El hartazgo comienza a hacer mella en cada uno de nosotros debido a la situación que vivimos. Es un verano extraño. No avanzamos. Responsabilidad, irresponsabilidad. La libertad en entredicho.

De verdad, comienzo a no entender nada. Ni siquiera yo, que trato de ser el más positivo de los positivos.

No debemos permitir que la desesperanza nos venza. Llegará el momento en el que todo esto pase, termine. Todo termina.

Serendipia

Serendipia. ¿Cómo dices? Serendipia.

Hoy he vuelto a encontrarme con esta palabreja. Una palabra hermosa, donde las haya, que forma parte de mi colección, esa en la que están otras como Ataraxia, Resilencia, Procrastinación y algunas varias que andan por ahí, anotadas en mis cuadernos (por cierto que nunca encuentro cuando necesito).

Los días de descanso han llegado. El verano, históricamente raro. Imagino que a todos, o la gran mayoría, los problemas se han incrementado.

Cuando te metes de lleno en cuestiones problemáticas, normalmente, si buscas una solución, no la encuentras en el momento.

Es difícil, pero lo mejor es desconectar, abstraerte y pensar que, si ha de venir alguna luz, vendrá. Así es.

Me cuesta mucho, como a otros, abstraerme de los problemas; de los propios y de los ajenos. Soy persona que vive en constante preocupación. Busco la paz, mi paz, y la encuentro solo cuando consigo perderme en una larga caminata, o tras un rato atrapado en algún texto, de esos que me cambian el pensamiento o, simplemente, tumbado en el suelo contemplando el blanco del techo. Cada uno tiene sus formas de meditación.

Es ahí, en instantes así, sin buscarlo, cuando aparecen las ideas, en ocasiones las soluciones, los proyectos, hasta esos versos que terminan por acomodarse en estas páginas.

Estos días ha sido difícil, todo es más difícil. Pensar es más difícil. Abstraerte de todo lo que ocurre a tu alrededor, de los sufrimientos que van in crescendo; de ese sentimiento de vacío, aunque sabes que esas mariposas de la primavera brillan más que nunca.

Estoy seguro de que más de una vez ha llegado algo a tu vida que no esperabas pero que ha supuesto un gran descubrimiento para ti.

Serendipia es una palabra «mágica», que nos abre la puerta al mundo de las experiencias inesperadas y a su vez, deseadas.

La palabra serendipia se recogió en el diccionario de la Real Academia Española en la 23ª Edición. La define como «hallazgo valioso que se produce de manera accidental o casual».

También se incluye la palabra serendipidad, como sinónimo, y serendipico/a como lo perteneciente o relativo a serendipia.

Toque de misterio y sorpresa

Una palabra que está cargada de energía positiva y surge como suave, lenta, en nuestras vidas para mostrarnos algo que no veíamos, pero que agradecemos por ese bienestar y fascinación que nos genera.

Hay veces que estás buscando algo sin éxito y, en esa búsqueda, encuentras otra cosa que te enriquece sin haberla estado buscando.

Un ejemplo muy conocido, en este caso, en lo científico, sería lo que le ocurrió a Alexander Fleming cuando estaba trabajando en su laboratorio. Una de las placas en las que estaba cultivando bacterias se contaminó con un hongo, lo que produjo la muerte de aquellas bacterias. Gracias a ese suceso, Fleming descubrió la penicilina.

En el siglo XV un inglés transcribió un relato anónimo Los tres príncipes de Serendip, cuyos protagonistas, príncipes de la isla Serendip (nombre árabe de la isla de Ceilán, hoy Sri Lanka) tenían el don de reconocer el descubrimiento fortuito encontrando respuesta a problemas que no se habían planteado.

Fue Horace Walpole, cuarto conde de Oxford, quien, maravillado, acuñó la palabra en 1754. Su significado se ajusta muy bien a numerosos casos de descubrimientos científicos accidentales, pero también a oportunidades empresariales, que se encuentran sin buscar gracias a una visión clarividente, nada indulgente con lo insólito. En Londres, por ejemplo, buscando explosivos tras la Segunda Guerra Mundial, se encontró el templo romano de Mitra. Y, como saben, muchos fármacos han visto así la luz, como la penicilina.

Estar preparados, simplemente

Siempre hay que estar preparado para encontrarse con un pequeño, o tal vez grande, momento de serendipia y aprovecharlo. En este momento que vivimos, no me canso de decirlo, es un momento para el aprendizaje, no deberíamos desaprovecharlo.

Mis días, antes, tenían menos espacios de reflexión de lo que tienen ahora. En muchas ocasiones me acostaba con la cabeza a explotar de problemas.

Ahora tengo los mismos, o más, problemas (qué sería de mi vida sin problemas), pero intento abstraerme. Cuando me siento así, ahora, me pongo a caminar por los cortos pasillos, me tumbo en el suelo o abrazo libros ajenos al día, y dejo que aparezca, si tiene que aparecer, esa idea o proyecto que me obligue a coger el lápiz y el papel, anotar para así dormir con una especie de agradecimiento y orgullo.

El método perfecto

No busques.

La serendipia es un método perfecto para conectar la vida y las inquietudes de cada uno.

Utilizar cada momento en beneficio propio, para aprender, creo es uno de los mejores métodos de crecimiento que, si le permitimos, se convierte en un ejemplo de serendipia.

Estar abiertos, en constante crecimiento y aprendizaje provocará, sin duda, ideas, conexiones, genialidades que, de otra manera no llegarían.

Anota todo en un cuaderno, esas ideas que pueden parecer absurdas. A lo mejor un día, cercano o lejano, será la base de un gran proyecto.

La serendipia está relacionada, podríamos decir, con tres ámbitos: incertidumbre, creatividad y conocimiento. Pone en marcha la reflexión, de ahí pasamos a la acción que tras llevarse a cabo, analizamos.

La acción no es azar. Ni siquiera casualidad. La serendipia puede configurarse como un método para la creación.

Vamos a vivir, ya estamos viviendo, una situación de crisis, todos, importante. Tenemos que buscar puntos, ideas, conexiones, proyectos, para salir de ella.

Hay casualidades magníficas que te cambian la vida. Pero debemos estar abiertos encontrarlas.

Seguro que muchos de ustedes podrían hablar de historias, ideas, proyectos, que posiblemente sean fruto de la serendipia.

¿Qué palabreja, eh?

Les recomiendo una película de esas que me encantan y que no me importa ver muchas veces: Serendipity.

Jonathan (John Cusack) y Sara (Kate Beckinsale), se conocen por casualidad en un centro comercial de Nueva York en Navidad. Aunque en ese momento ambos tienen pareja, sienten conexión uno con el otro y comparten momentos románticos esa noche. Al finalizar la noche, los dos sienten deseos de continuar con una relación, pero Sara no se siente segura. Jonathan escribe su número de teléfono en un billete con el que Sara paga en un kiosco un dulce, y Sara escribe el suyo en el libro El amor en los tiempos del cólera que luego vende en una tienda de segunda mano desconocida por Jonathan. Y...

Si no la han visto, la ven.

El destino es el que baraja las cartas, pero nosotros somos los que las jugamos.

(Shakespeare)