Plenitud, lucidez mental e ilusión podrían ser los ingredientes indispensables para disfrutar de una vejez completa y feliz. Un óptimo periodo de vida si se saben aprovechar las innumerables oportunidades que se abren al estar ya liberados de un sinfín de obligaciones que se han tenido que realizar a lo largo del trayecto vital.

Y es que, aunque actualmente los cincuenta años se viven como los treinta del pasado, no se puede obviar el paso del tiempo y sus efectos tanto a nivel físico como mental. Es más, a los setenta años, muchas personas se encuentran en fantástica forma pero es indiscutible que la biología responde de acuerdo a los hábitos y costumbres que se han llevado a cabo. Así, con un peso de casi 1,5 kilos, el cerebro contiene unos 86.000 millones de neuronas que establecen entre sí un extraordinario cableado cuyo mantenimiento depende, en gran parte, de nuestro estilo de vida.

Como explica el neurólogo Jesús Porta-Etessam, director de la Fundación del Cerebro, dedicada a la divulgación de los problemas y enfermedades que afectan a este órgano, “el envejecimiento es un proceso natural en el que el organismo sufre unos cambios fisiológicos que no son indicativos de ninguna enfermedad, pero que alteran determinadas funciones neurológicas”.

Por su parte, el neurocientífico Francisco Mora, catedrático de Fisiología de la Universidad Complutense de Madrid, ha estudiado en profundidad cómo retrasar el deterioro de la mente, resumiéndolo del siguiente modo: “en general, en un cerebro sano las neuronas no mueren; así se creía en los años cincuenta, pero ha sido posteriormente descartado gracias a nuevas técnicas de medición. Sin embargo, para mantenerlas en buen estado son muy importantes los hábitos y conductas, así como la actividad física y mental que hayamos realizado en las etapas anteriores a la vejez”.

Bajo esta perspectiva, vale la pena subrayar que la primera medida que hay que tomar para disfrutar de una lucidez plena durante muchos años está muy relacionada con la alimentación; es decir, hay que comer más bien poco. Un estudio realizado por investigadores de las Universidades Carnegie Mellon y de Pittsburgh (EE.UU.) asegura que la inflamación derivada del exceso de peso dificulta las conexiones neuronales.

Además, tal y como indica Mora, “comer un 30% menos de lo habitual logra, entre otras muchas cosas, un descenso en la generación de radicales libres, esas moléculas que afectan lentamente a la producción de energía necesaria para desarrollar las funciones celulares de forma óptima y, de igual manera, reduce y ralentiza la actividad de ciertos genes que destruyen neuronas”.

No obstante, esa dieta, sana y sin excesos, ha de ir acompañada de la práctica diaria de deporte; en este sentido, el catedrático de Fisiología añade que “el ejercicio físico aeróbico moderado es una de las conductas más efectivas que existen para mantener la salud de todo el organismo y del cerebro en particular”. El declive neuronal se retrasa y todo indica que el movimiento físico reduce la oxidación celular, mantiene limpios los vasos sanguíneos cerebrales y, a largo plazo, disminuye los síntomas de la depresión y la ansiedad.

Por otro lado, mantener la mente ocupada a través de actividades enriquecedoras –el desarrollo de hobbies, de relaciones sociales satisfactorias, leer, viajar o jugar al ajedrez– es sin duda esencial para conseguir nuestro objetivo. Pero además de todas esas ocupaciones, Mora propone un par de actividades especialmente eficaces para ejercitar el cerebro: aprender un idioma nuevo o tocar un instrumento, porque ambas impulsan un proceso muy completo que engloba aprender, memorizar, socializar…

Pero también es necesario sentirse útil, esforzarse por no depender de los demás, ser agradecido con la vida y disfrutar sin más de las pequeñas cosas. En otras palabras, estar motivado. “Cuando una persona opta por no querer salir de casa o no participar en ninguna actividad, puede ser un síntoma de que la hoguera interior empieza a apagarse; lo que a menudo representa el principio del fin. Es fácil detectar esa postura vital en las residencias para ancianos, donde frecuentemente las personas se dejan morir sin tener ningún problema fisiológico previo: es lo que se denomina apagón emocional”, sostiene Mora.

Y como concluyen diferentes expertos en el tema: “los genes influyen, las circunstancias ambientales también; pero todo lo demás corre de nuestra cuenta. Mantener la mente joven no es sólo una forma de vivir más y mejor, sino un acto de responsabilidad hacia uno mismo y hacia los demás. Así que maneje bien su tiempo porque nadie lo hará por usted”.