Hoy me desperté temprano, a las 3.30 am, para llevar, en coche, un amigo al aeropuerto. Lo hice como un gesto de amistad y además para compartir unos momentos. El acuerdo era de pasar a buscarlo a su casa a las 4.15 am en el centro de Módena y llevarlo hasta el aeropuerto en Bolonia, que dista unos 40 km., donde tenía que estar a las 5.00 am y así fue. Antes de partir, lo llamé para confirmarle que estaba llegando.

A esa hora llovía y había llovido durante toda la noche. Bajando de la granja al pueblo para tomar la carretera a Módena, descubrí que el canal que corre a la derecha del camino, cuando uno baja, estaba lleno de ramas de árbol que bloqueaban la corriente y el agua invadía el camino cuesta abajo como un rio. Con la oscuridad, la visibilidad era poca y estaba preocupado por el riesgo de pasar sobre una rama que me dañase una cubierta. Sabía que para mi amigo era importante llegar a la hora justa y poder tomar el vuelo a Madrid y de allí a Cuidad de Méjico para terminar en Cancún, donde iniciaba su aventura por siete países centroamericanos.

No tuve problemas y durante el viaje a Módena pensé que todos nuestros proyectos dependen de tantos factores. El tiempo, el estado de los caminos, la seriedad de las personas con quienes contamos, el tráfico y tantas otras cosas que son imprescindibles para alcanzar el objetivo. Las sociedades modernas pueden ser vistas como una infinidad de planes y proyectos personales que se realizan al mismo tiempo. Y la fuerza de la sociedad misma y de las relaciones personales depende de la ayuda que puedan ofrecer a la realización de estos planes y su predictibilidad, que significa que las cosas funcionen sin mayores inconvenientes.

Cuando llegué a la casa de mi amigo, este me estaba esperando y pude notar en su rostro el alivio que sintió al verme. Subió al coche, se sentó y se relajó un momento. Hablamos del viaje, de las horas de vuelo que lo esperaban y nos despedimos en el aeropuerto. Lo observé atravesar la puerta y entrar en el área del check in. Había hecho lo que tenía que hacer y eras las 5.00 precisas. Decidí volver a la granja pasando nuevamente por Módena para ver la ciudad que se despertaba. Las calles se llenaban de coches lentamente, la lluvia continuaba, cada uno perseguía sus propios objetivos y yo volvía a casa para partir nuevamente a la oficina y entrar en el juego de todos los días, controlando que todo lo que habíamos prometido fuera hecho bien y a tiempo.