Si quieres conocer el pasado, entonces mira tu presente, que es el resultado. Si quieres conocer tu futuro, mira tu presente, que es la causa.

(Anónimo, suele atribuirse a Buda)

Siempre lo supe pero no lo había internalizado. Muchas grandes decisiones de mi vida las tomé de forma impulsiva, solo con la guía de la intuición, un gran aliado por cierto. Tomar un curso de programación de computadores a los 19 años cuando cerraron la universidad y de inmediato comenzar a trabajar de día y estudiar de noche, casarme con quien pronto celebraré nuestras bodas de oro, comprar nuestro primer apartamento, hacer una pausa para estudiar un posgrado en el exterior y muchas otras. En todos esos casos me fijé un objetivo y de inmediato me activé para hacerlo posible. Pero fue mucho después, al introducirme en el apasionante tema de la gestión del tiempo, cuando me hice consciente de los mecanismos que me fueron conduciendo al éxito personal y profesional. Descubrí el poder de un objetivo. Un poder capaz de transformarte, de hacer tangible lo que antes era apenas un sueño, de reinventarte cuando el mundo a tu alrededor da un giro y quedas en riesgo de permanecer mirando a la nada. Desde entonces, me he dedicado a ayudar a otras personas a descubrir el poder que llevan dentro, listo para aflorar cuando le suelten las riendas.

Construir un objetivo de forma consciente es un viaje apasionante en el tiempo. Es el mismo viaje que recorremos en los cursos de gestión del tiempo y en las sesiones de coaching.

El viaje comienza en el pasado, cuando das un vistazo a lo que has sido y te ha forjado, para bien o para mal. Allí reconocerás tus hábitos, tus fortalezas, las que te han hecho avanzar, y tus debilidades, las que te limitan, tus triunfos y fracasos, ambos grandes maestros si les prestas atención. Si ahondas un poco te darás cuenta de que ellos no están a la vista por más que los busques. Tampoco dependen de tu entorno; es muy fácil y tentador responsabilizar a alguien más. Debes mirar hacia dentro, a lo profundo de tu ser. Recuerda en esta etapa del viaje que en muchas ocasiones no has tenido el control sobre eventos que te han afectado pero sí has sido el único responsable de tus reacciones. Este momento de introspección será muy útil porque te prepara para el resto de la jornada.

Durante una sesión de coaching acompañaba a Teresa en su viaje y aún tengo grabada su expresión cuando súbitamente me dijo: «¡Gustavo, no lo puedo creer!». Después de una larga pausa agregó, pensativa: «Lo tenía en la punta de la nariz y no lo había visto hasta ahora: ¡Yo no me atrevo a comenzar nada nuevo por un ridículo temor al fracaso!». Luego de ahondar lo suficiente en ese «descubrimiento» continuamos el viaje que Teresa se había negado, al colocar una barrera, hasta ahora desconocida e insalvable, justo un paso adelante en el camino de su vida profesional.

El viaje continúa. Cierra los ojos y transpórtate al futuro, donde puedes imaginarte a placer, sin restricciones. Allí eres libre y no tienes más barreras que las que decidas imponerte. Debes en este momento erradicar el temor porque él también tiene un poder: el de truncar tus sueños. Libérate. Nada te lo impide. Imagina a la persona que quieres ser, el proyecto terminado que aún no has emprendido, el excitante sabor del logro con sentido y con esfuerzo. Deja que vuele tu imaginación y luego, sin prisa, ve colocando los pies en la tierra y convierte ese sueño en algo realizable, tangible, a la altura de tu potencial. Escríbelo, léelo, disfrútalo, solázate en él. Ya lo has logrado en tu mente y ahora solo falta concretarlo.

Teresa estaba instalada en su «zona de confort», nada confortable por cierto, atada a un empleo que cubría ampliamente sus necesidades materiales y arruinaba su salud mental. Simplemente, no le apetecía lo que hacía y cada mañana tenía que hacer un esfuerzo inmenso para activarse. Eso le producía mucho estrés y le había impedido culminar sus estudios de posgrado. El proceso de imaginarse, de reinventarse en su mente, fue muy interesante. Una chispa de confianza se instaló en su mirada, era algo perceptible, cuando se instaló en su nueva «zona de éxito», como ella misma la denominó, y tomó las decisiones pertinentes para llegar allá. Ya todo había cambiado en su mente y estaba preparada para lograrlo en la realidad.

Vuelve al presente. Ya sabes de dónde vienes y a dónde te diriges, lo que has sido y lo que decidiste ser. Tu estado de ánimo ha cambiado. Sabes qué quieres y tienes la certeza de que lo vas a lograr.

Hace poco me llegó por una red social una imagen que representaba «el camino al éxito» donde una persona, muy bien arreglada, subía por unos escalones relucientes y seguros. Yo hice un comentario muy simple: «Me gusta la imagen pero creo que sería más real si agregamos unas cuantas piedras en el trayecto».

El presente será tan fácil, o difícil, como tú lo decidas. Ya sabes de dónde vienes y a dónde te diriges. Solo falta recorrer el camino con decisión, enfocado en tu objetivo. Aprende a planificar para el éxito, dedicando tiempo de calidad a trabajar en lo que te has propuesto. Descubre la diferencia entre lo «urgente» y lo «importante». Dile «no» asertivamente a quien intente desviarte de tu objetivo en función de actividades triviales. Avanza cada día aunque sea un trecho corto y descubrirás que el camino al éxito no es tan largo como parecía. Las piedras en el camino no van a faltar y es allí donde demostrarás tu nivel de compromiso con lo que te has propuesto y tu fuerza de voluntad para mantener el rumbo.

Teresa elaboró un programa para desarrollar su potencial. No fue fácil porque el miedo no obedece a decretos pero lo superó lo suficiente como para fijarse un plazo de 6 meses, durante los cuales elaboraría un plan de negocios para dedicarse a lo que le apasionaba y había decidido emprender. Mantuvo su trabajo y se impuso la obligación de desconectarse de él todos los días a las cinco de la tarde, ir a su casa y trabajar en su plan. Se inscribió en unos cursos online para reforzar algunas competencias que necesitaba y se registró para el próximo semestre con la intención de culminar su posgrado.

Hoy en día, como Autónoma, no ha reducido su ritmo de trabajo pero se siente realizada. Todas las mañanas se levanta con ánimo y el nivel de estrés se ha reducido, al punto que ella lo califica como «estrés positivo». Estima que en pocos meses alcanzará y luego superará el nivel de ingresos al que estaba acostumbrada y está a poco tiempo de obtener su diploma de posgrado. Teresa descubrió el poder de los objetivos y eso cambió su vida.

Conozco muchos casos como el de Teresa y hay algo común en ellos: el compromiso de cambiar, de avanzar, de competir consigo mismo y no contra alguien más. Y todo comienza con un objetivo, al convertir un “quisiera” en una certeza. Definitivamente, para mí “objetivo” es una palabra mágica.

Mi experiencia de varios años con el tema me ha llevado a sacar varias conclusiones:

  • Todas las creaciones de la humanidad estuvieron primero en la mente de una persona. A veces, esa misma persona lo hizo realidad; otras veces, alguien más lo logró.
  • Si no te lo propones nunca lo vas a lograr; si lo haces, tus posibilidades aumentan exponencialmente.
  • Soñar es bueno pero no te conduce a la acción. Poner los pies en la tierra y convertir el sueño en un objetivo es la mejor vía para hacerlo realidad.
  • Una vez has logrado el objetivo en tu mente será mucho más fácil hacerlo en la realidad.
  • Cuando dudes, pregúntate: ¿cuál es el objetivo? Si logras responder a esa pregunta ya sabes cuál es el camino a seguir.
  • Si una persona te dice que es imposible, solo significa que ella no lo va a intentar. Por fortuna, tú no eres esa persona.
  • Tus decisiones y acciones de hoy son las principales responsables de tu futuro.

Todos tenemos el poder de convertir nuestros sueños en realidad. Muchas personas se lamentan por la falta de oportunidades, de su mala suerte o de cualquier circunstancia externa que les impide lograr el éxito. Las personas exitosas, por otra parte, conocen el poder que poseen, identifican y derriban las barreras que los puedan limitar, imaginan su futuro y se dedican con entusiasmo a construirlo.