La responsabilidad que tiene uno consigo mismo debería ser siempre más exigente que el resto de responsabilidades que nos otorgamos u otorgan.

Cada uno de nosotros sabemos, y por ello somos conscientes, de lo bueno y malo que nos lleva o acompaña en este camino que es la vida. Las excusas que nos ponemos a la hora de ir caminando, de una u otra manera, en una u otra dirección, no son más que caretas indecentes.

Nos despertamos cada mañana con la oportunidad de escribir una nueva página de esa nuestra vida. Esa página en blanco que se nos ofrece la podemos llenar de tachones y borrones, garabatos, arrancar y tirarla a esa papelera en la que se van amontonando nuestras máculas; por el contrario, también sabemos que podemos llenarla de versos, emociones y sentimientos que vayan convirtiendo nuestro cuaderno en ese poema que deseamos.

No conozco a nadie que no haya arrancado, o tenga que arrancar, hojas del cuaderno de su vida. Hojas con tachones, con líneas torcidas, con manchones de esos que nos escalofrían con solo recordar.

En algún momento debemos prender fuego a esa papelera y convertir en ceniza cada una de las hojas para volver, posiblemente, a llenarla de otras muchas de esas que iremos escribiendo, entre lágrimas o suspiros, pero que, poco a poco, producirán aquellas palabras que queramos guardar por siempre.

Cada día un folio nuevo, cada día una oportunidad que se nos brinda como un deseo por cumplir. Cada página se puede volver a escribir de mil maneras diferentes.

A veces se escribe lo que no se debe y otras se deja de escribir lo importante. Esa es la responsabilidad que tenemos sobre nosotros y nuestras vidas.

Importa mucho quién somos, pero también importa quién dejamos vivir a nuestro lado para ser. Nuestro cuaderno de viaje es solo nuestro, no debemos emborronar los folios por los demás, ni tampoco dejar pintar o que nos lo pinten como quieran.

Cuando una hoja se arranca, porque sobra, porque no nos gusta lo escrito, volver a intentar colocarla sería un error: quedaría siempre suelta, perdida, desprendida.

Dice el gran maestro Sánchez Dragó que "vivir es enfrentarse a una continua encrucijada de caminos que se bifurcan e ir eligiendo o rechazando el que para bien o para mal, equivocándonos o no, vamos a seguir. No somos, en realidad, la suma de lo que hemos sido, sino de todo lo que pudimos ser y nunca fuimos".

Estas sabias palabras bien quieren decir que si dejamos de escribir las páginas que deseamos, nadie podrá hacerlo por nosotros. Si llenamos el cuaderno de borrones y tachones, más vale tirarlo a la papelera por entero y comprar otro, comenzar de nuevo, como cada día.

La vida nos permite escribir cada día ese folio, mejor o peor, pero poder escribirlo se convierte en un privilegio en sí.