El término abandono puede ser aplicado en un amplio contexto de situaciones. En general hace alusión al acto de dejar de lado o descuidar cualquier elemento, persona o derecho que se considere posesión o responsabilidad de otro individuo. En este artículo hago referencia al abandono entre personas que forman un entorno familiar y que se ven afectadas también debido a la nula salvaguarda de sus derechos humanos fundamentales.

Las razones por las que una familia o grupo decide abandonar a algún integrante son muy variadas, pero comparten el hecho de la vulnerabilidad del abandonado, siendo la mayoría niños y adultos mayores.

En México el 1% de la población concentra el 43% del total de la riqueza, por lo que 55.3 millones de mexicanos viven en la pobreza. Siendo el factor económico un fuerte detonante del abandono, al no poder afrontar las responsabilidades económicas que conlleva la manutención de los integrantes de la familia.

En el caso de los niñas, niños y adolescentes, el abandono social es la “omisión de cuidado y atenciones por parte de padres o tutores, familia extendida, maestros, Estado y otros actores sociales que interactúan con ellos y que son directa e indirectamente responsables de su desarrollo pleno e integral”. Al haber sido sometidos a factores como son maltrato, indiferencia, migración, explotación, abuso sexual, marginación social, entre otros, los niños se ven forzados a salir a la calle a buscar un medio de supervivencia sin ninguna red de apoyo, lo que los lleva a otra serie de problemáticas iniciando con una baja autoestima que los lleva a conductas autodestructivas, volviéndolos presa fácil de situaciones más complejas como lo son trata de personas, esclavitud, adicciones, desesperanza aprendida, etc.

El total de la población infantil en México es de 39.2 millones, de los cuales 21.2 millones de niños viven en situación de pobreza y 4.7 millones viven en pobreza extrema (CONEVAL, 2010). De ellos, 3.6 millones, entre los 5 y 17 años de edad, están trabajando, lo anterior equivale al 12,5% de la población infantil de este mismo rango de edad. De ellos, 1.1 millones son menores de 14 años; es decir, no han cumplido con la edad mínima para trabajar marcada por la Ley Federal del Trabajo. Por si esta información no fuera suficiente, en lo que respecta a las adicciones, el rango de edad de personas atendidas en centros públicos y privados por consumo de drogas se ubica entre los 15 y los 19 años de edad. Mientras que gracias a la violencia, en México se registra la muerte de dos niños menores de 14 años cada día.

Pero este problema viene de muchos años atrás. En la década de los 80 del siglo pasado, la UNICEF identificó como niños de la calle y niños en la calle al fenómeno social de la población infantil viviendo en calle afrontando mendicidad, trabajo infantil, drogas, prostitución, violencia, cero autoestima y desesperanza.

Después de más de treinta años, esta problemática sigue. Ahora vistos con mayor indiferencia y formando parte de nuestro entorno cotidiano.

Llama la atención el caso de Glyselle, una niña filipina de 12 años que tuvo la oportunidad de preguntarle al papa Francisco "¿Por qué Dios deja que pasen estas cosas, incluso si no es culpa de los niños?" y contarle como ella tuvo que recoger comida de los basureros y dormir en plena calle... cuestiones que raramente analizamos a pesar de tener frente a nosotros a niños que evidentemente viven en la calle y seguramente recurren a esas opciones.

A nivel mundial la UNICEF estima que hay más de 100 millones de niños en el mundo entero que viven en las calles, de los cuáles 40 millones se encuentran en Latinoamérica.

La dimensión del problema se vuelve aún más inmanejable al saber que de esos niños en situación de abandono, ya sea por rechazo de los padres, orfandad o procesos jurídicos que obligan a los niños a desarrollarse en un ámbito "institucionalizado" (en albergues, hospicios e instituciones similares), sólo se cuenta con 922 albergues, cuyo trabajo arroja el resultado de un promedio de entre 100 y 150 niños reintegrados a su familia en un año... Y aquí es donde el papel del Estado también le falla a nuestros niños, ya que dichos albergues no están del todo regulados (7 de cada 10 orfanatos tienen deficiencias), y los procesos para adopciones son bastante complicados y largos, privándole así a los niños el derecho fundamental de tener una familia.

El otro sector de la población que ve el abandono social al alza es el de los adultos mayores. De esta población sólo el 10% recibe una pensión suficiente para cubrir sus necesidades. En México, el envejecimiento poblacional avanza rápidamente. La vulnerabilidad de los ancianos respecto a sus familiares aumenta porque la mayoría carece de una fuente de ingresos para solventar sus necesidades. Contamos con un total de 10.8 millones de adultos mayores, 4.1 millones perciben una pensión, pero sólo 1.1 millones reportan ingresos suficientes para atender sus necesidades de alimentación, medicamentos y habitación; el resto, 9.7 millones, dependen sus familiares para vivir y atender sus padecimientos crónico-degenerativos.

Ante la pobreza y los nuevos sistemas de contratación vía outsourcing, el esquema de ahorro para una futura pensión es nulo.

Para el 2018 se alcanzará una población de 18.5 millones de personas mayores de 60 años en México, situación que paulatinamente se recrudecerá, hasta que en el 2050 el perfil demográfico quede totalmente invertido; es decir, un tercio de los mexicanos será adulto mayor.

La Encuesta sobre Maltrato a Personas de la Tercera Edad, realizada por El Colegio de México, apunta que el 70% del total de ancianos es víctima de agresiones físicas y verbales por parte de sus familiares. Los que más infligen ese tipo de castigos son los hijos, con un 56%; la pareja, 11%; los nietos, 10%, y personas ajenas, un 23%. El estudio destaca que a las agresiones verbales y físicas se suma la constante amenaza de familiares de abandonarlos o recluirlos en un albergue, lo que ya sucede frecuentemente, sobre todo en las clínicas públicas de salud, en donde mensualmente se reportan entre cinco y 10 ancianos olvidados por sus parientes, luego de haberlos ingresado para ser atendidos de padecimientos congénitos, enfermedades mentales. Poco o nada se puede hacer para aliviar la frustración e inestabilidad emocional que les provoca el sentimiento de haber sido abandonados por sus propios familiares.

Todo ello refleja la disolución del esquema familiar como se conocía anteriormente que lejos de ofrecer apoyo y herramientas de contención, reacciona con violencia ante sus integrantes más vulnerables, alejándolos y rechazándolos, repitiendo patrones en donde se carece de responsabilidad y aceptación conjunta.

¿Qué análisis podría darnos respuesta, responsables y opciones de cambio? Nos enfrentamos a un círculo vicioso en donde pobreza, Estado y familia juegan un papel igualmente responsable, mientras que el número de personas que viven en abandono social va en aumento.

Cuestión sin duda que tenemos que analizar profundamente.