Hay momentos en los que te gustaría desvanecerte, fundirte con las partículas de polvo de estrellas que conforman nuestro universo y volar, volar lejos, volar libre.

Hay veces que necesitas abandonarte, perderte de vista, olvidarte de ti y de todo lo que te atrapa, lo que te ata, lo que te asfixia desde dentro de tu cabeza.

Quizás haya que desilusionarse para recuperar la esperanza, llorar para recordar la risa, perder para ganar, retroceder para avanzar, detenerse para continuar.

A lo mejor, un día, dejas de ser tu peor enemiga. Tal vez abandones la práctica masoquista de sabotearte. De ver fantasmas donde no los hay. De inventar sombras donde deberías ver luz. De fallarte y fallar a otros. Tal vez, un día, dejes de ser tu mayor obstáculo.

Quién sabe, cambiar es muy difícil. Acostumbrarse a la oscuridad es lo que tiene, que luego molesta la claridad y caminas a tientas, con los ojos entrecerrados. O entreabiertos. Da igual, continúas sin poder ver más allá de tus miedos. Sin discernir un horizonte detrás de todas esas tristezas adquiridas.

La tristeza es incómoda para quien no la padece. Es un engorro ver llorar a alguien sin saber qué decir, asumiendo que lo que digas no calmará su dolor. Por otra parte, es un fastidio estar triste sabiendo que no puedes hacer otra cosa que aguantar, que sufrir en silencio para no aburrir a los demás, que dejar a las lágrimas resbalar por tus mejillas sin correas ni ataduras, libres, plenas, solas.

Me creía fuerte, pero no lo soy. Me rompo cada medio minuto en millones de piezas que no encajan jamás. Estallo y retumbo como una ola chocando contra las rocas, convirtiéndome en espuma de agua salada, como la del mar que tanto te gustaba. Me resquebrajo en miles de lágrimas cristalizadas, en miles de trocitos de pensamientos que a veces no se saben ordenar. No se saben controlar. No se saben comportar.

¿Cómo se sale de un pozo sin fondo? ¿Cómo se escapa de la tristeza? ¿Cómo se soporta la vida? ¿Cómo se supera la muerte? ¿Cómo se aprovechan los minutos y las horas y los días si tu vida no la controlas tú? Si tu tiempo no es tuyo… ¿Cómo se vuela sin alas?

Igual, aunque a veces el mundo no te deje y el miedo busque paralizarte a toda costa, aunque la rutina te arrastre y te aparte de tus deseos, la única solución empieza y termina en ti. A lo mejor debes creer en la magia, en lo que puedes hacer. Pensar que hay salida, que nunca está todo perdido aunque parezcas haberlo perdido todo, que es posible e incluso necesario elevarse por encima de tus propias y escarpadas cumbres. Que siempre debe una transformarse en ave fénix y resurgir de sus cenizas para volar, volar lejos, volar libre.