Casi una década atrás, después de un viaje a la tierra de la curandera y sabia María Sabina en la sierra de Oaxaca, México, se despertó en mí un profundo interés por el conocimiento ancestral de las plantas medicinales.

Desde entonces, a pesar de recolectar información, no recolecto suficientes plantas y espero en algún momento no muy lejano de mi vida, en el que sufra menos de un nomadismo crónico, poder disfrutar no solamente aprendiendo sobre sus propiedades, sino también acercarme a ellas y su energía, cuidándolas y viéndolas crecer.

He viajado cuatro veces a México, especialmente Chiapas, Oaxaca y Veracruz; siempre por un genuino y profundo interés en las culturas indígenas nativo americanas, con las que siempre me identifiqué, y con un enfoque del viaje hacia el conocimiento del curanderismo a través de plantas medicinales y prácticas chamánicas.

Al mismo tiempo, eso no quiere decir que uno tenga que viajar tan lejos para adentrarse en la sabiduría ancestral y conocimiento de plantas curativas. En la península ibérica tenemos más de un centenar de plantas medicinales. Desde las más clásicas como el romero, tan apreciado por sus propiedades culinarias como por su uso medicinal tónico de los órganos digestivos. Un depurativo con propiedades antibióticas, antiinflamatorias y antioxidantes igualmente apreciado culinariamente y medicinalmente como antiséptico es el tomillo.

El hinojo es conocido por tratar dolores estomacales o de indigestión. Luego hay plantas con grandes propiedades diuréticas como la zarzaparrilla, la ortiga, o la cola de caballo, que ayuda también con el tratamiento de los cálculos renales, el reumatismo, la artritis, la anemia y otros problemas de salud.

A mí personalmente me gusta mucho recolectar ortigas, tanto comérmelas en una tortilla como tomármelas en infusión. La ortiga es un gran depurativo de la sangre, recomendada para ayudar con la hipertensión, el colesterol, la artritis, la obesidad, etc… También tiene un alto contenido en hierro y es beneficiosa para la anemia, la leucemia, eccemas y otras enfermedades.

La caléndula es otra planta con una flor amarilla hermosa, originaria del sur de Europa, cuyo cultivo se ha extendido por sus excelentes propiedades medicinales antieméticas, antiinflamatorias, antiespasmódicas, antibacterianas, cicatrizantes o antioxidantes, entre otras.

Para regular el humor, apaciguar la ansiedad y levantar el ánimo deprimido; el hipérico o hierba de San Juan, tradicionalmente recolectada durante la noche de San Juan, se utiliza hoy en el 80% de los casos de depresión en Alemania. Está planta es también un antiinflamatorio utilizada para casos de ciática. También es un antiácido y diurético que desde los tiempos de Hipócrates, cuando él la aconsejaba, ha sido el antidepresivo botánico más utilizado.

La lista de plantas medicinales en el mundo es inacabable. De hecho, existen lugares como Chiapas en México, donde todavía muchas plantas medicinales no han sido catalogadas. El potencial de las plantas medicinales es una insondable fuente de sabiduría. En el mundo invisible de las plantas de poder, el instinto es perceptible, los animales se acercan a ellas en busca de curación; la humanidad, que humildemente se ha acercado a estas plantas desde tiempos ancestrales, ha acumulado conocimientos sobre sus propiedades y beneficios para curar a su comunidad como hacen desde siempre el hierbero, el curandero, la partera, el chamán.

La cuestión es si la unión entre la gente que las conoce, que las cultiva y comprende su valor importantísimo en nuestras vidas, podrá protegerlas ante las amenazas de un capitalismo neoliberal que arrasa con el medio ambiente ya sea para expoliar la tierra, edificar, crear monocultivos masivos destruyendo la biodiversidad, imponiéndonos transgénicos en nuestro país que causan contaminaciones transgénicas echando a perder las semillas autóctonas, etc...

Por otro lado, la biopiratería de médicos traficantes de plantas medicinales se remonta a casos como el de Nicolás Monardes (1493-1588) que enviaba esclavos a América para el intercambio de plantas medicinales de antiguas civilizaciones como la Maya; al farsante filantrópico de Bill Gates, que invierte en científicos para que investiguen y patentar luego un transgénico de plantas potentemente medicinales como la artemisa, que son capaces de curar enfermedades mortales como la malaria; mientras que, por otro lado, multinacionales farmacéuticas y su súbdito, la OMS, la criminaliza tratándola de droga.

La artemisa es una planta originaria del sur de China. Ha sido investigada por su potente cura contra el cáncer de pulmón, próstata y leucemia. Esta preciosa planta tiene un aspecto muy ligero y con su fino tallo puede llegar a crecer hasta los dos metros y medio. Tiene unos suaves pelos blancos y un tinte purpúreo y es una planta tan sabia y generosa que es capaz de curar la malaria, una de las enfermedades que más muertes causa. Según estudios de la medición de la salud, unos 78.000 niños entre 5 y 14 años mueren cada año por malaria y aproximadamente unas 445.000 personas de más de 15 años.

Se encuentra mucha información sobre las cifras récords de inmunizaciones e información de la OMS de la drástica disminución en el número de muertes. Pero, curiosamente, no encuentras información bajo el paraguas de la OMS sobre la lucha de utilizar una planta que en una semana puede curar la malaria y que sin embargo, presiones económicas sobre los gobiernos locales fuerzan, a pesar de ser una evidente cura, a criminalizarlas como si fuera una droga como sucede en Gambia.

Mientras que Bill Gates invierte 40.000.000 de dólares para que se fabrique artemisinina sintética patentable a través de un cultivo de laboratorio de bacterias transgénicas; por otro lado invierte 88 millones de dólares para desarrollar otra vacuna contra la malaria. Suena sórdido y escabroso, especialmente cuando hay gente verdaderamente filantrópica que viaja a estos países para cultivar la planta que a base de cuatro infusiones al día durante una semana salva la vida de la gente hasta que se encuentran con una autoridad local presionada por el negocio de la salud en la que ellos mismos se juegan la vida.

Por otro lado, también en lugares del continente africano, se permite el cultivo de artemisa de miles de hectáreas para ser exportadas a la multinacional farmacéutica de Suiza Novartis/Syngenta, donde crean su patentado medicamento con artemisa con el nombre de Coartem.

Las propiedades anti-malaria de la artemisa se demostraron científicamente en 1971. Cuando la industria farmacéutica vio en esta planta una nueva fuente de ingresos sobretodo en África, la OMS hacía un informe público de no fomentar el uso de la artemisa en su estado natural ya que creaba resistencias, que seguramente se trataba más de resistencias económicas a resistencias al medicamento Coartem.

Curiosamente, en la página web de Unicef a propósito de la malaria, hablan de tratamientos antipalúdicos que incorporan nuevas y muy eficaces terapias combinadas con derivados de artemisa., pero no hacen mención sobre el uso de la planta originaria y sus potentes propiedades medicinales contra la malaria.

Otro caso del abusivo boicot a una planta medicinal, cuyo cultivo para la venta también se prohibe, es el de la estevia; una planta cuyas dulces hojas no solamente reemplazan al corrosivo azúcar, sino que además es capaz de regular los niveles de glucosa en la sangre mejorando y, según algunas personas que han tratado con ella, curándose de enfermedades como la diabetes.

La estevia está siendo obstaculizada para integrarla en la salud de la sociedad por monopolios farmacéuticos y la monstruosa gigantesca multinacional de transgénicos Monsanto, que a sablazos elimina cualquier otro edulcorante que pueda competir contra sus edulcorantes químicos y altamente tóxicos como era su aspartamo. Su estrategia es criminalizar el uso entero de la planta y sus hojas. Sin embargo, multinacionales como Coca-Cola y Cargill, para maquillar su perpetúa indiferencia hacia la salud de sus consumidores habiéndoles añadido anteriormente a sus productos light el venenoso aspartamo; ahora tendrán a su disposición a la empresa Azucarera Ebro de España comercializando en exclusiva para el país el nuevo edulcorante con estevia con el nombre de Truvia.

Por lo visto, en este producto Truvia hay un 20% de edulcorante de estevia el cual no contiene esteviósido, que es lo que contiene la mayor parte de las propiedades medicinales de la planta. Estas empresas poseen inmensos monocultivos en Sudamérica, donde están consiguiendo una estevia que sólo produce rebaudiósido, el glicósido sin poder medicinal. Con esta maniobra, Coca-Cola pretende hacer creer a sus consumidores que están tomando un natural suplente al azúcar que además es medicinal.

Como Monsanto no quería ningún rival para los edulcorantes de una sociedad cada vez más interesada en consumir productos light, la multinacional presionaba a los organismos de regulación de los alimentos en Europa y en Estados Unidos, para que se impidiera el uso de la estevia como edulcorante hasta el punto de difamar la planta, como una planta tóxica.

Es abrumante pensar que el presente y el futuro de la alimentación mundial está en manos de una multinacional empedernida en apropiarse de las semillas que nos han alimentado a lo largo de la historia de la humanidad, patentando transgénicos de semillas para venderlas al precio que ellos deciden, mientras acaban con las variedades de semillas autóctonas. Es indignante que nuestra alimentación esté cada vez más en manos del monstruoso Monsanto que creó el peligroso pesticida DDT, según ellos, en un principio seguro pero prohibido hace 30 años tanto en Europa como en Estados Unidos por ser altamente tóxico y que lamentablemente sigue elaborándose para venderse en países en vía de desarrollo. Monsanto es también el creador del agente naranja, un arma química que usó el ejército estadounidense durante la guerra de Vietnam que todavía hoy sigue afectando la salud desarrollando cánceres y malformaciones en los recién nacidos.

Lamentablemente, debido a las buenas relaciones de los gobernadores españoles con multinacionales estadounidenses biotecnológicas a las que favorecen sus intereses con los transgénicos, están permitiendo que España con otros cinco países, enfrentados a la oposición de otros países europeos que se decantan por una agricultura más ecológica, sea el país de ensayo para la expansión de la agricultura transgénica en Europa. Hacía tiempo que quería escribir un artículo sobre las plantas medicinales y la biopiratería de los monopolios farmacéuticos y ha sido después de una visita a Balaguer, al vivero Pàmies Hortícoles del luchador en defensa de una agricultura sin transgénicos en Catalunya, como conocedor de plantas medicinales y protector de algunas plantas prohibidas como la estevia o el kalanchoe, el agricultor Josep Pàmies, que me he animado a escribir este artículo.

Gracias a él, hemos aprendido mucho sobre algunas plantas, como sobre la importancia de hacer nuestro trabajo propio de investigación sobre las distintas propiedades de las plantas y su uso, sobre compartir información y ser conocedores de soluciones que ofrecen las plantas para la salud; así como ser conscientes del proceso por el que está pasando la alimentación y la salud mundial que algunos pocos círculos de poder pretende tener bajo su total dominio. En países de vías de desarrollo las inmensas campañas presionan a los agricultores para crear cultivos de variedades transgénicas utilizando sus químicos de pesticidas, herbicidas y fertilizantes, mientras anulan variedades de semillas autóctonas.

España sin ser consultado a su población, es uno de los países europeos donde más se están sembrando cultivos transgénicos. Josep Pàmies, junto con otros agricultores ecológicos han luchado contra cultivos de trigo transgénicos en Cataluña ilegales en Europa y llevados a cabo por el Instituto de Investigación de Tecnologías Agroalimentarias de España y la Universidad de Barcelona a través de subvenciones de la Unión Europea. También junto con otros agricultores ecológicos crearon una plataforma ciudadana con el nombre de somos lo que sembramos, con debates y conferencias donde llegaron hasta 500 actos en Cataluña y una Iniciativa Legislativa Popular (ILP) contra los transgénicos en Cataluña. En el 2009, organizaron una manifestación en las puertas del parlamento en Barcelona donde hicieron incluso una huelga de hambre y asistieron unas 5.000 personas para prohibir los transgénicos en Cataluña.

Desafortunadamente, los representantes del gobierno no quisieron dar pie a ningún debate sobre los transgénicos y la ILP contra éstos fue rechazada por el PSC, CiU y el PP.

En nuestro aprendizaje con Josep Pàmies, su familia y colaboradores, descubrimos otra planta medicinal también prohibida que actúa como un potente antitumoral, se trata de la Kalanchoe, originaria de Madagascar. Habiendo llegado hace siglos al continente americano, esta planta es utilizada por mucha gente que no pueden tratarse con el costoso tratamiento convencional de quimios y radioterapias. Hay muchos testimonios de gente que dicen haberse curado cánceres con esta planta. Sus hojas pueden tomarse como infusión o frescas en forma de zumo en ensalada. Esta maravillosa planta, no nada más ha mostrado ser efectiva con tumores, pero también con problemas de reumatismo, hipertensión y ciertos desórdenes psicológicos.

El poder político está de lado de las multinacionales y no del de la salud de la gente, por eso es muy importante que hoy por hoy, cada uno haga su propia reforma y revolución. Para eso hay muchas formas, desde elegir con discernimiento sus productos alimenticios y de consumo general que contengan el mínimo posible de elementos dañinos para la salud y el medio ambiente; a proteger y fomentar las plantas medicinales que son la base de toda la farmacología, a presionar gobiernos locales contra cultivos transgénicos, como exigir que la misma industria de la carne exenta de etiquetar el alimento transgénico que consumen los animales tengan la responsabilidad de hacerlo, etc..

Finalmente, las sociedades del mundo, no hemos avanzado mucho en cuanto al respeto a lo sagrado; de nuestra consciencia en relación con el mundo vital y significativo y, al igual que en el S.XIV y XV, la inquisición arrojaba a gente en la hoguera ya fuera porque eran epilépticos y se les creía poseídos, o a las ¨brujas¨ que eran las conocedoras de plantas medicinales, o sea las curanderas; hoy en día, no arrojan a nadie a la hoguera pero ese mismo conocimiento sobre las plantas medicinales que se quemaban en el fuego con las curanderas; es el mismo fuego de las multinacionales farmacéuticas y empresas biotecnológicas que deshacen de lo que entorpece su camino lucrativo de comida y medicina sintética con todos sus efectos secundarios a ver y a venir. Lo bueno, es que cada vez somos más los que nos damos cuenta y siendo España uno de los pocos países pioneros europeos donde más ensayos de cultivos de transgénicos se produce, debemos unirnos a favor de uno de nuestros más legítimo derecho, que es preservar nuestra agricultura tradicional y ecológica con nuestras semillas autóctonas e innumerables plantas medicinales que la península ibérica contiene para parar esta expansiva maquiavélica maniobra de las multinacionales transgénicas que nos están usando de trampolín para infestar a todo Europa.

Depende de nosotros, de nuestra participación o no con la industria alimentaria y farmacéutica que nos proponen, consumiendo productos transgénicos o con componentes tan devastadores para el medio ambiente como es el aceite de palma añadido en la mitad de los productos que nos venden; depende de nosotros si por cualquier síntoma recurrimos a los fármacos cuando las plantas son las grandes sanadoras, todo depende de cada uno y lo consecuentes que seamos con nuestros valores y lo que consideramos importante lo que ahora sucede y en un futuro con nuestra alimentación y salud.