Si nos diesen un diagnóstico como el de Alzheimer, seguro que entenderíamos que aparezca la depresión. Esta iría acompañada por un estado de ánimo decaído, con pérdida de apetito, incapacidad para disfrutar de la vida y problemas del sueño, entre otros.

Esta aparición de la depresión parece “lógica”, sin embargo, pero los datos revelan que no siempre será una consecuencia del Alzheimer. Por el contrario, la depresión también puede estar entre las causas de esta afección. En este sentido, son varios los artículos publicados que informan sobre un mayor porcentaje de personas con Alzheimer que han sufrido depresión como condición preexistente.

A pesar de lo anterior, no se puede decir que exista una relación directa entre sufrir una depresión durante la juventud y padecer Alzheimer en la ancianidad. Aunque sí se considera un factor predisponente, entendiendo que aquellas personas que no han padecido depresión tienen menos probabilidades de padecer Alzheimer. Con este dato se recupera el foco de atención en la calidad de vida de las personas antes incluso de que puedan llegar a enfermar. Así, si nos garantizamos una vida lo más saludable mentalmente posible, puede ser un factor de protección para enfermedades como el Alzheimer.

Asimismo existen datos que vinculan los trastornos coronarios con la presencia del Alzheimer entre los más ancianos. Algo que por otro lado se puede relacionar con el estilo de vida que ha llevado la persona. Así las personas que se expresan de forma enérgica, son competitivos, y siempre van corriendo de un lado a otro, son las que van a sufrir más patologías asociadas al corazón. Y al contario, aquellas personas que llevan una vida más sosegada, casi contemplativa, que ven el aspecto positivo a la vida y saben disfrutarla, son las que menos problemas de corazón tienen.

El problema es que socialmente está mejor visto el primer estilo de comportamiento, el luchador agresivo, que actúa “sin corazón”. Una visión que va en detrimento de las relaciones interpersonales, debido a que no les dedica suficiente tiempo y, además, a la larga perjudica la salud. Y tal y como se ha enunciado, la presencia de problemas coronarios está relacionado con el padecimiento del Alzheimer, con lo que nuestro estilo de vida de adulto, va a “cobrarse” en la ancianidad.

Todos estos descubrimientos nos permiten tener una idea más clara sobre lo que sucede con el Alzheimer, así como sobre por qué aparece, más allá del componente genético que podamos tener cada uno. Genética que incide especialmente en los casos de aparición temprana de la enfermedad, que se suelen producir antes de los 40 años. Pero en la gran mayoría, casi en el 95% de los casos, se produce por encima de los 60 años, donde la genética juega un papel menos destacable. Ahora, las condiciones medioambientales y el estilo de vida que hemos llevado van a ser los factores determinantes. Sabiendo esto, está en nuestras manos poner todo de nuestra parte para prevenir la aparición del Alzheimer. Así se puede:

  • Incorporar en la dieta determinados alimentos indicados para la prevención del Alzheimer.
  • Realizar ejercicios físicos moderados de forma diaria.
  • Cuidar el estilo de vida del adulto, para que no genere problemas cardiovasculares.
  • Cuidar la salud emocional durante la vida del adulto.

Con respecto a este último punto, hay que tener en cuenta la adecuada “higiene emocional”, para prevenir trastornos de depresión o ansiedad. Desde algunas instituciones educativas, se está tratando de incorporar asignaturas sobre la educación emocional, debido a los efectos positivos sobre la convivencia. Pero conocer cómo nos sentimos, cómo se sienten los demás y cómo relacionarnos adecuadamente no sólo va a mejorar la convivencia. También nos va a ayudar a tener esa deseable “higiene emocional”, que nos haga capaces de deshacernos de lo negativo, y centrarnos en lo positivo. De forma que adquiramos pautas y comportamientos que nos lleven a una vida saludable mentalmente, que a su vez sirva para prevenir problemas coronarios. Muchos van a ser los efectos positivos que se alcanzarán con este estilo de vida y además sin darse cuenta estará ayudando a prevenir la enfermedad de Alzheimer.

A modo de conclusión, merece la pena indicar que estos dos factores, la depresión y los problemas coronarios debido al estilo de vida, están siendo investigados actualmente para ver cómo interactúan entre sí. Sabemos que van a tener un papel decisivo en la aparición de la enfermedad de Alzheimer en la ancianidad, donde la genética no tiene un papel tan destacado. Pero lo más importante de todo, es que se pueden emplear como factores de prevención de esta enfermedad:

  • Evitando las depresiones, con una adecuada “higiene emocional”
  • Potenciando un estilo de vida más apacible y contemplativo.

Bibliografía

Li, J.Q., y cols. (2015). Risk factors for predicting progression from mild cognitive impairment to Alzheimer's disease: a systematic review and meta-analysis of cohort studies. J Neurol Neurosurg Psychiatry.

Boccia, M., Acierno, M. y Piccardi, L.(2015). Neuroanatomy of Alzheimer's Disease and Late-Life Depression: A Coordinate-Based Meta-Analysis of MRI Studies. J Alzheimers Dis.