Pensaba hoy, que debo ser, creo, de las personas a la que más veces le aplican el calificativo de «raro». Normalmente cuando alguien te lo aplica, te lo adjudica, es que este, automáticamente, se está aplicando a sí mismo el de «normal»: «yo soy normal y tú eres raro».

«¿Qué es ser raro?», le hacía yo esta pregunta a la última persona, amigo, que me llamó «raro».

«No sé, José, eres diferente, haces cosas que no solemos hacer los demás», fue su «normal» respuesta.

Parece que en esta sociedad que vivimos, ser raro es hacer lo contrario a lo que hace la mayoría. A esto yo le llamo, simplemente, tener pensamiento crítico o propio: hacer lo que a uno le viene en gana sin pensar en lo que puedan opinar los demás.

Prefiero la soledad al bullicio.

Prefiero estar en casa tranquilo, que estar de visita en casa de unos y otros.

Prefiero que no me inviten a bodas.

Prefiero lo rural a lo urbano. Prefiero estar en mi campo que viajar por ahí al extranjero.

Me encantan las sobremesas largas con amigos.

Prefiero acostarme temprano y madrugar, que hacer lo contrario.

Me quedo con mi libro y evito la televisión.

Me gusta caminar solo.

Sigo queriendo a todas esas personas que la vida te aleja, porque siempre formarán parte de mí y estarán en mi corazón.

Prefiero el silencio al ruido.

Si me equivoco, pido perdón y no me importa hacerlo. Digo la verdad, aunque casi siempre duela.

Me enriquece tener grandes amigos que opinan muy diferente a mí. Ni odio ni tengo rencor.

Sigo leyendo la prensa en papel.

No suelo criticar a nadie porque no me gusta lo hagan de mí.

Me gusta escribir más que hablar y escribo tan mal como hablo.

Cada vez me preocupa menos tener y en cambio sí prefiero ser.

Me gusta que llegue el viernes y encerrarme, sin salir más que lo estrictamente necesario, hasta el lunes.

Amo la libertad.

En esta edad que tengo, nunca me he sentido «raro» porque me he encontrado en el camino con muchos «raros» de los que he aprendido mucho más que de aquellos que se autodenominan «normales».

¿Qué es ser normal? Pues tampoco lo sé. A estas alturas, diría, que todo es normal hasta que pretendemos hacerlo diferente.

Vivir ¿es de raros? Parar, frenar ¿es de raros?

La vida es movimiento. Vivo, y en consecuencia albergo la fuerza del movimiento, soy ese movimiento y, lo quiera yo o no, vivo. Para el ser humano la cuestión consiste solo en saber si vive en la alegría y la felicidad, o en la tristeza y el sufrimiento. Y he aquí que la doctrina de la verdad muestra al hombre el camino de la felicidad y el del sufrimiento. El camino de la felicidad consiste en servir a Dios, el camino del sufrimiento consiste en la propia individualidad mortal.

(Tolstoi)

Esto lo escribió Tolstoi en su diario el día 4 de mayo de 1895 en Moscú. Es realmente profundo, más allá de las creencias de cada uno y el contexto en el que está escrito. La vida es movimiento. Sí, lo es. Y el mayor problema que tenemos todos los mortales es que nos cuesta parar.

Nunca tenemos tiempo para nada. Corremos y corremos sin darnos cuenta. Deberíamos tener tiempo para todo.

Centrémonos en lo importante y viviremos más tranquilos, más llenos, más plenos, más enfocados, más sencillos, más felices.

¿Qué es importante para ti? ¿Qué no lo es?

Elimina todo aquello que no es importante para ti.

Quédate con lo necesario para ser, que es vivir.

Camina por la vida sin sentirte esclavo de las cosas.

Busca tiempo para volver a encontrarte contigo y con tu origen.

Todos tenemos ambiciones, o hemos tenido. Diría que siempre hay que tener una ambición, que puede ser un propósito, aunque sea el de vivir. Ambicionar algo, suponer hacer por conseguirlo y, solo eso, ya es motor para que nos movamos cada día.

Los problemas vienen cuando la ambición se convierte en obsesión y la obsesión en deseo incontrolado y en disconformidad. Es cuando vienen las insatisfacciones, las desdichas y la frustración.

El arte de vivir consiste en controlar, entre otras cosas, nuestros deseos.

No desear… ¿es de raros?