Ser uno mismo; negarnos a ser como los demás quieren que seamos. ¿Cuántas veces dejamos de ser nosotros mismos?

Me reafirmo en mi intención del ser, de ser cada uno lo que es, el no ser lo que los demás quieren de nosotros.

Es importante que, para ser uno mismo, para descubrir la esencia de nuestro Ser, tengamos muy claro el camino que nos ha traído hasta dónde estamos y que respondamos a estas dos preguntas:

¿Qué quiero?
¿Qué siento?

Qué quiero yo de mí, no qué quieren los demás. Qué siento, no qué sienten o pretenden que sienta los demás.

Si tomamos la decisión de ser nosotros debemos, en primer lugar, valorar lo que tenemos. No el más ni el menos. Valorar lo que tenemos y aprender a desear lo que tenemos; huir de los deseos que enturbian nuestra mente y nuestra vida, que nos hacen sufrir, que es desear más allá de lo que tenemos o necesitamos.

En segundo lugar debemos superar aquello que nos duele. Ya está. No seguir haciéndonos daño dando vueltas y vueltas a eso que nos produjo dolor. Afrontémoslo, dejémoslo ahí, no volvamos sobre ello. Superemos.

En tercer lugar hay que luchar por lo que se quiere. Una vida sin objetivos no es vida. Una vida sin retos no es vida y qué mayor reto que tú mismo.

Lucha por ti, en primer lugar, y seguidamente verás cómo darás a los demás todo de ti.

Ser lo que uno es, es volver a ser lo que fuimos cuando no estábamos absorbidos por todas esas creencias que nos han ido influyendo en cada uno de los pasos que hemos dado en el camino.

Caminemos desde el presente hacia el futuro sin renunciar a tu pasado y, sobre todo, sin renunciar a Ser.

Buscar la verdad, la justicia, el equilibrio personal puliendo cada uno de nuestros defectos pero, cómo no, perseverando también en las virtudes que nos caracterizan.

Vence el orgullo.
Reaprende.

Somos nosotros, cada uno de nosotros, los que en muchas ocasiones retorcemos, los que no dejamos de dar vueltas y vueltas hasta enredar nuestros pensamientos y convertirlos en realidades ficticias.

El pensamiento puede ser muy positivo o, por el contrario, tan negativo como letal.

Y es que cada uno de nosotros sabemos dónde hemos naufragado y a qué pedazo de tronco nos hemos agarrado para salir a flote. Y esos pedazos de tronco, que vamos acumulando, realmente son los que tenemos que guardar para siempre, aunque parezca que la corriente se los lleva, porque siempre están.

Reconozcamos que a veces nos puede el exceso de tiempo. No estamos acostumbrados al tiempo porque normalmente dejamos que se nos vaya en mil y una historias, proyectos, metas, que van labrando nuestras vidas.

El tiempo auténtico es ese que busca el silencio como valor de lo que fue siempre y primero: silencio. Todos tenemos nostalgia de silencio porque todos ansiamos el silencio. Y tal vez, cuando llegamos a él, cuando lo encontramos, nos puede incomodar.

El silencio es un misterio porque nunca hay silencio completo. Es el silencio un tesoro porque aun buscándolo, a veces se teme.

Encuentra el silencio en tu camino real, aunque en ocasiones se complique.

Somos nosotros mismos los que armamos ese ruido interior que perjudica nuestro silencio porque, simplemente, tememos sentirlo.

El inicio, la ilusión, el sentido de esos caminos en los que no pensar en cuál será el final sino simplemente en el hecho de caminar.

Todo camino tiene sus más y sus menos. Los caminos se caminan, se pisan, se sienten, se viven, sin pensar dónde o cómo de su final. En los caminos se tropieza, se cae, se levanta, se vuelve a tropezar, se aprende, se siente... pero no se deja de caminar.

De cada uno depende el no mirar atrás, sino mirar hacia delante dejándonos llevar a donde el camino nos quiera llegar.

A veces nuestro destino no es aquello que pensábamos que era sino lo que se nos cruza en el camino cuando nos hemos desviado o hecho alguna parada.

El camino no comienza hasta que no se pone un pie en él, hasta que no damos un primer paso y, a veces, cuesta, asusta.

Paciencia, equilibrio y fe.

El que los días se iluminen depende de uno mismo porque todo está dentro de uno mismo. Iluminemos cada día.

Cualquier emoción viene precedida de un pensamiento. Si nuestros pensamientos van en buena dirección nuestras emociones serán agradables y nos van a llenar de un estado positivo y motivador.

Lo negativo provoca ansiedades, depresión y estados realmente molestos y desagradables. ¿Para qué?

Nuestro camino, el tuyo, envuelto en una emoción positiva, en una ilusión, en una creencia o consciencia que va más allá de nosotros, lo convierte en algo realmente extraordinario y positivo.

No es solo momento presente, es ir haciendo camino, con perseverancia, con esfuerzo y voluntad.

¿Qué tiempo dura un momento? Un momento puede durar toda una vida.

Dejar de perseguir ideales externos, materiales, que son solo sombras, imágenes. Buscar lo verdadero, lo esencial. Buscar en nosotros, en el interior de nuestro Ser.

¿Para qué tener todo si no tienes alma? Dediquemos tiempo a construir alma.

No es fácil estar en paz con uno mismo, conseguirlo es sentir libertad. Para estar en paz primero debemos encontrarnos con nosotros mismos, escucharnos, sentirnos, aprender a vivirnos, a respetarnos tal y como somos.

Para Crecer hay que Ser, es indispensable.

¿Por qué no preocuparnos un poquito de nosotros mismos? No creo sea egoísmo, tal vez, simplemente, sea vivir.

Lo que te despierta cada día es una ilusión, lo que te dormita es la falta de ellas.

Avancemos en nuestro camino, el camino del Ser, sin pensar en las dificultades, que serán no pocas; avancemos confiando y sintiendo, es la única manera de Crecer y, por lo tanto, Ser.