Como dijera Miguel de Cervantes: «la hermosura que se acompaña con la honestidad es hermosura y la que no, no es más que un buen parecer».

Así es la doctora Rocío Olivenza, honesta y hermosa, una excelente profesional. En sus años de universidad en la Facultad de Medicina, ya tenía clara su especialidad, mejor dicho, especialidades, la medicina forense y, en la otra esquina del cuadrilátero, otro peso pesado, la medicina estética. Dos vertientes bastante opuestas y complicadas de ejercer. Después de entrevistarla me atrevo a decir que para ella la medicina legal y forense representa el cuerpo, y la medicina estética, la mente. Sí, Rocío durante más de una década ha dictaminado para el Ministerio de Justicia como especialista forense, exámenes exhaustivos y muy duros que han exigido de ella ser muy meticulosa con la materia, con el cuerpo, siendo asesora de los jueces de todo lo que tiene carácter médico en el juzgado para dar una valoración y que el juez pueda dar una calificación legal. Bastante serio el asunto, del todo medible, pero quizás eso hizo que deseara profundamente, y pasados unos años de trabajo, dedicarse a su otra especialidad, la medicina estética, algo que parece no ser medible o, mejor dicho, no ser necesario del todo.

A través de sus respuestas podremos ver cómo algo que a primera instancia puede parecer frívolo como la estética, deja de ser corporal para abrir la puerta a la mente, para hacer realidad los sueños de sus pacientes, sueños o deseos que normalmente si no se cumplen generan frustración o inseguridades, y ¡voilá! ella hace realidad esa pequeña búsqueda de la felicidad.

La frivolidad de la estética a todas luces no parece cuestionable, la cosificación de la mujer como objeto de belleza y hermosura bebe de la antigüedad, calificar el retinol o el ácido hialurónico como una cuestión de salud parece un sin sentido, pero ahí está. Estamos inmersos en el mundo de la salud, de la estética, del gimnasio, de la mascarilla de pelo perfecta, de los dientes blanco polar, de los filtros a lo Kardashian en las fotos de Instagram… empero, la evidencia de que todo esto es frívolo sí es cuestionable. Creo que puede parecer frívolo si me preguntan por la tragedia de Afganistán, pero en la actualidad estamos rodeados de publicidad corporal, en revistas, televisión y redes sociales. La insatisfacción corporal está vinculada con diversos trastornos mentales, algunos como la alimentación, y esto se debe a esa industria de la imagen y las redes sociales. Promueven de forma masiva un estándar de belleza esbelto y musculoso, difícil de alcanzar y que lleva a muchas personas a sentirse mal consigo misma.

Aquí está la idea de la mente, Rocío cuando trabaja con sus pacientes, en la parte estética, está entrando en una cara, en una vida y posiblemente en unas 300 miradas al espejo por parte de su paciente de lo que no le gusta o ha dejado de gustarle por la edad. Lo mejor, que ella se planta cuando alguien le pide una cosificación del ser humano, no quiere que un paciente pierda su identidad facial, ella considera su trabajo una armonía de la belleza y las proporciones, detesta la brocha gorda que representan las redes sociales. El mismísimo Miguel Ángel, cuando pintó la Capilla Sixtina tuvo que cumplir ciertas órdenes en su encargo, pero Rocío no trabaja para cumplir las órdenes de ningún instagrammer, aunque eso le suponga explicarle a un paciente sus ideas. Esto le hace realmente honesta.

La doctora Olivenza nace en Madrid, es la pequeña de dos hermanas. Define la carrera de Medicina como un camino académico muy duro, aún tiene sueños donde se presenta a los exámenes en la universidad. En 4º decide su especialidad en medicina legal y forense, a lo que se dedicará posteriormente 12 años, durante este tiempo ejerce como experta para el Ministerio de Justicia. A cuatro días de dar a luz su segundo hijo, lee su tesis doctoral en medicina legal y forense. Esta super madre, se marcó un doctorado Cum Laude como forense al tiempo que aprueba su Máster en medicina estética.

Cuando Rocío me habla de esta primera parte de su vida, hace un inciso; esa parada se llama Paloma, su madre, le faltan palabras para expresar su enorme gratitud, «gracias a la persistencia de mi madre y el trabajo de mi padre, mi hermana y yo pudimos estudiar, siempre han estado conmigo».

Después de 15 años con su marido, tiene dos hijos: Alejandro y Adriana. Rocío es una mujer muy familiar, siguen yendo todos de vacaciones para saltar las olas haciendo, por ejemplo, kite surf. Destaca que su marido, piloto de vuelo comercial, le supera en el cuidado de los niños, él ha sacrificado su desarrollo profesional por la familia para que ella diese vida a uno de sus sueños: montar su propia clínica de medicina estética en el municipio de Pozuelo de Alarcón, Madrid.

A nivel profesional, todo lo que hace le apasiona, pero le satisface especialmente el tratamiento capilar, algo muy demandado en los últimos años por los hombres. Quería abrir la puerta a una generación masculina que hace ya algunos años demostraba preocupación por la pérdida de pelo. Actualmente tiene pacientes de cualquier edad, y este hecho ha marcado un cambio sobre los motivos que un principio tenían los hombres que deseaban reducir los signos de envejecimiento; ahora también buscan el embellecimiento y ganar autoestima para ofrecer su mejor versión. La medicina estética se ha democratizado, la idea de cuidarse o mejorar el cuerpo ha dejado de ser únicamente un estigma femenino. La sociedad ha cambiado su percepción y ya no se considera tabú que el hombre utilice la medicina estética, por eso Rocío, con más de quince años de experiencia, consideró que el crecimiento capilar era una parte de la estética con mayor proyección dentro de los tratamientos médicos.

¿Qué te hace especialmente feliz?

Me encanta salir, estar con mis amigas, tomar una cerveza… pero mi trabajo me gusta mucho, me lo paso muy bien en mi día a día. Además de mi clínica en Somosaguas, colaboro con la Clínica Man Medical Institute en Madrid como especialista en trasplante capilar; todas somos chicas y me lo paso genial, son muy jóvenes y me rio muchísimo, disfruto mucho con ellas y con los pacientes.

¿Por qué decidiste dedicarte a la parte estética?

Porque siempre me ha gustado la belleza y el equilibrio, siempre me ha llamado mucho la atención. Cuando empecé, a los pocos meses, se hizo realidad mi clínica, compatibilizaba mis dos ramas de la medicina, pero hubo un momento donde decidí dejar la parte forense y dedicarme 100% a la parte estética. Ejercer como forense es muy duro, tras muchos años en los juzgados no ves nada bueno, todo es color gris, y sin entrar en temas de autopsias, además, coincide con el crecimiento de mis hijos. Fue el momento en el que decidí dedicarme plenamente a la medicina estética.

¿Amas tu trabajo?

Me da muchas satisfacciones, el paciente se ve mejor y eso me da la satisfacción de saber que haces bien tu trabajo, aportarles ese grado de felicidad. Me gusta ser útil, soy servicial y me gusta darme a los demás. Creo que generamos una gran ilusión y eso es muy importante.

¿Tipología de intervenciones?

Fundamentalmente facial y capilar. Todos los tratamientos médico-estéticos faciales, bótox, hialurónico, hilos tensores, estimuladores de colágeno, vitaminas, y trasplante capilar.

¿Qué suelen demandar las mujeres?

Las pacientes cuando acuden a mi consulta ya saben qué tipo de tratamientos realizo, en realidad no tengo pacientes demandantes, sino pacientes que vienen a que les asesore. Tengo esa suerte, puedes ir a una clínica y pedir que te hagan el labio, pero en mi clínica vienen y antes de cualquier otra cosa me piden opinión. Me siento afortunada por ello.

¿Vienen con ideas preestablecidas?

Ahora más, últimamente estoy notando que alguna paciente viene con una idea preestablecida, con una demanda concreta, no me había ocurrido en muchos años. Creo que esto tiene que ver con las redes sociales que están generando unas necesidades que son innecesarias.

La estética de por sí, no es algo que se considere de vida o muerte, pero es verdad que no considero idóneo que las pacientes vayan pidiendo tratamientos médicos como hacerse un mentón, hacerse una mandíbula, sin ningún tipo de necesidad que no les va a favorecer, en muchos casos puede incluso empeorar.

Últimamente en la medicina estética se generan modas, y estoy en desacuerdo con ese tipo de necesidades. Debe ser el médico el que asesore y recomiende al paciente. Hago por ejemplo remodelaciones de nariz, pero, si es el caso, puedo considerar que la paciente que me lo pide no lo necesita, aportándole una idea que ella desconoce. No me gusta esa venta de la medicina estética en las redes sociales, si ya hay personas que consideran la medicina estética banal, las redes sociales le otorgan una banalidad mucho mayor. El hecho de que compres un producto porque te lo venden en redes sociales sin un asesoramiento personal. Todo esto lo estoy notando últimamente.

¿Qué te suelen pedir los hombres?

Cada vez me piden más y me preguntan por tratamientos, y ya no se sienten tan incómodos cuando les propones, porque trato con muchos hombres para trasplante capilar y les propones alguna cosita o retoque, y lo que hace unos años era impensable, ahora cuando prueban les encanta, siempre siendo un refresco.

Siempre lo digo así, lo que intento, tanto en las mujeres como en los hombres, es un refresco, tratar de refrescar la cara, el gesto, la mirada, no busco cambiar ninguna facción salvo que sea necesario para conseguir esa frescura, pero siempre dentro de esa naturalidad. Yo trato pacientes de todas clases y con todo tipo de personalidades y de lo que me puedo jactar es que siguen siendo muy naturales después de tratar con ellos. Es mejorar la belleza con tratamientos que te hacen estar más joven, más feliz, y seguir siendo normales.

¿Cómo ha afectado la COVID a tu trabajo?

Es verdad que siempre digo una frase poscovid: «qué daño han hecho las videoconferencias…» (se ríe), ha sido muy importante la demanda en cuanto volvimos a la normalidad. Yo pensaba que la gente tendría más miedo en acudir a las consultas de medicina estética, y tanto yo, como mis compañeros, hemos notado que, no solo no ha bajado, sino que ha subido, como una especie de salvavidas. Incluso algunos pacientes han venido a verme, aunque solo fuese para hablar conmigo. Por cierto, tengo que contar un secreto, las videoconferencias están hechas para salir mal, nadie sale bien.

¿Consideras que tu trabajo es aplicar técnicas estéticas o conlleva cierta carga emocional?

Más allá de la aguja, la medicina estética no solo es el trabajo en sí y las horas, puedes realizar un gran trabajo en un paciente, pero también tienes que tratar su personalidad y conseguir lo que ella o él quieren. Tienes que buscar mucho ese equilibrio, y saber qué tipo de paciente tienes delante, para saber qué puedes hacer y hasta dónde, que coincida con lo que está buscando. La satisfacción es por ambas partes, y yo puedo decir que tengo mucha suerte, porque mis pacientes por regla general me entienden y yo les entiendo para que queden satisfechos.

Creo que el médico estético debe ser humilde y sincero, decir hasta dónde puede ayudar o cuidar a un paciente, y saber si el siguiente paso es una cirugía, pero no cebarse en dar soluciones inexactas, salvo que el paciente no quiera bajo ningún concepto operarse. En estos casos existen unas soluciones intermedias.

¿Con las redes sociales y el culto a la imagen, crees que tu pasión por la medicina estética sigue siendo pura?

Creo que sí, y creo que además es una cuestión de necesidad, considero que mi profesión genera unos beneficios suficientes para vivir de acuerdo con mi conciencia. Si yo no lo veo, ante una petición de un paciente, intentaré reconducir esa idea para el bien del paciente, pero no considero prioritario el beneficio económico.

Como indica Naomi Wolf en El mito de la belleza la exigencia de ideales de belleza para las mujeres cada vez es más imposible. Es innegable que el sector ha ganado mucho espacio, el mito de la belleza funciona en la actualidad, tanto que roza el peligro de la parte más sensible de las personas: la autoestima. He realizado esta entrevista a la doctora Olivenza porque no vive bajo la presión constante de ajustarse a un concepto idealizado de belleza creado por la sociedad moderna. Ella se ajusta a un principio vital, la salud, la estética es salud, como ir al dentista cuando tienes una caries. La piel es otro órgano del cuerpo, igual que se cuidan las manos o los pies, y se acude al podólogo o al centro de belleza, la cara y el pelo se pueden cuidar y tratar, sin frivolizar, sin transformar a las personas.

Mi agradecimiento y profunda admiración a Rocío Olivenza por esta entrevista, y por descubrir que la medicina estética no es sinónimo de cosificación de la mujer.