Con la llegada del e-commerce se produjo un gran cambio de paradigma en la compra-venta de productos. Una vida humana más acelerada, el incremento de preocupaciones vitales (en gran medida motivadas por la crisis económica mundial de la última década) y, en general, poco espacio (y tiempo) para el recreo y la contemplación, han impulsado la aparición del nuevo canal de venta online: la «e-shop».

Desde entonces, la carrera entre las marcas por ofrecer al mercado plataformas de venta online con altas dosis de usabilidad, de navegación intuitiva y de diseños distintivos se hace cada vez más sofisticada, y la mayoría de ellas incorporan a los diseños de sus e-shops elementos de alto valor añadido, que proporcionan al usuario comprador una experiencia que va más allá de lo visual. Unas imágenes seleccionadas a conciencia para exponer los productos de distinta naturaleza, o la interacción entre el usuario y la marca, con diversas tecnologías que facilitan una mayor personalización del producto, son solo algunos de los métodos y herramientas de marketing que hasta la fecha hemos visto y experimentado en plataformas de comercio electrónico.

Cuando hablamos de experiencia de usuario en la compra online, inevitablemente hacemos un ejercicio de recreación en nuestra mente de las sensaciones y emociones que potencialmente experimenta el comprador tipo. Hay compras que son más racionales que otras, pero en aquellas en las que lo sensorial es el núcleo central de la experiencia, las posibilidades de método y argumento de venta se hacen infinitos.

Pero, a pesar de que la imaginación vuela alto, las marcas esperan impacientes el desarrollo tecnológico que les permita desplegar metodologías de experiencia multisensorial al comprador. Porque, en realidad, ¿qué deseamos los compradores? Básicamente, que nos vendan bien. Y vender bien puede definirse de múltiples formas, pero, a la postre, y por encima del argumento racional que soporta la decisión de obtener un productos o servicio determinado, y pagar un precio justo por ello, es que nos hagan sentir especiales por la posibilidad de adquirir un producto que nos reporta una emoción, o varias...

Por el motivo esencial de la diferenciación y la especialidad, el ser humano busca incansablemente experiencias nuevas, pero en todo caso, especiales, diferentes, o reinventadas (si no nuevas necesariamente). El modelo de venta online ya no nos vale. Al menos no únicamente. Buscamos el ocio en la compra, las emociones fruto de las experiencias vividas, y en aras de proporcionar estos objetivos al comprador, las marcas han puesto sus esfuerzos en reinventar la tienda física en la tienda del futuro.

No sabemos a ciencia cierta la forma, color y olor que tendrá, pero sí podemos vislumbrar a tenor de ciertos experimentos que ya están realizando cadenas de alimentación y de moda, que en la configuración de la tienda del futuro serán protagonistas las nuevas tecnologías como la inteligencia artificial (habrá robots que interactúen con los clientes, asesorándoles o guiándoles de manera más personalizada por el proceso de selección de productos y compra); la realidad virtual (con aparatos de diversa índole que permitirán al usuario experimentar las múltiples sensaciones para las que esté diseñado un determinado producto, como espejos donde veremos distintas posibilidades de una misma prenda y sus complementos, o disfrutar de olores y sensaciones táctiles o de sabor con guantes y gafas especiales); y la tecnología escáner, que permite una mayor trazabilidad del comportamiento de los clientes, y una mayor agilidad en los procesos administrativos de pagos, cambios y devoluciones (podremos pagar desde nuestros teléfonos móviles o pasando una tarjeta de código por un scanner).

La fiebre del shopping seguirá siendo uno de los motores principales del ser humano para la búsqueda de la especialidad. Y ello lo encontrarán en la tienda del futuro, que será más ágil, más dinámica, y le ofrecerá múltiples experiencias de ocio y bienestar.