«Escribir es vivirse, conocerse, hacerse arqueólogo de uno mismo»

(José Luís Sampedro)

Hoy queremos indagar en si esto de escribir tiene o no algún beneficio. Para uno mismo, quiero decir. Para quien escribe sobre sí. No planteo si tu profesión es la de escritor o si tu trabajo consiste en redactar informes. La cuestión es mucho más simple.

Todos, en mayor o menor medida, hemos conocido personas que relataban sus experiencias en un diario de papel, escribían cartas o tomaban notas con lápiz. Tal vez tú fueses una de ellas. Yo aún lo soy. Escribo mucho a mano, en privado y en público, tanto que, en más de una ocasión he descubierto a alguien, en el otro extremo de una cafetería, observándome como si fuera un diplodocus. Y es que la escritura manuscrita está en serio peligro de extinción. Sin embargo, y a pesar de los avances tecnológicos que cuestionan la necesidad de escribir de puño y letra, y las amenazas que se ciernen sobre su continuidad como un gesto propio de humanos; permíteme que te cuente dos o tres cosas antes de que decidas abandonar por completo el arte de escribir a mano, o para que consideres las ventajas de practicarlo con algo más de frecuencia.

Escribir a mano tiene efectos muy positivos sobre nuestro cerebro y en la gestión de nuestras emociones. En 2014 me alarmó la noticia de que en Finlandia, los niños ya no escribirían a mano a partir de 2016. El sistema educativo de los fineses iba a desplazar el aprendizaje de la escritura manuscrita en favor del uso de teclados notebooks y smartphone, y teclados virtuales. La noticia con aparatosos titulares, según la BBC Finland: Typing takes over as handwriting lessons end («Finlandia: la mecanografía acaba con las clases para escribir a mano») o el famoso portal de enlaces Reddit: Finland Dumps Handwriting In Favor Of Typing («Finlandia tira a la basura la escritura a mano a favor de la mecanografía»), corrió como la pólvora por todo el mundo. En EEUU se gestó una polémica más o menos parecida. En 2018 sabemos que en Finlandia y en EEUU, mucha gente sigue escribiendo a mano como si nada. No. Ni en Finlandia, ni en ningún otro sitio se va a dejar de enseñar a escribir a mano. Finalmente, todo el asunto se concretó en un replanteamiento de la escritura caligráfica simplificada y la incorporación de programas de mecanografía en el currículo escolar a partir del primer año.

Pero no, no fue esa noticia lo que más me preocupó hasta el punto de producirme una cierta conmoción. Lo que me deja atónito es esa convicción de algunos padres y maestros de que escribir a mano es una pérdida de tiempo en la era digital. Escribir – me argumentan algunos – es una acción solitaria y, lo que se precisa hoy son más habilidades sociales. En realidad creo que pretenden decir algo así como habilidades socio-virtuales. Lamento que, a estas alturas del siglo, no se hayan dado cuenta aún, que el ruido de la hipercomunicación en red no nos hace menos solitarios. Son mayoría, creo que afortunadamente, los padres y educadores que se plantean como resolver esa incertidumbre de: ¿hasta dónde llegará la dependencia a aparatos electrónicos si finalmente no sabremos ni tomar un nota manuscrita?

A diferencia de lo que viene ocurriendo desde hace ya décadas con la escritura manuscrita - mucha gente solo la practica cuando firma algún documento, y hasta ese acto viene siendo amenazado por la implantación de la huella digital – y la controversia sobre la necesidad de su aprendizaje; con la lectura, con aprender a leer, ni la más futurible ingeniería informática se plantea su erradicación. Aunque existen dispositivos electrónicos y tecnología de última generación capaces de leernos, el pulso, nuestras reacciones fisiológicas ante anuncios publicitarios y, recientemente, aseguran, nuestras expresiones emocionales a partir de la lectura facial, o nos leen textos, lo cierto es que parecen lejos de ser capaces de sustituir la base neurálgica, neurológica e intelectual de forma nuestro conocimiento humano, al aprender a leer y al comprender lo que leemos.

Pues bien, si existe consenso en que leer es algo que nos define por lo que somos frente al resto de seres vivos y resulta una habilidad consustancial al desarrollo de procedimientos mentales tan importantes como la atención, la concentración, la reflexión o el compromiso, cabe no olvidar que, tanto en el aprendizaje de la lectura como en la comprensión de lo que leemos, el aprendizaje de la escritura y la habilidad para escribir, es un poderoso reforzador de nuestra capacidad para leer. En 2013, el neuropsicólogo Hervé Glasel, especialista en trastornos del aprendizaje, descifró cómo la codificación de la lectura no solo se produce a través de la visión, sino que se completa con el gesto… de escribir: «Trazar letras a mano permite una doble codificación de la lectura», asegura el experto. Y es que a diferencia de calcar o teclear, escribir a mano activa el cerebro de una manera diferente. La escritura crea caminos neuronales. Extensivas áreas del hemisferio izquierdo, que permiten escribir con el dedo o con la imaginación, están involucradas en la codificación de la lectura.

Un grupo de investigadores de Universidades de Noruega y Francia, dirigidos por Anne Margen y Jean –Luc Velay, compararon los diferentes procesos cerebrales que se producen al escribir a mano y al hacerlo con dispositivos con teclados, usando dos o más dedos, nueve o incluso los diez. Concluyeron que, dar forma a nuestros pensamientos sobre una hoja de papel, estimula las capacidades neuronales más complejas y ejercita el cerebro en mayor medida que hacerlo con el teclado.Escribir a mano o teclear con los dedos son acciones bien diferenciadas. Activan zonas neuronales distintas. No existe una equivalencia absoluta entre las dos acciones. En consecuencia, cuando dejamos de escribir a mano se pierden las habilidades específicas de carácter visual, motor y cognitivo, relacionadas con el sistema neuroescritural y la coordinación hemisférica del cerebro. La escritura manual es un ejercicio cognitivo excelente que contribuye a impulsar la inteligencia y las funciones cognitivas de las personas. Resulta una forma muy adecuada de entrenar nuestro cerebro.

«Nuestro cerebro memoriza muchas cosas a partir de los movimientos de la mano»

(Jean-Luc Velay, neurocientífico. Universidad del Mediterráneo. Marsella).

De la mano al cerebro

Teclear se viene imponiendo ya desde los tiempos de las máquinas de escribir mecánicas de pulsación por palanca. Actualmente lo hacemos sobre dispositivos tecnológicos de última generación, con todas las ventajas que sin duda su utilización conlleva. Parecerá, entonces, que a los que nos gusta anotar ideas o desarrollar argumentos sobre papel, somos unos románticos incapaces de separarse de un bolígrafo y un pedazo de papel. Puede parecer, digo. Aunque ya sabemos que no todo lo que parece, es. Si continúas leyendo, quizá comprendas lo que te vengo a contar, indistintamente que lo compartas o no. Por ejemplo, que escribir a mano tiene muchos beneficios.

De lo que nos beneficia escribir a mano

Cuando tomamos un bolígrafo o un lápiz, nuestro centro de atención está en su punta, la concentración aumenta notablemente. La acción presión- pinza del ejercicio de escribir a mano, además de darle una dimensión personal, por la forma de las letras y escritura particular de cada uno de nosotros, genera, con la intervención de los sentidos y una serie de actividades cognoscitivas, una mejora atencional sobre nuestra propiocepción, es decir, la manera en cómo percibimos las diferentes partes de nuestro cuerpo en oposición a cómo percibimos el mundo exterior. Escribir a mano previene de distracciones y, lógicamente, favorece la elaboración de conocimientos y la creación de imágenes mentales.

En relación a lo que acabo de escribir les agradecería prestasen un momento de atención, un poco más si cabe. Espero te esté interesando el tema como para haber llegado hasta aquí.

El semiótico Günther Kress, especialista en cambios comunicacionales de la cultura visual, digital y fragmentada, defiende una nueva teoría del significado basada en que el acto físico y material de la escritura se relaciona con la recepción corporal del significado. Esto es. En un mundo cada vez más tecnológico, el papel del cuerpo en el aprendizaje y los procesos atencionales es cada vez más necesario. Así, destaca cómo en el acto de escribir a mano, la mano complementaria – la que no escribe – participa en el proceso de atención y concentración, contrarrestando el movimiento de la mano que escribe, participando en la organización mental, favoreciendo el flujo de pensamientos y en los aspectos temporales y espaciales que desarrolla la escritura a mano.

De mi biblioteca rescaté algunos pasajes de El cerebro lesionado del neurólogo ruso Alexander R. Lurija, específicamente los relacionados con lo que denominaba «melodía cinética». La expresión describe cómo, y basada en el aprendizaje de la escritura de cuando éramos niños, la memoria es capaz de ejecutar movimientos complejos que se generalizan en el tiempo. Ya lo comentamos de pasada, un poco más arriba: la escritura manual es una habilidad vinculada con la motricidad y los movimientos de la mano que favorecen mejores niveles de memoria. Sin duda. Existen algunos datos, de estudios realizados en varios países, especialmente Estados Unidos, que infieren que adolescentes que casi nunca escriben a mano presentan mayores carencias a nivel de memoria y creatividad. Son datos, pueden ser desechados, pero están ahí. Lo que ya resultará más difícil de desmentir es que el desarrollo cerebral se beneficia mucho de la posibilidad de tomar un lápiz y crear, o plasmas nuevas ideas, con palabras o con dibujos. El cerebro en la medida que se escriba (como ocurre con otras conductas cinéticas), tiene mejor desarrollo en la evocación y mayor activación y rapidez en la ejecución en las tareas vinculadas con la motricidad.

Los estudiantes aprenden mejor cuando toman notas manuscritas.

La escritura, cualquier forma de escribir, impulsa el desarrollo intelectual. Escribir, como factor de aprendizaje, nos hace más inteligentes. Esto es particularmente interesante en cuando a los factores que influyen en nuestra capacidad de comprensión y procesamiento de la información.

No hace demasiado, se comprobó los importantes beneficios de la escritura de puño y letra para los estudiantes. El psicólogo Daniel M. Oppenheimer (Universidad de California) y la psicóloga Pam A. Mueller (Universidad de Princeton), establecieron empíricamente una diferencia sustancial entre estudiantes que toman notas manuscritas y los que lo hacen digitando el teclado de una tablet, smartphone o notebook. La investigación llevada a cabo indica que los apuntes manuscritos permiten procesar mejor el contenido de una clase o una conferencia y su replanteo, de tal manera que facilita el proceso de comprensión. Paradójicamente, la escritura a mano organiza tan rápido la capacidad de síntesis entre la información que recibimos y los principios que la sustentan que, que facilita mucho el entendimiento de contenidos, penetrar en los significados. Virginia Berninger, de la Universidad de Washington, asegura, conforme a sus investigaciones con niños, que los que escriben a mano producen más palabras y más rápidamente que los que usan teclado. También expresan más conceptos.

Escribirte, de puño y letra, también es terapéutico

Aquí quería llegar yo.

Un corpus desarrollado de investigación señala que escribir acerca de asuntos intensamente relacionados con uno mismo tiene importantes consecuencias afectivas. John Hayes (The Science of Writing. Capitulo I, pág. 1-27) y un buen número de neurocientíficos en psicología de la salud establecen una buena relación entre el uso de la escritura y la reducción del estrés.

«No es lo que escribo, sino lo que siento al leerme»

(#blasramon)

El fundamento de la escritura, del que escribe, es ser leído, por los demás, pero también por uno mismo. Escribir sobre uno mismo es terapéutico, parece que más aún si lo hacemos a mano. La neurociencia ya ha demostrado como la escritura gráfica es una buena gimnasia para el cerebro, despiertas amplias zonas corticales y subcorticales que nos ayudan a entender nuestra forma de pensar. Pero eso, aunque no es poco, no lo es todo.

En la regulación y contención de la vida emocional, como objeto terapéutico, escribir y escribirse proporciona un aumento significativo del funcionamiento reflexivo. A través de lo que escribimos tomamos mayor conciencia de la vida, de la muerte, de uno mismo. Escribir ayuda a conocerse porque antes o después, terminas por expresar lo que sientes. Cuando escribes te vas liberando de tus pensamientos, porque piensas despacio.

La escritura en general, y la manuscrita en particular, como terapia, se ha mostrado eficaz en la regulación de las emociones en pacientes oncológicos. Las intervenciones clínicas de Susan Bauer-Wu (Dana-Farber Cancer Institute. Boston), en base a la «terapia del diario» facilitaban una reconciliación de los conflictos emocionales de los pacientes con cáncer que practicaban la escritura como medio de expresión de sus estados emocionales y una disminución de los síntomas depresivos. Reducción de la ansiedad, mejoría del sueño nocturno y aumento de autoestima resultaba objetivos alcanzables con estas prácticas. La escritura expresiva provoca una serie de efectos en cascada que estimula la protección inmunológica, relaja, ayuda a controlar la presión arterial y mejora la calidad del sueño.

Para el psiquiatra italiano Arciero Giampiero, especialista en identidad personal, autor entre otros libros de: Tras las huellas de sí mismo o Diálogos sobre la identidad personal,

«los ejercicios de escritura emocional facilitan la tarea de secuenciar narrativamente los hechos traumáticos permitiendo construir un puente entre quiénes éramos antes del suceso y quiénes somos en la actualidad».

Escribir te obliga a organizar e integrar pensamientos y vivencias. Cuando lo hacemos de puño y letra se manifiestan de una manera más sensible, casi presencial, tiene ese aroma atribuible a las creaciones propias, a la seña de identidad. La escritura nos involucra en una relación con la palabra que es sensual, inmediata y personal.