Atravesamos un período de transición en lo concerniente a diversos aspectos de nuestra vida personal. Uno de dichos aspectos es la relación entre los géneros, que se están diversificando rápidamente en contenido y expresión.

Un hombre no es solamente hombre al referirnos a características sexuales. A nivel de identidad, cuando hablamos de género, este puede ser «macho macho», tipo que espero esté progresivamente en extinción, macho tradicional, heterosexual, bisexual, homosexual y mujer en términos de identidad. Por el lado femenino, las opciones son también varias y las preguntas que se imponen son: ¿cuáles son y serán los modelos de masculinidad? ¿Cómo se desarrollan y consolidan y cuáles son las tendencias visibles para un futuro no lejano? Otra pregunta, interesante, atañe al rol de la mujer en la identidad de género del hombre.

Uno de los fenómenos sociales de los últimos decenios y que ha sido denominado «sociedad liquida» es una nueva forma de relacionarse socialmente, determinada, por un lado, la socialización y por el otro, la identidad de las personas y en este proceso, obviamente, la identidad de género. La característica esencial de la sociedad liquida es un abrirse a nuevos matices y nuevos espacios, donde los valores no son por naturaleza eternos ni inalterables, permitiendo una experimentación mayor. Al mismo tiempo la relación de «fuerzas» entre hombre y mujer se desplaza y desplazará más y más a favor de la mujer y esto incide en la masculinización e identidades de género masculinas.

La forma y el contenido de las relaciones bisexuales no sólo se hace más complejo, sino que se presenta en miles de tonos y posibles expresiones. En este contexto, Manuel Puig anticipó en decenios la problemática, llegando a postular una mujer autómata para satisfacer sexualmente a un cierto tipo de macho. En realidad, la máquina es un sustituto avanzado de la prostitución o de la muñeca inflable con más opciones y accesorios.

El tema es serio y vasto y está, en parte, determinado por el modelo de hombre que interesa o podría interesar a las mujeres heterosexuales y/o bisexuales. En este terreno las opciones son variadas: esclavo, dominante, comunicativo y sensible, volátil, dependiente o independiente, hijo o padre. Estos dos últimos como modelos de posible relación. Seguramente la implicación directa de estas preguntas y observaciones, que en parte son ya realidad, es que tendremos que aceptar una diversidad mayor y la desaparición progresiva de la ilusoria normalidad. También cambiará, como está cambiando el concepto de pareja y matrimonio para transformarse cada vez más en amistad, relación sexual esporádica o abierta y espacio para convivir, compartir y experimentar.

Otra tendencia presente es la de extender las zonas erógenas a todo el cuerpo a través de la piel, tacto, olfato, lengua, en vez de limitarla a los órganos sexuales, evidenciando la separación total entre acto sexual y reproducción. También tendremos que considerar el uso de objetos que no son parte del cuerpo para intensificar sensaciones como: magnificadores sensoriales y erógenos. El autoerotismo tendrá mayor espacio, así como los juegos más o menos estables entre 3 o más personas.

El modelo de erotismo femenino será influenciado por un constante crecimiento de relaciones entre mujeres y esto incidirá en la sexualidad masculina. En la práctica, los modelos y nuevas identidades masculinas, se manifestarán con un cierto atraso. Las nuevas relaciones homo y/o heterosexuales, se impondrán como parcialmente dominantes y la otra característica será la liquidez. Es decir, la posibilidad de cambiar y probar nuevas identidades. En pocas palabras la relación será más placer y menos deber u obligación.

La masculinidad, en consecuencia, tendrá que abrirse a un diálogo, más fluido, contrastado y con otras formas de poder. La identidad dejará de ser un rol especifico, una forma de actuar y se convertirá en un saber orientarse, un repertorio de posibilidades, negociaciones, búsqueda y experimentación y, sobre todo, comunicación, que actualmente es el lado débil de los supuestos «fuertes».