— ¡Es que no entiendo por qué ella tiene tiempo para todo y a mí siempre me falta!

Álex estaba frustrado porque Laura, una compañera de trabajo, había sido promovida a una posición que él deseaba ocupar. No era una cuestión de envidia. Él sabía perfectamente que la decisión había sido justa, lo cual aumentaba su frustración.

—Veamos —le comenté en tono casual—. ¿Cuántas horas tiene un día de Laura?

La pregunta lo tomó por sorpresa. Supongo que esperaba algo de empatía por mi parte o una explicación mágica.

— ¡Vaya pregunta! Pues 24 horas, ni más ni menos.
— ¡Exacto! ¿Y cuántas horas tiene tu día?
— Pues las mismas 24 horas.
—Entonces supongo —afirmé con toda seriedad— que las horas de Laura son más largas que las tuyas.

Álex sonrió al ver a dónde quería llegar con mis preguntas absurdas. Siguiendo la misma línea pudo finalmente romper el paradigma de la falta de tiempo y entramos a analizar qué hacía Laura con su tiempo y qué hacía él. Aquí comenzó el cambio de Álex. Dejó de achacarle las culpas a un factor que percibía como externo, el tiempo, y comprendió que el problema estaba en la forma como hacía uso de él.

¿Qué es el tiempo?

El tiempo es un tema que ha sido abordado desde diferentes perspectivas. Existen innumerables representaciones y definiciones académicas, científicas, filosóficas, artísticas. Para unos, el tiempo no existe, es solo una ilusión, una percepción de la mente humana. Para otros es una magnitud, es la vida, es oro, es un recurso.

El tiempo no es el tic tac de las agujas del reloj, un instrumento que solo intenta medir el paso de nuestra existencia. No es un calendario ni una fecha plasmada en él, que solo nos sirven para recordarnos lo que fue o lo que pretende ser. No es el pasado porque ya no es, no es el futuro porque no ha sido, ni el presente porque deja de serlo de inmediato. No es el instante fugaz ni la espera interminable. El tiempo eres tú, soy yo, es cada uno de nosotros en la medida en que solo tiene sentido mientras existimos. La vida se mide en unidades de tiempo y la cuenta, inexorablemente, tiene un principio y un final. Antes, somos un sueño, después un recuerdo, y el tiempo pertenece a los que permanecen.

Jorge Bucay, en uno de sus hermosos Cuentos para pensar, «El buscador», va un poco más allá:

Cuando un joven cumple quince años, sus padres le regalan una libreta como esta que tengo aquí, para que se la cuelgue al cuello. Es tradición entre nosotros que, a partir de ese momento, cada vez que uno disfruta intensamente de algo, abre la libreta y anota en ella: A la izquierda, qué fue lo disfrutado. A la derecha, cuánto tiempo duró el gozo. (…) Así vamos anotando en la libreta cada momento que disfrutamos… cada momento. Cuando alguien se muere, es nuestra costumbre abrir su libreta y sumar el tiempo de lo disfrutado, para escribirlo sobre su tumba, porque ese es, para nosotros, el único y verdadero tiempo vivido.»

¿El tiempo es un recurso?

Es un tema polémico y la respuesta tiene que ver con la forma en que cada persona lo define. Para quien afirma que el tiempo no existe, que es solo una ilusión, la respuesta es obvia: No puede ser un recurso algo que no existe. Si asumimos al tiempo como algo externo, indudablemente es un recurso que, por sus características, es muy poco controlable. Si, por el contrario, ligamos la definición de tiempo a la persona, a nosotros mismos, es un recurso que está dentro de nuestro dominio. No en vano las empresas presumen de sus «recursos humanos», que no son otra cosa que las personas, o su tiempo, puestas al servicio de sus objetivos junto al resto de recursos, materiales, económicos, etc.

La falta de una definición clara del tiempo lleva a muchas personas a aceptar algunos paradigmas que no hacen más que limitarlos en su accionar, en su productividad, en su afán por conseguir el éxito. Frases como «no tengo tiempo», «se me acabó el tiempo», «necesito más tiempo», «soy un esclavo del tiempo», «el tiempo pasa volando», «debo ahorrar tiempo», no tienen ningún sentido literal y solo sirven como excusas que esconden la inhabilidad para obtener resultados en el tiempo previsto. Una vez nos libremos de estos paradigmas, como lo hizo Álex, estaremos listos para asumir al tiempo, a nosotros mismos, como un recurso y dedicarlo a lo que queremos lograr en la vida.

Con estas premisas podemos asignar al recurso tiempo las siguientes características.

  • Es tangible solo en el presente que es fugaz. El pasado es un recuerdo y el futuro una promesa.
  • Solo tenemos control sobre el presente. No podemos cambiar el pasado. Tampoco podemos asegurar de que existirá, para nosotros, un futuro. Sin embargo, los tres guardan una íntima relación que define lo que hemos sido, lo que somos y, en gran medida, lo que seremos.
  • Como consecuencia de lo anterior, no es renovable. El tiempo pasado, pasó.
  • No lo podemos ahorrar o almacenar para uso futuro.
  • Tampoco lo podemos «recuperar». Podemos repetir una acción que ya hicimos en el pasado pero nunca será la misma y posiblemente perdió su efectividad o nos hizo consumir más recursos.
  • A pesar de que es el recurso más democrático, todos tenemos el mismo tiempo según los instrumentos que lo miden, la forma en que lo percibimos es diferente dependiendo de la persona o la situación. Como lo expresa Yasunari Kawabata, Premio Nobel en Literatura 1968, «…el tiempo corre de la misma manera para todos los seres humanos, pero todo ser humano flota de manera distinta en el tiempo».
  • Es percibido como escaso. Si bien todos contamos con el mismo tiempo, a menudo tenemos la sensación de que nos falta.
  • Es inagotable mientras existimos. Siempre está a nuestra disposición sin limitaciones ni condiciones.

¿Para qué nos sirve el tiempo?

En primer lugar, para vivir. Tendremos vida mientras tengamos tiempo o viceversa. La frase, «no tengo tiempo» cobra entonces un nuevo sentido carente de lógica.

El tiempo, es decir, nosotros mismos, es el principal recurso del que disponemos. Sin él, los otros recursos no tienen ningún valor. Bien decía a sus 91 años el afamado pianista Arthur Rubinstein, un amante incondicional de la vida: «Yo daría todo lo que tengo, mis cuadros, mi dinero, por un minuto más de vida».

La vida, para unos, es una caja de sorpresas. Siempre les trae algo inesperado, para bien o para mal. Para ellos, el presente y el futuro son producto del azar. Si las cosas no les salen bien, se lo adjudican a factores externos o a su «mala suerte». Las otras personas, las que si logran lo que a ellos se les ha negado, solo son afortunadas.

Para otros, la vida es una carrera de velocidad. El tiempo es un enemigo que hay que vencer y se concentran en actividades que les impiden disfrutar de una vida plena, equilibrada.

Las personas exitosas, por su parte, suelen estar muy consciente de cómo invierten su tiempo y para ellas es un gran aliado.

El tiempo, podemos deducir, es el recurso que nos permite vivir la vida que deseamos vivir. La historia está llena de casos que demuestran que las personas pueden llegar a ser lo que se propongan, aún a costa de sus limitaciones físicas, económicas, sociales. También nos muestra que algunas personas que tienen «todo» para ser exitosas, simplemente fracasan.

¿Qué debo hacer para que el tiempo sea mi aliado?

Esta es una preocupación recurrente del ser humano desde tiempos inmemoriales. Existe una gran cantidad de textos, de cursos, de herramientas, algunas muy antiguas, otras que usan los más modernos recursos tecnológicos, que nos prometen ayudarnos a usar mejor nuestro tiempo.

He sido testigo, y protagonista, de cómo muchas personas han cambiado su vida cuando deciden «gestionar» su tiempo. Algunas lo han hecho después de tomar un curso o algunas sesiones de coaching. Otras al leer un libro, un artículo o asistir a una conferencia. Algunas lo han logrado por imitación, al darse cuenta de lo que una persona exitosa hace y replicar sus comportamientos. No importa cuál fue el método, todos ellos tienen algo en común, lo cual voy a resumir en cuatro comportamientos.

  • 1. Se lo creen

Álex, nuestro amigo de la anécdota inicial, estaba frustrado. Después de un proceso que lo llevó a darse cuenta de que el problema no era el tiempo sino él, se convenció de que, al igual que Laura, estaba en capacidad de alcanzar metas superiores. Ese fue el comienzo de su cambio personal.

Creérselo es mágico, es como un destello, un instante durante el cual algo cambia y ya no se es el mismo, porque uno se da cuenta de que puede ser lo que quiere ser. Yo fui protagonista de ese instante hace unos cuantos años y he sido testigo de instantes similares en Alex y en muchas otras personas. Cuando ocurre, es posible seguir adelante. Yo he percibido que algunas personas tienen ese insight por cuenta propia, como producto de un estímulo externo o como consecuencia del próximo comportamiento.

  • 2. Se analizan

Álex tenía un modelo a seguir, Laura, y eso le sirvió para analizar lo que ella hacía con su tiempo y compararlo con su propio accionar. Poco a poco se fue dando cuenta de que tenía algunos hábitos limitantes que saboteaban su trabajo y se percató de cuáles eran los elementos, tanto internos como externos, que lo frenaban.

Darse cuenta. Estas dos palabras, al juntarse, son muy poderosas. Los seres humanos somos esclavos de nuestros hábitos, para bien o para mal. Reaccionamos de igual forma ante estímulos similares. Cedemos con facilidad al instinto o repetimos comportamientos aprendidos en circunstancias y épocas diversas. Lamentablemente, pocas veces nos damos cuenta de esos hábitos, reacciones y comportamientos. Si no nos hacemos conscientes de ellos seguirán apareciendo y conduciendo nuestra vida a su antojo. Por eso es importante descubrirlos a través del autoconocimiento.

Analizarse consiste en investigar cuáles son nuestros hábitos, reacciones y comportamientos ante determinadas circunstancias. ¿Cómo? Observando con detenimiento cómo reaccionamos ante diferentes situaciones.

  • 3. Se enfocan

Una vez tuvo claro por qué no había logrado sus deseos, çAlex se dio cuenta de que los sueños no se hacen realidad por un acto de magia. En primer lugar, hay que transformarlos en objetivos claramente definidos, lo que llamamos «objetivos inteligentes». Así lo hizo. Redefinió su futuro tanto personal como profesional y se trazó unos objetivos para el mediano plazo y un plan para alcanzarlos. También decidió que todos los días le iba a dedicar una porción de su tiempo, de su vida, a realizar las acciones necesarias para lograr sus objetivos en el tiempo previsto.

Enfocarse significa definir y concentrarse en lo que se quiere ser. Es fundamental definir a dónde queremos llegar, convertir los sueños en objetivos y vivirlos en la mente para luego hacerlo en la realidad.

  • 4. Viven el presente

Hoy, Álex es una persona distinta y eso han notado quienes trabajan con él. Eso es importante y tendrá sus frutos, pero más importante aún es que él se siente bien consigo mismo. Ha apartado las excusas de antes y se concentra en lograr lo que se ha propuesto. ¿Le ha sido fácil? A veces tiene que enfrentar momentos difíciles de lucha interior paro mantiene la motivación en alto y puede notar el avance de su plan, su camino al éxito.

Todo lo anterior es un ejercicio teórico que corre el peligro de quedarse allí. La única forma de hacer que un plan sea viable consiste en ejecutarlo. El entorno y nuestros viejos hábitos harán lo posible por desviarnos de la meta, es inevitable, pero aquí entra en juego nuestra fuerza de voluntad, nuestra motivación para ser mejores personas, mejores profesionales, lograr lo que nos hemos propuesto.

Peter Drucker decía que «el tiempo es el recurso más escaso, y si no es administrado ninguna otra cosa se puede administrar». Sabio consejo que resume el espíritu de estas líneas.

El tiempo es nuestro aliado, no es un enemigo a vencer. Es nuestro recurso más preciado porque gracias a él somos y gracias a que somos, lo percibimos. Cada instante de nuestro tiempo es una pequeña porción de nuestra vida. Lo que hagamos hoy con nuestro tiempo determinará, en gran medida, lo que seremos mañana.