A Pablo Anduze, la oportunidad de explorar el Orinoco y llegar hasta sus fuentes se le presentó casi de casualidad:

«En Francia, miembros juveniles del grupo Louis Liotard […] idearon el proyecto […] que llamaron “Expedition Orénoque-Amazone”. […]. Consistía en remontar el Orinoco hasta el Casiquiare, pasar por el Caño Casiquiare hasta el Río Negro, bajar por este hasta el Amazonas.
»Pocos días antes del asesinato del Coronel Carlos Delgado Chalbaud, llegó a Venezuela el señor Joseph Grelier, Jefe de la Misión francesa y gestor de la Expedición. Sus gestiones estuvieron a punto de fracasar, [sin embargo, gracias a la] intervención de la Embajada de Francia […] el entonces Ministro de la Defensa dio el consentimiento […] encargó al Mayor Franz Risquez Iribarren, para […] coordinar la Expedición […]. El Ministerio de Educación fue designado como organismo coordinador.
»Risquez no había participado en empresas semejantes, acudió a su hermano […] quien me lo presentó, pensando en que mi experiencia […] en exploraciones por toda Venezuela podría serle útil. […]. Le presenté al Director [del Museo Nacional de Ciencias Naturales] José María Cruxent. De la conferencia […] nació la idea de incorporar […] un contingente venezolano, [y lograr] algún provecho científico. [En conversaciones subsecuentes] se forjó [la] Expedición Franco-Venezolana del Alto Orinoco».

Entre los integrantes de esta Expedición, se encontraba su amigo, también entomólogo René Lichy, además de otros investigadores, tales como José María Cruxent (1911-2005) y Luis Manuel Carbonell (1924-2015). Estos últimos, con Anduze, arribarían juntos a las fuentes del Orinoco la mañana del 27 de Noviembre de 1951, como lo comenta Julieta Salas de Carbonell:

«Al salir el sol el 27 de noviembre […] los expedicionarios fueron convocados por Risquez [informándoles] que saldría de inmediato […] y que tenían prohibido abandonar el campamento antes de escuchar un disparo. Esto los sorprendió, porque el militar siempre iba entre los últimos […] y por eso lo llamaban la escoba.
»Carbonell, Anduze y Cruxent nunca tuvieron la pretensión de ser los primeros en llegar, pero si habían decidido hacerlo juntos y, simbólicamente, habían acordado cederle ese honor a Risquez […] pero ya ese gesto sería imposible. […]. El comportamiento del militar esa mañana dio pie a muchos comentarios no precisamente laudatorios de su persona».

La experiencia científica, técnica, social y humana de esta expedición ha quedado plasmada en varios libros, incluyendo los escritos por Angel Alberto Contramaestre (La Expedición Franco-Venezolana al Alto Orinoco, 1955), Joseph Grelier (Aux sources de l’Orinoque, & To the source of the Orinoco, 1957), Risquez (Donde nace el Orinoco, 1962), Lichy (Ya Ku, 1978), y por supuesto, Anduze (Shailili Ko, 1960). Más recientemente saldría el libro de Julieta Salas (El misterio de las Fuentes, 2012), basado en la versión de Luis Manuel Carbonell.

Ya de regreso de la Expedición, Pablo sale de la Creole. En 1952 realiza una visita de investigación a los Museos de Historia Natural de Nueva York, Chicago y Pittsburgh. Regresa a Venezuela y es designado entomólogo del Instituto Nacional de Higiene. Con este cargo pasa a la División de Fiebre Amarilla y Peste al siguiente año, fecha en que también es nombrado profesor asistente de la cátedra de Patología Tropical de la Facultad de Medicina de la Universidad Central de Venezuela. Se reincorpora al Ministerio de Sanidad y Asistencia Social.

En 1954 presenta su trabajo Los mamíferos de Venezuela con el cual obtiene el premio Dr. José María Vargas. Luego, en 1956, la Universidad Central de Venezuela le confiere el doctorado honoris causa en Ciencias Médicas. Habiendo sido nombrado miembro del grupo de expertos de la UNESCO para el estudio de la ecología humana de las regiones áridas, irónicamente regresa a las selvas del Territorio Federal Amazonas (hoy Estado Amazonas).

«Allí, atraído por una profunda simpatía hacia los indígenas, decidí dedicar algún tiempo al estudio de sus condiciones de vida».

Gracias a sus conocimientos en etnología y antropología, entra a formar parte de la comisión indigenista del Ministerio de Justicia en 1958.

De su interés por entender y dar a conocer el carácter social, las tradiciones y los conocimientos de diversos grupos indígenas de Amazonas escribirá Bajo el Signo de Mawari, que relata su viaje de más de 90 días entre comunidades indígenas del territorio situación indígena incluyendo datos relevantes sobre Ye’kuana (o Maquiritare) y De’aruwa (Piaroa o Wo’tije).

También escribirá Dearuwa: los Dueños de la Selva, que trata sobre la vida y costumbres de los indígenas Wo’tije. Ya había escrito sobre los Yanomamö en Shailili-ko. Descubrimiento de las fuentes del Orinoco, donde presenta no solo su narrativa sobre la expedición de 1951 a las fuentes del Orinoco. En este trabajo incluye información sobre costumbres Yanomamö, un vocabulario básico de palabras comunes Yanomamö, además de plantas y animales encontrados durante la expedición.

Entre sus trabajos etnográficos también destacan los titulados Karina o Yanomamö, Un sistema de pesca Karina (Yanomamö) y Aerófonos Yanomamö, publicados en boletines científicos venezolanos. Hemos comentado que Pablo era políglota, no solo hablaba inglés y francés a la perfección sino que podía entenderse en Yanomamö, Ye’Kuana y Dearuwa. Curiosamente, entre sus variados intereses y conocimientos, era aficionado colombófilo y llegó a tener unas 300 palomas mensajeras.

Una vez derrocado el dictador Marcos Pérez Jiménez (1914-2001) se realizan elecciones generales en las que saldrá electo presidente Rómulo Betancourt (1908-1981). Habiendo conocido a Anduze y sabiendo de su interés y conocimientos, lo designa gobernador del Territorio Federal Amazonas, labor que cumplirá entre 1960 y 1963.

«Su ejecutoría como gobernante estuvo volcada a palear las necesidades del sector indígena. Especial empeño tuvo con el fomento de la agricultura y la ganadería, a fin de mitigar el hambre del nativo. [...]. Anduze dedicó especial atención hacia la etnia Piaroa, [él aseguraba] que tanto el piaroa como el maquiritare eran los más labradores y mejores trabajadores de la tierra».

A mediados de los años 60, mi amigo José Manuel Ayala, ingeniero civil, pero también entomólogo, aún estudiaba su carrera en la UCV. Interesado en chipos, cada vez que podía visitaba a Félix Pifano, médico e investigador, fundador del Instituto de Medicina Tropical. En una de esas visitas se encuentra a Anduze, hablando animadamente con Pifano. Luego de las introducciones de rigor, los tres conversan sobre diversos temas hasta que Anduze comenzó a narra sus experiencias y aventuras en la selva. Impactado por el tema, el joven José Manuel le manifestó su interés y deseo de realizar aventura similar. El sazonado explorador inmediatamente trató de apartar del joven de tal idea:

«El Dr. Anduze se me acercó diciéndome: José Manuel, está bien que quieras salir a colectar de vez en cuando, pasar un tiempo alejado del ruido de la ciudad. Pero la vida del explorador es muy solitaria. No es fácil vivir solo en la Selva. Tienes que renunciar a muchas cosas que te ofrece la vida citadina.
»Me habló de las penurias que vivió estando solo durante varios años. Por supuesto que me disuadió de tal idea, aunque mantuve las ganas de hacer visitas aisladas a ese territorio tan misterioso y fascinante».

Años después, Anduze cumpliría labores como jefe de la campaña electoral en Amazonas. Esta llevaría a la primera presidencia de Carlos Andrés Pérez (1922-2010), pero también serviría para elegir a Anduze como diputado al Congreso Nacional. Sin embargo, el Presidente Pérez lo designa de nuevo gobernador del Territorio Federal Amazonas, funciones que ejerce entre 1974 y 1976. Luego de salir de la gobernación, se integra entonces como diputado por Amazonas hasta 1979.

Durante los tiempos en que fungió como gobernador y diputado por Amazonas, logró mejorar las condiciones de vida y salud de numerosas comunidades indígenas. Cercano a muchas de estas promovió algunas construcciones simples en medio de la selva, que no disturbaran el ambiente mayormente, y más importante, no afectaban las actividades de los indígenas. Estas construcciones, muy simples, hechas con maderas y techos de palma del lugar, permitían básicamente guarecerse de la lluvia y colgar hamacas. Eran conocidas localmente como «las casas de Anduze» y tenían como función servir de apoyo logístico a médicos y científicos que iban a estudiar o brindar algún servicio a las comunidades.

En julio de 1982 nace la Fundación Terramar, de la cual Anduze es uno de los fundadores, pero quizás más importante, un guía. Mi amigo Armando Michelangeli presidente de la fundación me comenta:

«Él fue quien más nos motivó a crear Terramar y las expediciones al Marahuaka fueron idea suya. Siempre pensó que en las selvas de piedemonte de ese tepuy estaban los restos de una ciudad pre-incaica y desde allí se abrían caminos hacia otras regiones del continente.
»Se basaba en el conocimiento que tenía de tradiciones Quechuas, pero también de algunas historias ancestrales que escuchó de indígenas Ye’kuana y Piaroa. Él nos motivó a tratar de investigar estas historias y ver que tenían de realidad».

Durante estos años 80, ya retirado de actividades políticas, continúa investigando sobre diversos insectos transmisores de enfermedades. Se dedica de lleno a preparar varios trabajos, varios de los cuales permanecen inéditos. Entre ellos podemos mencionar un índice de la geografía física y política de Venezuela que contaba ya con unas 70.000 toponimias y referencias geográficas. Asi como un libro en el cual cubría al detalle numerosas costumbres Yanomamö.

Francisco Fernández Yépez padre de la Entomología contemporánea en Venezuela, dividía al proceso histórico de esta rama de la ciencia en el país en cuatro etapas o períodos. La cuarta y última etapa la denominó el «periodo profesional» y aunque no consideraba Fernández Yépez que las mencionadas etapas correspondían a fechas fijas, estimaba que la profesionalización entomológica comenzó en 1937 al crearse la Escuela superior de Agricultura y Zootecnia (hoy Facultad de Agronomía de la UCV, mi Alma Mater) y la Estación Experimental de Agricultura y Zootecnia (Hoy Instituto Nacional de Investigaciones agrícolas).

«Enlace con el próximo y último periodo se encuentra en tres destacados entomólogos, el doctor Pablo J. Anduze, el ingeniero agrónomo Gastón Vivas Berthier, [c.1920-1976] y René Lichy, ampliamente conocidos, quienes impulsan fuertemente los estudios entomológicos en Venezuela».

Durante sus últimos años estaba radicado entre Puerto Ayacucho y Caracas, dedicado a terminar varios de sus trabajos escritos. Algunos aún inéditos y quizás perdidos. Ese 20 de noviembre de 1989 nos dejaría este venezolano ilustre, impulsor del bienestar social, la educación y la preservación de las culturas indígenas del Amazonas venezolano, quien alguna vez llegó a definirse tan solo como «un naturalista que también llegó a las fuentes del Orinoco».