Educar un niño no es criar a un cerdo o regar una planta. Los niños de hoy son los adultos de mañana, lo que les enseñemos hoy conformará la sociedad que ellos crearán mañana. Y hasta que el niño sea capaz de tomar decisiones por sí mismo, los padres han de velar por él.

Los progenitores tienen que estar siempre al tanto de las necesidades de su hijo. No hace falta ni ser adivino ni ponerle una cámara espía cuando nazca, basta con prestarles atención. A un hijo hay que observarle, estar al tanto de sus rutinas, de sus gustos y aficiones, de sus convicciones, de sus miedos, de sus intenciones… de manera que cuando ocurra algo, los padres sean los primeros en detectarlo.

Los progenitores son los principales responsables

A ser padre no se nace sabiendo y cada niño (como ser humano único e irrepetible) es un mundo. No se trata de ser el padre perfecto, ser padre es un proceso en constante aprendizaje, pero como todo lo que se aprende desde cero, hay que dedicar tiempo, esfuerzo y atención. Un error en un examen nos resta un punto, un error con nuestro hijo puede salir mucho más caro.

En situaciones trágicas como pueda ser un maltrato o abuso o negligencia en el trato, que repercuta en el bienestar físico o emocional del niño, lo primero que se hace es buscar un responsable. Especialmente los padres. Necesitamos poder culpar a alguien, necesitamos poder cerrar la herida.

Y los padres buscan al culpable externamente. Se culpa al sistema, al adulto a cargo que permitió el abuso, a los padres de los acosadores, etc. Es cierto que el sistema no es perfecto y puede fallar, a veces el sistema es corrupto y quienes se supone que han de velar por él, lo abusan. Pero también hay que hacer un ejercicio de autocrítica y tener en cuenta que los principales responsables de los hijos son los padres.

A veces el sistema falla, a veces ocurren desgracias que no se pueden evitar, pero a veces ocurre que, sin darnos cuenta, no estábamos prestando atención a los hijos, no estábamos atentos a los hechos que ocurrían a plena vista y a veces, por desgracia, esto repercute en el bienestar del niño.

«Padres forzosos»

Tener un hijo no termina cuando la madre da a luz, tampoco una vez que el niño va al instituto. Tener un hijo no es reversible, es algo que cambia el estado de una persona para siempre y no como nuestro estado en Facebook.

A partir de ese momento se pasa a ser madre/padre de, hemos traído al mundo a un ser que necesita de sus padres para subsistir en los primeros años de su vida y que los seguirá necesitando en las distintas etapas de esta para aprender y formarse como persona en las distintas facetas de su vida.

Y en cada una de estas facetas a un hijo hay que observarlo, estudiarlo, estar atento a las compañías con las que se mueve, las convicciones que tiene, las ideologías –a veces más por moda que por convicción– que sigue, a sus miedos (puede que haya un terror real detrás de estos), etc.

¿Los padres fracasan antes de que el niño sufra el daño?

No se puede supervisar a un niño 24X7. Los padres han de delegar el cuidado de los niños en determinadas instituciones: la guardería, el colegio, el instituto, la consulta del médico, un campamento de verano… y tienen que confiar en que mientras los niños están al amparo de estas instituciones creadas para su protección nada malo ocurra.

Pero sabemos que esto no es así, está demostrado que el sistema falla. El sistema está formado por unidades y podemos topar con una manzana podrida y los hijo puede sufrir algún tipo de abuso o amenaza por parte de quienes se supone que deben protegerlos.

Esto, por desgracia, es inevitable. El riesgo siempre existe, sin embargo, es responsabilidad de los padres detectar esta situación y proteger al niño apartándolo de dicho entorno y tomando medidas (legales si se diera el caso) para evitar que el niño sufra daño.

No se falla como padre cuando el niño sufre algún mal, pues como ya hemos visto hay causas mayores que un simple mortal no puede evitar, el problema viene cuando no se presta atención y por tanto no se reconocen los síntomas o cuando se reconocen los síntomas y se decide no hacer nada porque «ya pasará» o porque «no es para tanto».

En conclusión, los padres (aunque a veces no lo parezca dado la de malabares que hacen) son seres humanos y como tales cometen errores, aprenden sobre la marcha y no tienen un escudo especial para luchar contra enfermedades o monstruos en los armarios, pero sí tienen una responsabilidad enorme a la que han de atender y como se ha querido ilustrar en este artículo, eso conlleva esfuerzo, sacrificio, tiempo y dedicación. Elementos todos ellos que resultan conceptos extraños en una sociedad moderna basada en la gratificación inmediata y el esfuerzo mínimo.