Desde los albores de la humanidad, el hombre le ha temido a la muerte y ha deseado tener acceso a la inmortalidad. Los estudiosos han trazado esa búsqueda incesante que se ha prolongado hasta el presente, ahora con mayor poder científico y tecnológico. Si hemos podido lograr derrotar a las enfermedades que causaron mayor mortandad en el pasado, por qué ahora, aun luchando en contra de las pandemias del siglo XXI, no podemos seguir extendiendo apreciablemente el promedio de vida que nos toca por delante.

En 2015, Japón tenía una esperanza de vida para las mujeres de 86,8 años y de 81,3 para los varones en Suiza. De hecho, un estudio conjunto de varias organizaciones internacionales académicas, ha determinado que la esperanza de vida superará los noventa años en varios países desarrollados para el año 2030. En este caso, Corea del Sur ocupará el primer lugar. Otros van más allá y nos dicen que los que están naciendo en este momento, podrán aspirar a vivir cien o más años, incluso colocando la barra más alta, para que alcancen los 140 años. Algunos más audaces visualizan la obtención de la inmortalidad para las próximas generaciones.

Nunca como ahora, este tema ha ocupado tanto la atención del hombre. Pero con la particularidad de que la preocupación mayor gira alrededor de lograr un envejecimiento saludable. La consigna de moda es «agrégale calidad de vida a tus años y no años a tu vida». Coincide esta tendencia con el interés mundial despertado en las últimas décadas por la conservación y mejoramiento de la salud, que incluye básicamente una alimentación saludable, la práctica del ejercicio físico, el enfrentamiento del estrés nocivo y otras tantas medidas que coadyuvan en ese fin.

Veamos entonces, algunas características y particularidades de la lucha ancestral del hombre por envejecer con dignidad, salud y fuerza física para lograr la tan apreciada ancianidad con calidad de vida, más ahora que es una realidad el conocimiento de que el envejecimiento es en buena parte, un proceso reversible.

Definiciones de envejecimiento

Nada mejor que comenzar con la célebre frase de ese gran maestro de la ironía que fue Oscar Wilde:

«La tragedia de la vejez no es ser viejo, sino haber sido joven».

Sufrimos con el envejecimiento por echar de menos las grandes cualidades físicas, mentales y sociales de que disfrutamos cuando éramos jóvenes. Pero ya veremos que también con los años, se logran muchos otros grandes dones, que solo se obtienen con el tiempo. Así que de la frase de Wilde, solamente queda admirar su desparpajo y espectacularidad porque no es cierto que siempre la vejez pueda considerársele como una tragedia.

Preferimos quedarnos en cuanto a definiciones se refiere por su sencillez y concreción, con lo dicho por ese gran médico vasco-venezolano, el Dr. José María Bengoa:

«Envejecer es vivir. Teóricamente toda la vida es un envejecimiento. Comenzamos a envejecer desde el mismo momento de nacer».

Si aceptáramos con tranquilidad esa pequeña gran verdad, nos causaría menos estremecimiento temeroso el paso inclemente de los años. Veríamos como un proceso normal la llegada a la vejez, tal como se pasa de la pubertad a ser joven adulto.

O bien, podríamos inclinarnos por decir algo más poético como lo expresado por el gran cineasta sueco Ingmar Bergman.

«Envejecer es como escalar una
gran montaña:
mientras más se sube,
las fuerzas disminuyen
pero la mirada es más libre,
la vista es más amplia y serena».

El gran poeta libanés Gibran Gabrlil Gibrán nos ha dejado, a la vez, su bello pensamiento a manera de consuelo y calma espiritual para «que vuestro presente abrace el pasado con nostalgia y el futuro con ansia y con cariño».

Volviendo un poco más a la realidad concreta, existen muchas definiciones más técnicas. Así por ejemplo Gustavo Barja nos dice que «el envejecimiento es la acumulación progresiva de cambios con el tiempo que son responsables del aumento de probabilidades de enfermar y muerte del individuo».

Por su parte, el muy reputado Denham Harman, famoso por el lanzamiento de su teoría de los radicales libres como causa del envejecimiento, opina que «este es el deterioro de las estructuras y funciones que llegan a un pico o meseta máximo durante el desarrollo, crecimiento y maduración de todos los individuos de una especie dada».

Otra definición, en este caso más fisiológica (Eduardo Fernández Villoria), hace mención al deterioro de órganos y sistemas cuando nos indica que «el envejecimiento es un proceso fisiológico y natural durante el cual se produce un deterioro de las capacidades funcionales y del organismo».

Una de las principales características del envejecimiento es la pérdida de nuestros sistemas de defensa. Con el paso de los años, nos vamos volviendo más susceptibles a las enfermedades y nos cuesta cada vez más responder a ellas con efectividad. El deterioro a lo largo de la vida del sistema inmunitario se conoce con el nombre de inmunosenescencia.

Sin embargo, es conveniente advertir que los mecanismos de enfermar y envejecer aunque son paralelos, necesariamente no son los mismos.

Los signos del envejecimiento se hacen ostensibles con el tiempo. Disminuye la masa muscular, los huesos son más frágiles, la piel se hace inelástica, la vitalidad disminuye, también lo hace la potencia sexual y, como dijimos, la resistencia inmunitaria.

Existen marcadores biológicos que se incrementan con la edad. Entre ellos tenemos: resistencia a la insulina, presión arterial sistólica, porcentaje de grasa corporal, proporción de lípidos.

En contraposición existen otros que más bien disminuyen, entre los que tenemos: tolerancia a la glucosa, capacidad aeróbica, masa muscular, fortaleza física, regulación de la temperatura y función inmunitaria.

Teorías el envejecimiento

Existen innumerables teorías que tratan de explicar las causas del envejecimiento. Las hay de tipo inmunitaria, neuroendocrinas, celulares como las que toman en cuenta el límite de la duplicación celular, las de índole molecular, entre las que sobresalen la de los radicales libres, así como otras muchas más, lo cual nos habla de la dificultad de encontrar una teoría que sea aceptada por los investigadores. Recordemos algunos hechos que tienen que ver con dicho conocimiento, como lo ha hecho Gustavo Borja en el libro El problema del envejecimiento:

  • C.M. Mc.Cay y colaboradores en 1935 fueron los primeros en demostrar en roedores de laboratorio que la restricción calórica era la única manipulación capaz de aumentar la longevidad máxima.

  • En 1959, Leo Szilard sugirió que las mutaciones podrían ser la causa del envejecimiento (Teoría del envejecimiento por mutaciones somáticas).

  • En 1956, Denham Harman aportó la teoría del envejecimiento por radicales libres.

  • En 1963, Leslie Orgel expuso su teoría del envejecimiento por errores catastróficos.

  • A finales de la década de los setenta, Leonard Hayflick expuso la teoría del número fijo de duplicaciones celulares.

  • En los años noventa, Axel Kowald y Tim Kirkwood desarrollaron la teoría en red (modelos en que se integran las interacciones de los radicales libres, los antioxidantes, las proteínas erróneas, las enzimas eliminadoras y las mutaciones del ADN mitocondrial).

Antienvejecimiento

Uno de los tópicos más de moda en la actualidad es el conocer las maneras y formas de retrasar, reprimir, o revertir el envejecimiento. Son innumerables los libros que anualmente se editan abordando esta temática y mayor aún, los artículos que aparecen en revistas científicas y en las populares. Es de interés entonces, extraer de tan vasto material, algunos conceptos y recomendaciones que pueden ser de utilidad para los lectores.

Como lo dijimos más atrás, no todo el mundo anda en búsqueda de vivir hasta la edad más avanzada posible. Más bien, muchos prefieren la calidad de los años postreros de la vida en vez de pasar de los noventa o más años, con mala o pésima salud. Como lo ha expresado acertadamente Barry Sears, «antienvejecimiento no es sólo una cuestión de vivir más tiempo, sino también de vivir mejor».

En la vida diaria tenemos ejemplos de hombres y mujeres de avanzada edad que ejercen sus profesiones o trabajan en sus oficios con destreza y habilidad. Si recurrimos a la historia, igualmente conocemos de hombres famosos que ya ancianos consolidaban su obra con nuevos aportes que han tenido el reconocimiento de la historia. Así por ejemplo se sabe que muchas de las novelas de Émile Zola fueron escritas después de pasar los cincuenta años, edad para ese entonces bastante avanzada. Miguel Ángel seguía esculpiendo a los ochenta años. Leonado da Vinci dibujaba a los sesenta años. André Gidé y Bernard Shaw mantenían polémicas con vigor después de cumplidos los ochenta años.

En política, el “Tigre” Clemenceau presidió el Gobierno francés con fuerza y decisión durante la Primera Guerra Mundial. Churchill hizo lo mismo con la Gran Bretaña durante la Segunda Guerra Mundial pasados los sesenta años. Gandhi al dirigir su última campaña de independencia de la India tenía 75 años. En la posguerra, Adenauer y R Schuman superaban los setenta años cuando crearon el Mercado Común Europeo. Y en época todavía más recientes, tenemos ejemplos numerosos de personas que en muchos campos del quehacer desempeñan cargos, funciones y actividades de muy diversa índole, con idoneidad, prestancia y buen juicio, en edades que muchos consideran para el retiro.

Uno de los hechos que han llamado mucho la atención de científicos, naturistas, exploradores, periodistas y escritores, es el reconocimiento de que hay ciertos lugares en el mundo famosos porque la gente vive hasta avanzada edad, conservando casi hasta el final, buenas condiciones de salud. Entre los mismos se mencionan Okinawa, una isla de Japón, Campodimele, un pueblo del sur de Italia, Symi, una isla de Grecia, Hunza, un valle en el noroeste de Pakistán, Bama, un condado del sur de China, la Provincia de Nicoya, Guanacaste, Costa Rica, Vilcabamba, Provincia de Loja, sur de Ecuador, Cerdeña en el Mediterráneo y Loma Linda, California. A estas zonas, un investigador norteamericano que le ha dedicado en los últimos años muchos estudios e investigación, Dan Buettner, les denomina The blue zones. Con ese mismo título ha publicado un libro de mucho éxito.

Como reconocimiento a la observación ancestral de que los seres humanos no envejecen a la misma velocidad, los estudiosos del tema han definido a la edad en tres formas. La primera es la edad cronológica, que es la que señala nuestra cédula de identidad al identificar el día, el mes y el año en que nacimos. Se trata de un hecho inalterable incapaz de ser modificado por ningún programa de antienvejecimiento, por más científico que sea.

La segunda forma es la edad biológica, la cual refleja cómo están funcionando nuestros órganos y sistemas. A diferencia de la anterior es modificable por los estilos de vida que hemos llevado y por los programas de antienvejecimiento. Por lo tanto, la edad biológica puede ser distinta a la edad cronológica. De hecho una de las más conocidas definiciones de antienvejecimiento nos dice que es el proceso mediante el que se disocia la edad biológica de la edad cronológica.

La edad psicológica por su parte, es la percepción interna, subjetiva, de cómo nos sentimos o nos vemos. En el transcurso de nuestra existencia hemos conocido personas mayores de sesenta años que han adoptado posiciones extremas en cuanto a edad se refiere. Algunas, prontamente han decidido actuar y sentirse como ancianas. Pareciera que les agrada ser considerados como viejos. En cambio otras personas de la misma edad adoptan actitudes totalmente opuestas, son activas, optimistas, gustan de las actividades deportivas y sociales. Se cuidan y acicalan más. Su mente actúa diferente a las primeras. De esto trata la edad psicológica.