El cerebro activa redes de recuerdos cuando dormimos, según ha publicado la revista científica Journal of Neuroscience y, dependiendo de la fuerza y potencia con que se recreen, recordamos lo que hemos vivido o, por el contrario, olvidamos. Sin embargo, tal y como afirma Javiera Oyarzún, autora principal del estudio, «sería ineficiente si pudiéramos recordar todo. Cada vez que la mente quisiera recuperar información concreta, tendría que inhibir todos los recuerdos irrelevantes, como el ruido».

No obstante, los científicos ya habían demostrado anteriormente que la mente humana archiva algunos recuerdos mientras duerme, a la vez que elimina otros. Para que esto suceda, explica Bruno Martín, «los recuerdos que se forman en el día deben ser reactivados durante el sueño. Aunque ocurre naturalmente, los investigadores pueden inducir el mismo proceso de forma artificial, asociando previamente un estímulo sensorial –como un olor o un sonido– al recuerdo. Si se percibe el estímulo durante las horas de sueño, la mente reactiva el recuerdo asociado y, además, toda una red de memorias relacionadas a ese recuerdo. De hecho, utilizando esta técnica, los investigadores han encontrado el mecanismo neuronal encargado de reforzar o debilitar memorias individuales en la red de recuerdos».

En este sentido, Facundo Manes, neurólogo de la Universidad de Cambridge, comenta que «uno de los campos más fascinantes en el estudio neurocientífico es, justamente, la memoria, ya que a través de ésta podemos evaluar el pasado para actuar en el presente y planificar el futuro. ¿Qué es lo que recordamos exactamente? ¿El hecho tal cual sucedió? ¿Nuestra percepción del hecho? ¿El último recuerdo sobre el mismo hecho, es decir, recordamos nuestra propia memoria? ¿Cuánto influyen los demás en ese recuerdo? ¿Recordamos de la misma manera a lo largo de toda nuestra vida?”

Y añade: «a diferencia de lo que muchas veces se piensa, la memoria no es un fiel reflejo de aquello que pasó sino más bien un acto creativo, uno de los más creativos en el funcionamiento de nuestras mentes. Cada recuerdo se reconstruye de nuevo cada vez que se lo evoca. Aquello que recordamos -una imagen de un paisaje, una frase de nuestro abuelo, un aroma de nuestra infancia- está influido por el contexto que rodea esa acción de recuperación».

Así pues, «la forma en que recordamos un evento en particular no se trata muchas veces de una recopilación exacta de cómo sucedió originalmente, sino del modo en que lo recordamos previamente. Y si, por ejemplo, la última vez que lo evocamos estábamos más contentos, probablemente hayamos cargado con esos condimentos positivos el recuerdo. Por el contrario, si nuestro ánimo era más bien negativo, el recuerdo tendrá un tinte más pesimista».

De modo paralelo, Oyarzún sostiene que «la red de recuerdos, lo que te permite, al final, es predecir el mundo». Es más, los autores del estudio publicado sugieren que este mecanismo cerebral ha evolucionado para que podamos preservar a largo plazo solo la información que es consistente o que se repite predeciblemente, es decir, la que nos pueda ser útil en el futuro. A este respecto, Fuentemilla, investigador de la Universidad de Barcelona, pone de manifiesto que «al eliminar los recuerdos sobre nuestro entorno que son poco frecuentes o inconsistentes, se evitan interferencias de la memoria en el futuro».

Por su parte, el neurocientífico Bryan Strange, especialista en consolidación de memoria ajeno a esta investigación, de la Universidad Politécnica de Madrid, opina que «es un estudio muy meticuloso» y coincide con la teoría de que el olvido es un proceso activo y beneficioso: «Ya decía William James, el padre de la neuropsicología, que si nos acordásemos de todo seríamos tan desafortunados como si no nos acordásemos de nada». Strange agrega que técnicas parecidas a las empleadas en este estudio podrían utilizarse para atenuar o eliminar memorias desagradables de forma terapéutica, algo que proponen los investigadores como un proyecto futuro.

Bajo esta perspectiva, Nathan Rose, investigador de la Universidad de Notre Dame, considera que «la posibilidad de emplear estimulación cerebral no invasiva para mejorar el funcionamiento de la memoria en los ancianos es un objetivo esperanzador», pero cree que aún se encuentran lejos de hacerlo realidad.