La tierra como planeta recibe una cierta cantidad de energía y devuelve otra. Este intercambio se hace a través de la atmosfera. Si la cantidad de energía que recibimos desde el sol aumenta y la cantidad de energía que entregamos no aumenta, el resultado es un incremento inmediato de la temperatura. En realidad, podemos considerar que la cantidad de energía que recibimos desde el sol es relativamente constante con el tiempo y si aumenta la temperatura es necesariamente porque entregamos menos energía.

Desde el siglo XIX, por el creciente uso de combustibles fósiles y además por la ganadería, la concentración de gases, dióxido de carbono, metano y óxido de nitrógeno ha aumentado considerablemente en la atmosfera. Estos gases absorben los rayos infrarrojos que provienen de la superficie de la tierra y los devuelven a esta, reduciendo la cantidad de energía que el planeta entrega. Esto produce un aumento de las temperaturas: el mecanismo ha sido denominado efecto invernadero.

Todos los datos sobre el aumento en la concentración de estos gases están disponibles para los lectores interesados, informaciones sobre el progresivo aumento de las temperaturas, especialmente en los últimos decenios, son igualmente disponibles. La correlación entre el aumento de la concentración de los gases de efecto invernadero y el aumento de las temperaturas ha sido demostrada y miles de publicaciones científicas demuestran que esta es la causa del aumento de la temperatura, como se ha documentado al mismo tiempo el aumento progresivo en la concentración de estos gases en la atmosfera.

Oponerse a estas conclusiones requiere una demostración fundada empíricamente de las posibles causas y mecanismos alternativos al aumento de la temperatura y esta no ha sido proporcionada satisfactoriamente. La comunidad científica, que ha estudiado estos datos y fenómenos, concuerda plenamente en que el modelo del efecto invernadero representa una explicación corroborada y válida. Los pocos artículos publicados en estos últimos 10 años, que no aceptan esta explicación, presentan problemas metodológicos y representan entre el 2-3% del total de las publicaciones.

La teoría del efecto invernadero ha sido confirmada también con estudios en los hielos glaciares, con los anillos de los trocos de los árboles y con el polen que permiten reconstruir la temperatura media en diferentes zonas de la tierra en estos últimos milenos, justo con la concentración media de los gases mencionados.

El efecto de un progresivo aumento de las temperaturas medias, como ha sido demostrado con los datos y modelos, implica un alzamiento del nivel de los mares por el deshielo de las masas glaciares y por la expansión volumétrica de las aguas por el efecto de la temperatura. Además, el aumento de la temperatura incrementa y acelera la velocidad de la desertificación de enormes áreas del globo terráqueo, afectando en particular a África, Australia, Asia central, el sur de Europa y el continente americano. Otro efecto del aumento de la temperatura, según los modelos meteorológicos, es el cambio de los vientos y las corrientes marinas, que alterarían el clima, causando lluvia e inundaciones en algunos lugares y sequía en muchos otros. Una alteración del ecosistema global que causará penurias, migraciones y conflictos.

Por estos motivos, negar estos modelos y oponerse a una reducción sistemática de las emisiones de gases de efecto invernadero, no es sólo una aberración intelectual, sino que además representa un atentado en contra la vida misma y, por ende, en contra de toda la humanidad. Un acto de violencia extrema al cual tenemos que oponernos. Mientras más poder tengan los «negacionistas» mayor es su responsabilidad y daño potencial.