El arte contemporáneo se comporta como agente portador de las miradas puestas en la ciudad, barriadas, ecléctica materialidad, construcción y cultura. Los grafitis, impresos, reclamos publicitarios, vallas, mupis, autobuses, señales de tránsito, todo lo adosado a paredes y ventanales de lo edificado, sumando las vivencias humanas ocurridas en su entramado, son un enorme collage-mural colectivo, desafiante abordaje para los creadores visuales.

Hoy en día se habla de la vestimenta de la urbe actual, que activa una profunda reflexión sobre su existencia, espejo donde mirarnos inmersos. Al observar el atavismo, es focalizado no la realidad del cuerpo construido, sino la piel anecdótica que la recubre. ¿Será por eso que cada vez somos más superficiales y nos asustan esas profundidades de la existencia y del pensamiento? El paisaje es un doble virtual, arraigado a las redes sociales, y buscamos re-direccionar su maquillaje atávico. En el pretérito se apreciaba la estructura construida como esencia de la ciudad: lo edificado y que la sostiene; lo preocupante es que hoy nos dejamos influir solo por las apariencias.

En el pasado se contempló la arquitectura, materiales y usabilidad; hoy apreciamos otra piel matizada por la creatividad que nos impele a subirla a las redes y que son comentarios de su realidad. Dicha realidad impulsa a expresarlo al margen: los grafitis, con amplia tipología iconografías caricaturescas, formas, colores y texturas tienen gran interés para el arte y se ve reflejado en esta muestra; además del extensivo uso tipofigurativo, que nos relacionan con escrituras muy antiguas y crípticas lecturas.

Redes sociales

El arquetipo y dinámica comunicativa del entorno asemeja a lo que ocurre con redes sociales, y, en particular, Facebook e Instagram, cuando los mensajes se superponen invadidos por nuevas intervenciones u otras páginas que se transparentan al sobreponerse, asumiendo un carácter compositivo de actualidad: una valoración y lectura en profundidad.

La urbe actual es atacada por un germen ignoto, el cual asimila la lucha por la supervivencia en la vorágine de la naturaleza, donde son necesarias estrategias ante una cacería constante y agresiva; quien no sabe sostenerse puede sucumbir y dejarse ir en esa deriva. Apreciamos en las miradas y rostros retratados, pintados, dibujados, instalados, fotografiados, caricaturizados, modelados o interpretados en grafitis y perfiles o muros, la persistencia de expresiones de angustia.

Face/NO/book: Identidades Invadidas

El producto tecnológico transforma la sociedad, hoy nos mantiene con la mirada clavada en la pantallita del celular. Las caritas o emotivs, los retratos individuales o colectivos físicos o conceptuales, los selfies y constantes posteos, son además pancarta que capta la actual invasión del mercado cuando impera el lenguaje del marketing e invade nuestra intimidad.

De este contexto parte el proyecto alternativo de Museo de Pobre y Trabajador, Ipís de Goicoechea en Costa Rica; emerge como un intento regenerativo de entre el degrado urbano. Será un paisaje en vías de colapso si el habitante no reflexiona sobre la problemática y siembra la semilla de la recuperación. Para esta segunda experiencia expositiva, son explorados los retratos filtrados por la invasión de medios de punta, tendentes a formar tribus que también son nuevas formas de colonización, en tanto refieren a subproductos del desenfreno consumista, uno de los grandes conflictos modernos, pues impelen a comprar, a gastar, y si no nos vemos reflejados en esos perfiles, nos entristece.

Las plataformas de Facebook e Instagram, son como uno de esos grafitis en alguna de las paredes de las barriadas, sitios públicos, carreteras, parques, y en esa práctica, un artista invade a otro, lo borra, tacha, recrea, reinventa, pero permanecen vestigios de capas anteriores, rastros que poseen enorme interés visual. Para los estudiosos e investigadores sociológicos y culturales, es una especie de contraste necesario para apreciarlo, y debemos actuar como palimpsestos al escarbar en la piel del territorio.

Lectura de lo expuesto

Aborda la exploración a las identidades invadidas: A los héroes desconocidos que no alcanzan visibilidad; poseedores de (des)afectos a quienes intentamos rescatar; son los personajes urbanos que transitan angustiados ante tensiones como la precariedad, impactados por la desesperanza. Estos rasgos son evidentes en los dibujos en acrílico sobre tela en gran formato de Jorge Bonilla, sus Personajes Olvidados. También se aprecian en los trazos en carboncillos sobre papel de Roberto Murillo, que van al fondo de las madrigueras humanas habitadas como topos bajo los puentes, entre los resquicios de los muros de la psique, ¿habrá algún paliativo?

Apreciar la muestra será un punto de quiebre que nos cortará en el camino para mirarnos a sí mismos, inmensos en esa trama en paredes, tapias, puentes, andamios, compartidas por Instagran y Facebook, para apropiarse de lo que venga de vuelta: »un Si o un No me gusta», expresados por los emotivs, o lenguaje universal cuya fuerza crece anticipando la decadencia de la escritura, delante del auge de los discursos no verbales. Se constata cuando los habitantes van por las aceras hermetizados en su habitáculo tecnológico de audífonos, capturado por el celular, se va perdiendo la libertad de relacionarse con los demás, y es cuando prevalecen dichos signos sin palabras, pero que levantan los egos en la creciente virtualidad.

Grafitis urbanos

Tal y como ocurre en la dinámica de las redes, se exhiben capturas fotográficas de grafitis en distintas ciudades del mundo, donde perviven complejos lenguajes visuales: Maurizio Bianchi (Italia) comparte poéticas imágenes encontrados en Madrid y en las vías de San José. Amity Ganjoo testimonia el forcejeo social con un conjunto de sensibles documentos de esa piel en ciudades como Jammu y Mumbai de la India, que además de alegorías de la cultura, aprecian la angustia que pervierte la paz en otras fronteras y continentes. Ernesto Pérez Ramírez expone sus fotografías de grafitis capturados en ciudad de México y San José. El tema de los murales urbanos constituye un collage desaforado en tanto remite a realidades que no pueden obviarse en una contemplación de la ciudad en cualquier punto del planeta, en tanto son narrativas que ilustran la vida y estimula el pensamiento crítico del presente.

Carlos Roberto Lorenzana expone un dibujo caricaturesco del esqueleto humano, cuya huesera vibra por las ensordecedoras pitoretas y humos benzínicos que parecen hacernos fenecer. Jacob Agüero se apropia del lenguaje de los cómics y reinventa esos caracteres traviesos de crítica imaginación, para decirnos que estamos en otra era evolutiva distinta a la modernidad y contemporaneidad, y que nadie se atreve aún a formular su nombre. En ese espacio emergen las caricaturas y dibujos de Milton Ávila, quien bordea lo político y retrata a figuras del panorama internacional cuyos nombres y rostros figuran en lo noticioso; el arte no puede dejarlo pasar de lado sin externar antes un comentario gráfico.

Por su parte, Irvin González, comparte una esquina del entramado metropolitano, con una fachada pintada con gráficas emparentadas con los grafiti, y el detalle que agrega interés a esta captura son los cables telefónicos y de tv, ensortijados; pero por ahí es donde fluyen las comunicaciones que nos mantienen conectados: son útiles, pero también nos mantienen en vilo y sin parpadear.

Otras miradas invadidas

Dentro de otra percepción del paisaje urbano, Carolina Guillermet aborda la ciudad, en tanto que ella se inició pintando casas de Barrio México, y sus propuestas en acrílico sobre tela son síntesis de esa actividad creativa, cargada de sinestesias sonoro-visuales de esas barriadas periféricas o centrales de estas ciudades.

Roberto Guerrero se expone en un autorretrato, en el cual él se trasviste apropiándose de la personalidad de Xochipilli, divinidad mexica de las flores, mariposas y alegría del vivir, a pesar de las contradicciones tan sensibles en hoy, Guerrero capta tres retratados que se invaden uno al otro: el trucado de su rostro e identidad, el de la deidad azteca, y el niño interior que todos llevamos siempre.

José Alberto Hernández va a los registros delincuenciales para mostrarnos caras provenientes de los archivos penales: Hojas de Contacto RIP-Retratos inconclusos policiales (2005-2010), son testimonio de la nefasta actividad del hampa, que nos quita algo más que la paz interior al núcleo social y familiar; pero que son una de esas capas de la realidad que se transparenta. Estas hojas de contacto de los rostros, no están nada lejos -y como expresé-, de los dibujos de Jorge Bonilla y Roberto Murillo, en tanto que son rostros ansiosos, desesperanzados, marcan a algunos caminantes, aquellos quienes duermen bajo los puentes, aleros y ángulos de las edificaciones en condiciones infrahumanas.

La pintura acrílica Los grandes maestros de la historia del arte de Ricardo Ávila, representa un documento sobre el retrato y autorretrato actual, con estilos de arte de todos los tiempos. Ávila pinta reinterpretando obras de cada maestro, imprimiéndoles su genuino carácter naif. En otro ángulo se ubica la propuesta de Zulay Soto, con sus collages de fotografías y recortes al estilo del pop y arte de los años setenta, sumidos en la contracultura del tiempo, cuestionando las ataduras de la sociedad. Y en tanto mirada a lo actual, no podíamos dejar de representar el arte popular y artesanal, con los jícaros grabados con figuras del arte precolombino de Luis Fernando Gómez, retrato que valoriza lo originario y un discurso al cual quedamos debiendo pues había sido visto de reojo.

En otra área de las paredes de Museo de Pobre y Trabajador abordamos un matiz más contemplativo del territorio del alma y pensamiento reflexivo, pero que son como llevar una piedrita en el zapato. Un retrato relieve en resina S/T del escultor Ángel Vapor (USA), el cual contempla la contradicción del vacío. En esta misma zona, Carolina Valencia se presenta a sí misma sumida en los diedros del cubo, reflejándose uno al otro en un matiz de autorreferencialidad: Desde adentro, 2017, instalación.

Los gestos son propios de esos estados y muros de las redes sociales, cuando se intenta expresar las vivencias o confrontaciones entorno-sociedad, en este abordaje se expone un autorretrato de Flavia Sánchez, capturado directamente de su página de FB, con una mueca de incomodidad y desasosiego ante las relaciones intrapersonales del hoy. Además, está expuesta la fotografía del performance El Índice de la mueca, 1978 realizado en Barcelona de Otto Apuy, muecas precisamente en los tiempos liminares del conceptualismo y su acceso al arte costarricense.

Son quizás una isla en ese entramado de contradicciones, pero sin alejarse de tal persistencia de la violencia, cuelgan las tres T-shirt de Marcela Araya, tituladas Size, signo evocador de estatura, denuncia o provocación del tema femenino imperante y que son ecos expresados sobremanera por el arte joven. Tampoco podía dejar de reflexionar acerca de los asuntos de la niñez y el peligro que cierne en ellos ante esta sociedad de míseras conductas; hablo de la pieza de José Rosales, Nuevas personas 2, 2019, álbum fotográfico con 40 fotografías instantáneas intervenidas, que retratan el carácter de inocencia del infante.

Entonces -y con esto cierro el análisis de esta exposición en Museo de Pobre y Trabajador ubicado en Ipís, cantón de Goicoechea, provincia de San José, Costa Rica-, el cual crítica el sistema de la cultura oficial, y se convierte en un punto de quiebre para dar a conocer otros matices del arte contemporáneo. Diría que explorar las identidades invadidas con imágenes, memes y otras recurrencias publicadas en redes sociales, que se vuelve arqueología bajo la piel urbana, donde encontrar en cada esquina o página, un rasgo influyente en el comentario visual de la situación actual, cuando a pesar de que se ama y convive, también se agrede.

Mirar estas fotografías u obras de arte expuestas en el espacio contemplativo de un museo también al margen, se vuelven filosas espadas de doble filo.