Compré mi primer y último ordenador completo en 1998. Desde entonces fui renovando periódicamente diversos componentes según necesidades y alentado por el frenético avance de la tecnología en aquella época. Primero añadí memoria RAM, doblar de 32 a 64 MB fue un cambio notable en aquel equipo con Windows 98. Después cambié la tarjeta gráfica y pasar de una S3 Virge de 4 MB a una [Riva TNT2 de 32] MB de Nvidia ya fue la leche. Más adelante le seguirían placa y procesador, fuente de alimentación, caja, etc… Y a ese frenético ritmo siguió el tema hasta comienzos de la década actual.

El cambio a mejor que obtenía con cada una de esas mejoras era casi siempre espectacular. Una percepción que compartirá cualquier aficionado al DIY con los ordenadores. Lo que en tiempos pretéritos se conocía como «¿es un clon? Vaya mierda».

Pero eran los tiempos de la Ley de Moore. En los que el presente se movía a velocidad de vértigo y uno hasta se podía creer que un futuro en que estar siempre online y realizando 25 cosas a la vez era una buena idea.

Los buenos tiempos

A la Ley de Moore se le mencionaba mucho en los 90 y la década pasada. Durante un tiempo fue casi tan popular como Murphy, aunque la mayoría no supiéramos de dónde venía exactamente. En concreto, de Gordon Moore, cofundador de Intel. Moore expuso en 1965 que el número de transistores que puedes poner en un circuito integrado se dobla cada dos años. Y acertó. No sé si en su literalidad, pero por ahí andaría. Actualizar un ordenador cada dos años, suponía doblar o triplicar el rendimiento sin necesidad de grandes inversiones.

Eso cambió a principios de la década en curso.

De forma paralela a como todo lo móvil se convertía en El Dorado a perseguir por los fabricantes de hardware, software y proveedores de servicios, los primeros -los Intel, AMD y Nvidia de este mundo, por resumir- ralentizaron su frenética progresión en el área PC y el mercado reubicó sus prioridades. Si la tónica hasta ahora era que las novedades tecnológicas transcendían con rapidez a las gamas medias y bajas del mercado, la gama alta de PC se volvió un gueto cerrado en el que se aseguraba una exclusividad antes mucho más relativa.

Los límites de la Ley de Moore

Hay varias razones para esta situación y no todas tienen que ver con la codicia. Hay un límite físico a la Ley de Moore, obviamente. Aún no lo hemos alcanzado, pero está en el horizonte. Al menos con la tecnología de fabricación en silicio. Y tanto AMD como Intel juegan inteligentemente sus cartas.

Actualmente, las CPU para PC más avanzadas siguen un proceso de fabricación en 14 nanómetros y de 10 nanómetros en el campo móvil. La idea básica es que a mayor escala en el proceso de fabricación se pueden incluir más transistores en cada chip. Ergo, más capacidad de proceso. A eso se refería Moore, aunque en su época la cosa iba por los 10 µm. A años luz de donde estamos ahora, vamos. Obviamente, una oblea de silicio no va a poder cortarse hasta el infinito para fabricar un chip, así que el limite espera en algún lado. Más cerca ahora pero parece que todavía hay margen. La fabricación en 5 nanómetros se prevé para 2020.

Otra razón para el cambio de paradigma es la necesidad. Los ordenadores son útiles para todos pero muy poca gente los exprime. Internet es su principal razón de ser para una gran mayoría de usuarios domésticos y la Red se adapta a ser accesible desde un Smartphone con muchas menores prestaciones. Entonces, ¿qué prisa hay por conseguir mayor potencia? Para muchas tareas sigue necesario un ordenador con prestaciones solventes, pero esas tareas no son las que ocupan a la gran mayoría de usuarios.

Windows es el sistema operativo más extendido en el planeta y pierde el oremus por funcionar en dispositivos móviles. Uno se acuerda de los tiempos en que una nueva versión de Windows suponía un salto exponencial en los requerimientos técnicos y capacidades. Y se sorprende cómo han cambiado las cosas desde Windows Vista hasta la actualidad. Apple sigue otra trayectoria convergente desde hace tiempo... Así que, ¿qué necesidad hay de procesadores cada vez más potentes cuando a una gran mayoría le sobra con la experiencia que le ofrece un terminal móvil?

Vigente según precio y mercado

Intel y AMD se dieron cuenta hace tiempo de eso. Y comenzaron a medir sus innovaciones. Es cierto que uno puede conseguir un salto espectacular en prestaciones si quiere invertir una pasta. Lo que demuestra que la tecnología sigue progresando pero con novedades que tardan una eternidad es popularizarse. En la gama media y en la gama baja las cosas se mueven a otro ritmo, desafortunadamente.

Y otro tanto puede decirse del mercado de las tarjetas gráficas. Donde lo de reservar las novedades high-tech para la gama alta y renombrar gamas bajas y medias –que las incorporan a un ritmo pasmosamente lento en comparación con el pasado- como nuevos productos se ha convertido ya en un hábito. La Ley de Moore según el segmento de precios.

Y también, según el sector.

Ese ritmo frenético de innovación que se echa de menos en los ordenadores ha protagonizado el espectacular auge de los smartphones desde 2007. Ahí, Moore ha campado a sus anchas para regocijo de los usuarios. En poco más de un lustro hemos alcanzado plataformas de hardware impensables hace unos años. Los avances tecnológicos se adoptan con rapidez por las gamas medias y bajas de productos. Ha sido solo en el último par de años que puede apreciarse una ralentización en la llegada de novedades a la gama alta.

Seguramente porque el hardware y mercado móvil ya ha alcanzado una madurez suficiente. E imagino que a partir de ahora veremos una evolución similar a la vista en los ordenadores. Mucho marketing, mejoras parciales y un producto con unas características bien definidas y asentado en un sector de precios del que no lo mueve ni Moore. Ya no.