En el continente ha sido frecuente la queja sobre la ausencia de crítica de arte sistemática y profesional. Sin embargo, cada vez que se articula una crítica independiente, profesional y no complaciente, el medio artístico de norte a sur la ahoga, vociferando y censurando. La misma libertad que reclama el artista para su quehacer se niega sistemáticamente al crítico de arte, que suele ser el eslabón más débil en el mercado artístico. No obstante, se pueden contar con los dedos de la mano los críticos de arte que trabajan sin negociar su integridad.

Por lo anterior, cabe ponderar seriamente dos interrogantes: primero, ¿debe existir o no la crítica de arte en el medio artístico? Y, segundo, ¿sobre qué bases?

En principio, la crítica de arte se define como una especialidad artigráfica que consiste en interpretar el hecho artístico: tradicionalmente, se limitaba a valorar y reseñar obras y exposiciones no consagradas por la historia del arte. Esta definición, sin embargo, es insuficiente en el contexto sociocultural local y en un mundo globalizado donde la producción cultural mimética, improvisada y hasta truculenta es mercadeada igual que la obra que deriva de una disciplina artística, un concepto claro y un comportamiento íntegro.

Es insuficiente en medios donde la ignorancia y la desinformación artística están a la orden del día y donde el autor o autora, a falta de una exigencia crítica sistemática, convierte la honestidad creativa en un asunto de ética individual sujeta a las variaciones de la moda, el mercado y el gusto «oficial» del público.

Definición alternativa

Una alternativa que enriquece la definición de la crítica de arte es aquella que la considera como una forma de literatura que condensa o amplifica, enfatiza u ordena, o intenta armonizar todas las ideas que vienen a la mente cuando esta es confrontada por el fenómeno artístico.

Debemos al poeta y crítico francés, Paul Valery, el que la crítica de arte haya progresado del vituperio a la metafísica. Esta revolución es la que explica por qué todavía hoy leemos crítica de arte. Bien apuntaba, Charles Baudelaire que: «No había un solo momento en que la crítica no haya estado en contacto con la metafísica».1

Para establecer un fundamento claro, la metafísica es la rama de la filosofía que estudia la naturaleza, estructura, componentes y principios fundamentales de la realidad. Esto incluye la clarificación e investigación de algunas de las nociones fundamentales con las que entendemos el mundo, como entidad, ser, existencia, objeto, propiedad, relación, causalidad, tiempo y espacio.

Poner atención con rigor obstinado al objeto artístico es una cualidad inherente al crítico profesional. Pero, los historiadores de arte y otros académicos, en un afán de convertir a la crítica de arte en otra disciplina académica, anteponen la definición de una metodología a la experiencia del hecho artístico. En otras palabras, tratan de convertir la crítica de arte en algo que no es, como la historia del arte o la retórica curatorial.

No podemos confinar la crítica de arte a la disciplina académica porque sería el fin de esta, pero si podemos aceptar que este género literario existe debido al objeto artístico que examina. La crítica consiste en tomar decisiones como si importaran. O como lo expresa el crítico David Hickey: «La crítica trata de canalizar cambio, y cuando nada cambia, cuando nadie disiente. ¿Quién necesita la crítica?»2

Charles Baudelaire representa la tendencia histórica de la crítica de arte como extensión de la poesía.

Sin crítica prevalece el dinero

Como ha señalado el crítico David Levi Strauss:

Sin crítica, la única medida de valor en el arte es el dinero, y esa medida ha probado ser tanto inconsistente como anquilosante. Entiendo que los banqueros y administradores de fondos de inversión lo prefieran, pero no entiendo porque los artistas lo han soportado por tanto tiempo.3

Si la crítica es devaluada, los artistas y los curadores no tendrán otra elección, en la presente crisis de valores relativos, que depender de la canción que toque el mercado. Por lo tanto, a la tarea de interpretación del hecho artístico coetáneo el crítico de arte —crítico porque posee criterio— se suma el papel de desmitificador.

Este papel es, a menudo, resentido por la comunidad artística que percibe una amenaza sobre su seguridad económica y prestigio social, así como para coleccionistas y marchantes que no quieren que se evidencie la fragilidad de las propuestas estéticas que promueven, sustentadas más por el currículo, los premios y los artículos laudatorios de encargo.

El crítico se erige en «desmitificador», en potencial destructor de falsas mitologías artísticas, a la vez que descubre los falsos valores de apreciación en el arte: lo complaciente y superficial que se fomenta en aras del «esfuerzo»; una deficiente producción cultural aunque la defienda, como afirmaba la crítica argentino-colombiana, Marta Traba, «un público que quiere tener héroes aunque se demuestre que fueron cobardes, y que mantiene a ultranza a genios locales después de que sus páginas se han convertido velozmente en polvo y ceniza».4

La crítica de arte, Marta Traba, abrió brecha desmitificando el arte, pero creando nuevos mitos con la neofiguración contestataria.

El curador, el comentarista, el periodista y el crítico de arte nada pueden aportar si lamen la obra artística con efusiones líricas de tercer orden, tranquilizando al público y obteniendo, a cambio, gran simpatía de esos «artistas» y de ciertas audiencias y medios.

El crítico de arte, saludable y profesional, no debe buscar complicidad con la mentira, ni con la superficialidad. Debe testimoniar la verdad estética entendida como la suma de conocimientos y experiencias que le permite articular un criterio: como el artista auténtico, todo esto resulta de la disciplina, el conocimiento, la integridad y la valentía.

La historia reciente ha demostrado que el desarrollo de la cultura desde el ámbito estatal, mediante el fomento de la actividad artística financiada con fondos gubernamentales, termina siendo un lastre para la misma cultura que se busca establecer.

En las artes visuales, por ejemplo, constatamos que la dirección de los principales entes de promoción y formación cultural está en manos de burócratas, llámense académicos en arte o ciudadanos ilustres. Su concepto de la plástica no es dinámico, ni libre; antes bien, neutralizan la confrontación necesaria entre arte y público, creando un entorno donde solo expone y es premiado el autor no controversial, que tiene buena relación con el director o curador de la galería o museo; o en su defecto, el que cuenta con un amplio currículo y premios.

En la práctica, la obra artística, que debería ser lo primordial, resulta relegada y cuando es objeto de comentarios oficiales tiene mucho de resabio anodino y clisé.

La crítica nace del arte

¿Por qué el arte necesita de la crítica? Porque la crítica es un reflejo de este, un lugar fuera del arte que sirve para reflexión, el discernimiento y la conexión con un mundo mayor. Por supuesto, que se puede producir un «arte por el arte», pero qué sentido tiene si su conexión con el mundo real se vuelve tenue, y la relación con lo social desaparece. Si un artista y su arte quieren engancharse con la realidad, si quieren discusión y confrontación, necesitan de la crítica.

Por otra parte, un crítico no produce aisladamente. Por el contrario, su papel lo conduce a múltiples nutrientes políticas, sociales, económicas, psicológicas y culturales en las que debe mantenerse actualizado e investigando.

Por eso, su criterio implica discernir lo esencial, a partir de una multitud de datos e ideas, buscando distanciarse de sus preferencias, y las del mercado. Hay, sin embargo, un problema colateral derivado de los nutrientes de la crítica y es la ausencia de un pensamiento y sensibilidad crítica propia y a la vez, latinoamericana: el crítico, no obstante, suma su experiencia nacional a las referencias internacionales, a falta de referencias críticas sistemáticas y relevantes en el subcontinente.

No hay una metodología apropiada a la crítica de arte, se requiere experimentar el arte sin prejuicios estéticos o paradigmas académicos para escribir sobre este con integridad.

Porción excéntrica

No debe extrañar que esta realidad haya convertido a nuestra región en lo que Octavio Paz llamaba; «una porción excéntrica de Occidente», que tiene crítica, pero carece de pensamiento crítico propio.

Nuestra porción, dice el poeta e intelectual mexicano:

Conoce la sátira, la ironía, el humor, la rebeldía heroica, pero no la crítica, en el sentido recto de la palabra. Por eso tampoco conocemos la tolerancia, fundamento de la civilización política, ni la verdadera democracia, que consiste en la libertad y que reposa en el respeto a los disidentes y a los derechos de las minorías. Nuestros pueblos viven entre los espasmos de la rebeldía y el estupor de la pasividad.5

En este contexto, el ejercicio de la crítica tiene connotaciones peligrosas. Tanto, que muchos críticos en distintos ámbitos, aunque rigurosos y honestos, optaron por renunciar a la actividad interpretativa y desmitificadora.

Si el entorno no favorece el desarrollo de la crítica de arte, se puede preguntar uno: ¿para qué arriesgarse a practicar la crítica sistemática y profesional?

La respuesta es que sin crítica no puede darse en nuestro medio una producción cultural de calidad universal e influencia global.

Mientras el halago gratuito sustituya el criterio; mientras la medida de la integridad creativa sea la ignorancia del espectador y, mientras, los cínicos y charlatanes dominen la escena cultural, como burócratas del gusto, marchantes inescrupulosos, o autores inauténticos, no habrá calidad que señalar.

El crítico debe permanecer tan libre como el propio artista, de manera que pueda enfrentar las presiones interesadas en asimilarlo a los intereses creados o, en su defecto, por sacarlo de circulación.

Es un serio error de los artistas atacar la crítica porque esta es su propia progenie y futuro. O, como lo puntualizó Baudelaire: «Es del vientre del arte que nace la crítica».6

Más que nunca, la integridad, disciplina, conocimiento y valentía de la crítica son la única garantía que tiene el arte y su audiencia, sobre la validez de lo que comunique como objeto de su crítica en las artes visuales, como en cualquier otro campo de la vida.

Notas

1 Baudelaire, C. Salón de 1846: Delacroix.
2 Hickey, D. Discusión en el Instituto de Arte de Chicago en 2005, que James Elkins y Michael New incluyeron en su libro El Estado de la Crítica de Arte: Seminario de Arte (Routledge, 2007).
3 Levi Strauss, D. (2012). De la metafísica al vituperio: Crítica de Arte como si todavía importara. Revista ART. Mayo, 3.
4 Traba, M. (1972). Arte Latinoamericano. Caracas: Ediciones de la Biblioteca EBVC, pp. 54-56.
5 Paz, O. (1966). Palabras al simposio sobre arte latinoamericano de Austin, Texas. En: Puertas al Campo México: Ediciones UNAM.
6 Baudelaire, C. Salón de 1846: Delacroix.