Semana Santa marca un antes y un después. Y es que, tras esta fecha, la gente se saca de encima el invierno y empieza a prepararse para el verano. Una transformación que viene marcada por el clima: hay más horas de luz natural y los termómetros empiezan a subir cada día más. Los armarios no son una excepción a estos cambios y también van experimentado una transformación progresiva: las prendas empiezan a ser más finas, los anoraks dan paso a los abrigos de entretiempo y chaquetas y los colores oscuros son sustituidos por colores más vivos y alegres.

En este cambio, sin duda, uno de los más significativos se puede ver en el deporte. Los esquís y las botas se limpian, se ponen en sus respectivas fundas y se destierran al fondo del trastero, mientras se empiezan a desempolvar y preparar las gafas de bucear, bañadores, etc. La montaña da paso al mar y, por lo tanto, el deporte, sus herramientas y su vestuario también se pasan el relevo.

La transformación no es única en los elementos que nos envuelven el día a día, sino también en las personas y sus estados de ánimo. La gente es más positiva, se vuelve más dinámica y sociable y, sobretodo, tienden a tener más ganas de cuidarse.

En este sentido, la ‘operación bikini’ da su pistoletazo de salida y es que la gente quiere lucir figura en verano, cuando el cuerpo queda más a la vista de todo el mundo. Los gimnasios experimentan un incremento de matriculas, mientras que hay otras personas que aprovechan los espacios de su ciudad o pueblo para practicar deporte. El paseo marítimo se convierte en el lugar de encuentro preferido para los runners y sus sesiones de footing, así como para los paseos en bicicletas, patines, etc. Ya seas de los que prefieren realizar ejercicio físico en el interior o exterior, todos tienen un mismo objetivo: perder esos kilos ganados en invierno y tonificar el cuerpo para poderlo lucir cuando se pongan el bañador.

La piel también requiere sus mimos en este periodo de transformación. Y es que a medida que uno se va desprendiendo de la ropa, los rayos ultravioletas empiezan a broncear la piel. Un proceso que requiere cuidados ya que, en un inicio, ante la blancura inicial de la piel esta necesita ser protegida con crema solar para evitar quemarse. A medida que una persona va cogiendo color, puede reducir el nivel de protección. Cada piel es diferente y tiene su ritmo de bronceado. Por lo tanto, cada uno ha de ser consciente de cómo debe cuidársela y no forzarla. Las quemaduras no son nada agradables y muy molestas. ¿Quién no recuerda las molestias y el dolor de las sabanas rozando la espalda roja?

A nivel social, las terrazas de los bares se van llenando con el encuentro de amigos o compañeros de trabajo para tomar las típicas cañas después de la jornada laboral o los encuentros de madres que recogen los niños y se toman helados o refrescos aprovechando los rayos de sol; los paseos son más largos y la gente no tiene prisa en volver a casa. Las horas al aire libre y las interacciones sociales, por lo tanto, se incrementan, lo que ayuda a la gente a estar de mejor humor.

Si ya hemos hablado de los cambios a nivel de vestuario, humor, aficiones y costumbres, la alimentación no se queda atrás. Los platos calientes, guisados y sopas, van reduciéndose, mientras que las sopas frías, como el gazpacho, o los diferentes tipos de ensaladas van tomando protagonismo. Con el aumento de las temperaturas, los alimentos calientes ya no nos apetecen tanto, mientras que uno busca cosas refrescantes para paliar el calor. Son duda, en este ámbito, los helados, granizados y horchata son los máximos distintivos de este periodo.

Unos cambios naturales en el día a día de las personas que se llevan total naturalidad. Algunos cuestan más que otros, como la gente friolera que tarda más en sacarse la chaqueta, pero todos caen por su propio peso. La cuenta atrás para los meses de verano ya está aquí.