De vez en cuando, cada vez más a menudo, nos dejamos llevar y nos encontramos, como sin querer, embadurnados de mil temas, de arriba y abajo, de costado a costado, y es justo el momento de huir y buscar la calidad del orden en el pensamiento.

Parece que a veces buscar el silencio, la paz y el equilibrio, se convierte en una actividad tediosa porque nosotros mismos lo hacemos así. Todo lo que nos ocurre es por culpa nuestra. Cada uno de nosotros somos responsables de nuestras situaciones, de nuestras decisiones y de nuestras acciones, así como de nuestros pensamientos. Por ello, sin duda, las dificultades también las provocamos nosotros. Tan importante es saber lo que queremos en la vida como dar el paso y hacerlo.

Las prisas nos pueden y nos llevan en volandas sin dejarnos dar cuenta de nada. Todo corre a una velocidad increíble. Cuando pasan los años, cuando la vida nos da algún aviso, es cuando realmente nos detenemos, a veces sólo momentáneamente, a pensar en nuestro por qué.

Todos tenemos un por qué, pero no todos queremos saber cuál es.

«Todos los hombres, hermano Galión, quieren vivir felizmente. Pero andan a ciegas, cuando tratan de encontrar aquello que hace feliz la vida. No es fácil, por tanto, conseguir la felicidad, pues, con cuanto mayor afán uno la busca, más se aleja de ella, si ha equivocado el camino. La misma velocidad es causa de mayor alejamiento, si el camino va en sentido contrario. En consecuencia, lo primero que hay que determinar es qué queremos y después fijarnos en el camino por donde podamos avanzar con más celeridad hacia ello».

Sentarte en un banco, contemplar el atardecer, el ocaso, y ser consciente que el valor de la simple belleza del Ser, de lo que Somos, justo en el Aquí y en el Ahora, es ajeno a todo tipo de ‘posturas’ o ‘deseos’. Es cierto que no todos valoramos lo mismo, es cierto que no todos Somos ni llegamos a Ser.

Nos separa de la Paz el mundo que interpretamos a través de nuestros pensamientos. Este no es un mundo real porque lo percibimos desde pensamientos que provienen del pasado.

«Si vagamos de acá para allá, sin otro guía que el griterío y la baraúnda discordante que nos llama hacia diferentes direcciones, malgastaremos nuestra corta vida, aunque, por otra parte, nos afanemos en cultivar día y noche nuestra alma. Decidamos, pues, a dónde queremos ir y por dónde».

¿Qué nos hace no ser conscientes, no disfrutar de lo que nos rodea? La prisa, el ego, el deseo, el apego.

Buscar el silencio es encontrar el presente. Contemplar desde cualquier lugar cómo los cielos son capaces de teñirse de un rojizo intenso, que absorbe, que te traslada al silencio. Es algo que está ahí dispuesto para cualquiera de nosotros.

Ese silencio poético del campo que orquestan los grillos y que solo algunos valoramos y amamos. Y ¿para qué más?

Para qué buscar fuera lo que tenemos Aquí, en el Ahora, nuestro Ser, la belleza simple y pura que nos rodea y nos llena de Paz. Los hay que huyen a lugares paradisiacos envueltos en ruido. Los hay que simplemente buscamos el silencio como ese eterno capricho que nos equilibra el Ser.

Nada valgo, nada soy. Lo sé. No poseo más que el infinito que me rodea y se me ofrece como un regalo, fruto de la bendición del universo. Somos semilla, todos somos semilla que plantamos para crecer hasta morir.

Podemos crecer como árboles fuertes y robustos, enraizados en la tierra, que aguanten todo tipo de embestidas y condiciones adversas; podemos crecer como simples hierbas que a la mínima se secan o son arrancadas sin el mayor esfuerzo.

No podemos llevarnos más que nuestra propia consciencia y el sentido de Ser. Dejar la huella en estos caminos de arena y piedra que me hacen crecer. Esculpir con tinta aquello que algún día otros habrían de leer y no cometer así nuestros tropiezos, que van dejando el alma con heridas y cicatrices que solo este viento podría rehacer.

Son esos momentos en los que te quedas absorto, buscando no sé el qué, pero no quieres irte porque te encuentras a ti mismo; Paz, esa Paz que por momentos te permite volver a Ser.

Busquemos nuestro lugar, el lugar donde realmente te sientes Ser.

«¿Por qué no busco yo más bien algo bueno que yo sienta que es bueno, y no para exhibirlo? Esas cosas tan admiradas, entre las que se detiene la gente, que uno enseña a otro estupefacto, relucen por fuera, por dentro son miserables. Busquemos algo bueno, no en apariencia, sino sólido y valioso, y más valioso aún por su interior».

A veces, repito, no hay que irse tan lejos para encontrarlo. A veces solo es cuestión de higiene mental, de proyecto vital.

Solo tienes que detenerte en los textos de uno de mis maestros de cabecera: Séneca.

Sus textos están escritos en los primeros años de nuestra era, pero leídos ahora podríamos pensar que se escribieron antes de ayer por cualquier gurú del coaching o el desarrollo personal. De hecho, todas las citas que he apuntado son de Séneca y tienen que ver mucho con lo escrito.

Uno de los muchos libros que recomiendo a mis amigos, y aquél que lo desee, es Tratados Morales, de este maestro. Dentro de él el capítulo De la Felicidad, que es de donde están sacadas estas citas. Son del inicio, todo él es una apoteosis de sabiduría y reflexión. Si en aquel entonces, sin móviles, coches de alta gama, casas impresionantes, ordenadores, redes sociales, etc., etc., ya ahondaban en la eterna reflexión vital del Ser… imaginemos la necesidad que tenemos ahora de ello.

Aquí, desde Aquí y en el Ahora, mientras anochece, el cielo se envuelve en fuego y los grillos vuelven a cantar, todo se ve muy diferente.

Es parar, es Ser.