una reflexión acerca del paisaje urbano y cómo su transformación afecta al habitante. Murillo actúa como un comentarista gráfico de esas vicisitudes que tan profundamente nos desvelan y que engloban tantas preocupaciones, frustraciones o añoranzas. Como cuando el ciudadano ve elevarse ante sí un lienzo en blanco donde se dibuja un paisaje globalizado, con gráfica de marcas comerciales y una desatinada guerra de medios.

En la actualidad, todas las ciudades se parecen entre sí. Han ido desapareciendo aquellos registros de la memoria, a lo que se suma la asfixia por el calentamiento ambiental. La poesía del lugar y la canción de la barriada, también quedaron silenciadas por la sonoridad global de la televisión y la internet, así como por el bullicio del sofocante tránsito vehicular.

La visión de Soledades urbanas encabrita nuestras percepciones. Los volúmenes de arquitecturas protestan, suscitando un sueño en cuyo despertar no existe el retorno, donde todo cambió. No deja de criticar el desarrollo citadino de estos tiempos cuyas soluciones son una factura globalizadora, a la cual apuestan los pensadores de lo urbano.

El escritor Italo Calvino, en Las ciudades invisibles, dijo que la ciudad no dice su pasado, lo contiene como las líneas de una mano. Pero sus más serias penurias serán, según Murillo, su mudez y la soledad. Lugares donde ya nadie se atreve a cruzar la mirada para no salir asechado por el fuego del otro, ciudades paradoja cuyo frente, atrás, lado, arriba y abajo, no son tan distintos como lo es el ciudadano de estos tiempos, que camina buscando un no saber qué, pues el espíritu del sitio está consumado. Como expresó Calvino, decir que conocemos una es afirmar que las conocemos todas.

Reprimir el primer paso, enmienda la muestra actual

«Atar las palabras» es amarrarlas, dejar pasar la oportunidad de que expresen su pulsión interior, desaprovechando un momento que quizás jamás volverá. Prevalece la inacción que -aunque abrigue un manto de negación, desamor e intolerancia, y el furor arda con el último cartucho de los deseos reprimidos-, duele hasta el alma. «El mundo está lleno de gente solitaria que teme dar el primer paso» (The Green Book, Peter Farrelly, 2019), es una frase inspiradora que, según Eugenio, concentra ese sentimiento y expresa esa incapacidad.

Dominio de la no-verbalidad

El talento humano de preguntar, opinar o anclar una conversación -que lo diferencia del género animal-, se está debilitando y corre el peligro de llegar a perderse para siempre. En contraposición se acrecienta lo no verbal con el universo sígnico y simbólico que sustenta imaginarios, y de los cuales se sirve el arte contemporáneo para empujar prácticas artísticas imaginativas y convincentes.

Se trata de fenómenos estudiados por la kinésica, o lenguaje de los gestos. Por su parte, la proxémica aborda la lectura de las distancias espaciales de las personas respecto las unas de las otras. Estas nutren el significado de los discursos fotográfico y cinematográfico, también el del teatro, la danza y el video, donde se vivencia con mucha fuerza esa carga emocional. Y la paralingüística, elaborando matices de diversidad, ritmos, métricas conceptuales a partir de las acentuaciones en el hablar y entablar comunicación.

Birdwhistell, en la teoría de los lenguajes no verbales opina:

Cuando la gente emite sonidos y escucha, mueve y mira, toca y siente, emite y recibe olores, entre otras formas, todas estas cosas son combinadas de varios modos para tomar parte de un sistema comunicativo y no será extraño postular que estas modalidades puedan ser estructuradas analógicamente: tomadas sistemáticamente, podrían ser modelizadas en el mismo modo – o al menos se podrá intentar hacerlo.

(Birdwhistell, R.I. «Introduction to Kinesics», 1952, Louisville. Citado por Calabresse e Mucci, 1975, y Quirós, 2018. P.69)

Por su parte, Edward Hall propone el estudio de las teorías que conciernen al uso del espacio humano, entendidas como especificidades discursivas en la elaboración de la cultura:

Las distancias espaciales son otra forma de señal, de comunicación, focalizadas por la proxémica. Umberto Eco indica que el espacio habla, y habla también cuando no queremos escucharlo, habla por precisas convenciones culturales.

(Citado por Quirós, L. «Diseño: Teoría, Acción, Sentido», 2018. P.70)

De manera que existe algo más al examinar tales conductas, referido a la «inteligencia intrapersonal». Ese algo corresponde a una de las inteligencias del modelo propuesto por Howard Gardner en su teoría de las inteligencias múltiples. Se le define como el talento propio de autoanálisis, a la capacidad de ver cómo somos, de saber qué queremos y el impulso del deseo, a partir de un diálogo interior. Si somos emocionalmente fuertes en ese diálogo interior, se catapultarán nuestras relaciones en el plano social, serán una escalera para subir al muro, para saltar al otro lado de lo (des)conocido, y ese impulso implica un resurgir de nuestra alma que busca del otro.

Respecto a la paralingüística se estudia, en el lenguaje musical por ejemplo, la manera de cómo se acentúan o se recortan los sonidos recreando los significados. Así, en el discurso verbal y el diálogo entre personas, valora la acentuación, el tono de voz, las pausas o silencios, o la sonrisas que dan carácter al lenguaje.

Refiero los anteriores abordajes teóricos en tanto los dibujos de Eugenio Murillo, en su propuesta Palabras Atadas, son un laboratorio en el cual se puede comprender lo que implica la no verbalidad para producir sentido y significado. Para empoderarnos en nuestras actuaciones cotidianas como ir al cine, caminar por un parque o jardín, mientras estamos en la cafetería, en el vestíbulo del museo, en la biblioteca, aulas, o en la jornada laboral. Son los «No lugares» de los que habla el filósofo francés contemporáneo Marc Augé, definidos como espacios de anonimato.

Palabras Atadas, trama de «Leitmotiv»

El carácter del dibujo de Murillo-Fuentes regenera el sentido en el arte del «Leitmotiv», geniecillo travieso que en sus propuestas actúa como «cupido», el cual enlaza a los personajes reivindicando aquella capacidad perdida de decirnos las cosas a la cara, de hablar con el lenguaje de los ojos, más que con palabras.

Para Eugenio, emergen por lo general de las prendas de vestir, cuando se ensaya lo modular y las estructuras de repetición para el diseño textil. Y él, el artista fogoso, conocedor de estas tácticas gráficas, subvierte su utilidad decorativa para cargarla de significado, asumiendo la humana misión de «desatar», motivando a las personas a que enmienden y superen el trauma de lo que no se dice, para llegar al otro u otra. Actúa como paliativo, pero, ¿será posible salvarnos de ese engendro de contradicciones que alienta el maligno, el enemigo público: las tácticas de dominación que idea el marketing con tal de llenar sus arcas?

Simbolismo del imaginario

Con esa acción simbólica de sus dibujos, Murillo cuestiona nuestras conductas, pero también posibilita el potencial de reinventarse a través de recursos que no son solo técnicos, sino también parte de la creciente conceptualidad. Ese carácter es responsable que nos comuniquemos por señas y nos obliga a leer signos. Quiero decir que esos nuevos trabajos de Murillo no nos dicen únicamente cuán excelente grafista es, sino que subrayan también su innata capacidad de construir discursos, así como su inteligencia de investigador visual. Estas son las riquezas de una práctica creativa sólida, gestada en la experimentación e inmersión cotidiana en el taller, donde descubre.

Ese carácter solo se forja con trabajo y experiencia, y en cómo lo afronta. Que no concluye el día sin tener un resultado convincente, evaluable y que dé frutos. Pero no es el cultivo de las apariencias, como se engañan muchos artistas en la actualidad productores de fórmulas de éxito comercial. Producir arte como lo hace Murillo implica una braza que quema, pues se tiene que dar algo de sí. Y tal y como lo dije antes, no es solo técnica, sino una esencia en la cual se cree, se «ata» en el buen sentido de la figura, para donarlo a los demás en un acto de amor y singularidad humana.

Ya para terminar, viene a mi mente un texto del neuro-cientítico Daniel Goleman acerca de la Inteligencia Emocional (2008), quien pone el ejemplo de un compositor musical que al trabajar se sume en un estado de concentración tal, que cae en el éxtasis, sin conexión racional con la realidad. Inmerso en una atmósfera emocional, lo exterior pierde interés, llegando a sentirse incluso desprovisto de su propio ser y advierte tan solo «cómo todo fluye por sí mismo» (Goleman, 2008. P.117).

Diría que estas percepciones son fruto de observar sus trabajos actuales, y constatar el sentido de su discurso, de su investigación y experimentación, la lectura de referentes que no son solo artísticos sino científicos. Son la estructura que sostiene su pensamiento, para dar el salto al otro lado de la cortina o muralla de la (in)comunicación, como uno de los males más sufridos y que pueden acabar con el género humano. A como vamos, en un futuro seremos como autómatas divagando en el limbo acechado por (el mercado), por esa bestia que enreda los lenguajes en esta Babel contemporánea.